jueves, 30 de noviembre de 2017

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 4, 18-22




En aquel tiempo:
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar, porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, ya su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


En medio de nuestras ocupaciones cotidianas Jesús nos dice «sígueme». San Andrés y los primeros discípulos responden generosamente y dejan las redes. Él mira hoy amorosamente nuestras vidas y nos llama. Él espera tu respuesta. Dios da una vocación a cada persona. La vocación es cómo Dios quiere hacerte feliz. Hay que responder para ser feliz.

¿Cómo saber lo que Dios quiere de mí? Puede que te llame a la vocación matrimonial, a la vida religiosa o sacerdotal... ahí no acaba la cosa. En la oración Dios deja un poso, ahí te dice cómo quiere que le sirvas y te provoca y da fuerzas para que respondas. En tu vida, determinadas personas han sido luz y te han indicado el camino. Dios también habla en los problemas que conmueven tus entrañas: el hambre, las familias rotas, los niños abandonados, los ancianos, los transeúntes... el rostro de Jesús se manifiesta en los hermanos necesitados y te piden una respuesta.

Repasa lentamente algunos de estos momentos en tu vida. ¿A dónde apuntan? ¿Qué giro le pide Dios a tu vida? Pide luz para ver y confianza para responder. Da siempre gracias.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 10-19




Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:
Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes: se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados: los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque Yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir.
Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Les echarán mano, los perseguirán... hasta vuestros padres y hermanos y amigos los traicionarán. ¿Por qué? ¿Por hacer "cosas malas"? Precisamente por lo contrario: por ser seguidores de Jesús, por buscar la justicia, por ser testigos de la verdad, por trabajar por la paz.
     "Señor, ayúdame a encajar la cruz de la incomprensión, del rechazo, de la persecución"
     "Ayúdame a estar cerca de los que sufren por los hermanos"

 Yo os daré palabras y sabiduría... ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. El Señor está cerca siempre y especialmente cuando sufrimos, cuando no somos comprendidos por su causa. Aunque, a veces, cuando pasamos malos momentos se nos nubla incluso la fe, parece que hasta Dios se ha ocultado.
     "Padre, me pongo en tus manos"
     "Tu rostro buscaré Señor"

 El mundo se salva, nosotros nos salvamos cuando seguimos amando al recibir traiciones, cuando ponemos la otra mejilla por el Reino, cuando apostamos por la comunidad y no recibimos de ella más que incomprensión, cuando rezamos, a pesar de no sentir nada. Pedimos al Señor el don de la perseverancia para nosotros y para todas las personas que titubean ante la cruz.

Señor, Jesús, que supiste dar confianza de tu confianza en Dios, especialmente en los momentos de dificultad: en el cansancio de los caminos de Judea, en la predicación estéril a tus propios convecinos, en la asechanza constante de los fariseos, en la angustia y la soledad de huerto de los olivos, en la traición de los amigos, en el camino doloroso y humillante hacia el Gólgota, en la agonía de la muerte, en el sin-sentido, en la oscuridad…

Danos un corazón como el tuyo, confiado y paciente, para que también nosotros seamos capaces de dar testimonio en las dificultades, grandes o pequeñas, que acompañan nuestra vida de discípulos; ayúdanos, Señor, a parecernos a ti, que eres manso y humilde de corazón; enséñanos a ser discípulos, no sólo en la comodidad de los días claros y limpios, sino también en los problemas que nos inquietan cada día; que tu luz brille siempre, Señor, y nos ilumine en todas nuestras oscuridades. Amén. (oración tomada de rezandovoy.org).

martes, 28 de noviembre de 2017

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 5-9


  


Algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas. Entonces Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido».
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?»
Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Soy yo", y también: "El, tiempo está cerca". No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin».

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Mientras Jesús se fija en la generosidad de una pobre viuda, vemos como los judíos se fijan en la belleza del templo de Jerusalén. No cabe duda de que son sensibilidades bien distintas. ¿Cómo miramos nosotros? ¿qué nos produce más admiración? ¿qué valoramos más?
     "Señor, enséñanos a mirar como tú"
     "Convierte nuestro corazón insensible"

 Los judíos creían que un día la historia terminará y algunos pensaban que ese momento último era inminente. Por eso preguntan: ¿cuando va a ser eso?  El lenguaje de Jesús es difícil de comprender, pero nos enseña dos cosas fundamentales:
1. Llegará el fin de la historia, aunque no está cercano.
2. En ese final brillará la generosidad de la viuda y será se apagará la gloria del templo de Jerusalén, vencerá el amor y la vida, morirá el egoísmo y la misma muerte.

     "Señor, gracias por el gran regalo de la esperanza"
     "Ayúdanos a distinguir las cosas verdaderamente importantes"
     "Danos fuerza para trabajar por las causas que permanecen"

Dice Jesús: "Muchos vendrán usando mi nombre". En nuestros días nadie va diciendo que es Jesucristo, pero hay personas y cosas que se presentan como Salvadores, como Mesías. Hay personas que se creen salvadoras del mundo, hay productos que nos prometen la felicidad si los compramos y usamos, algunos economistas dicen que la salvación del mundo está en el mercado... ¿cuáles son los dioses de este mundo? ¿cuáles son los míos?
     "Sólo tú Señor tienes palabras de vida eterna"
     "Sólo tú Señor me das la felicidad, la salvación"
     "No permitas que creemos dioses y que nos creamos dioses"

Señor, dame una mirada como la tuya, una mirada que no se quede en la superficie, que sepa bucear a lo más profundo de la realidad.

Señor, convencerme de que sólo permanece lo que se construye sobre el cimiento sólido del amor y la verdad, aunque parezca pequeño y débil.

Ayúdame a darme cuenta de que no quedará piedra sobre piedra de todo lo que se levanta sobre la mentira y el egoísmo, por grande y bello que parezca.

Señor, orienta y dirige mi trabajo y mi vida, para que no pierda el tiempo y la fuerza con lo que no tiene fundamento y desaparece; para que todas mis obras broten de ti, como de su fuente, y tiendan siempre a ti, como a su fin.

lunes, 27 de noviembre de 2017

HOMILIA DE MONS. RUBEN FRASSIA

ORDENACION SACERDOTAL DE LOS SEMINARISTAS
LUCAS CECCOLI, SEBASTIAN CAMPERO,
GASTON LOVIZZIO Y EZEQUIEL BRAVO
CATEDRAL AVELLANEDA LANUS
24 de noviembre 2017



Queridos hermanos que están aquí presentes:
Este es un momento muy especial y de mucha gracia que Dios nos regala a todos y fundamentalmente, el regalo más grande, es que Dios elige a estos hermanos para confiarles un don que los supera ampliamente. Y ellos, desde su realidad, desde sus límites, desde sus fragilidades, reciben este don para representar y obrar en nombre de Cristo; como Cristo cabeza y pastor.

Ellos son elegidos en la Iglesia y por la Iglesia, por lo tanto ustedes son admitidos; son llamados, son recibidos, para que vivan el espíritu en verdad y en humildad; para que ninguno de ustedes se crea de más, para que ninguno se engrupa, ni piense que la vida, hoy la historia, comienza con ustedes. ¡NO! Son admitidos, son llamados por la Iglesia y la Iglesia es Cristo. Cristo crucificado, muerto y resucitado. Y Cristo, resucitado con el Padre, nos envía al Espíritu Santo. Y es el  Espíritu Santo que guía a la Iglesia, que está presente y da la gracia para que uno pueda secundar, seguir, obedecer, creer, imitar y hacer todo lo que Dios nos pida.

Así como el Padre ama al Hijo y el Hijo ama al Padre, por el Hijo ustedes son amados; pero serán amados por el Hijo si son capaces de guardar, en su corazón y en su vida, los mandamientos del Señor.

El amor no es sensibilidad, no son ganas, no es parcial, no es individualista; es el amor que Dios nos brinda para que tengamos los mismos sentimientos de Jesucristo, que vino a este mundo enviado por el Padre para hacer la voluntad del Padre. Y ustedes, próximos sacerdotes de Cristo y de la Iglesia, tendrán que seguir sus pasos y sus huellas para buscar y hacer siempre la voluntad del Padre.

Dios los llamó, los tocó a ustedes y sus familias, con las luces y con las sombras, con las gracias y con las dificultades que uno pueda encontrar; pero jamás pierdan sus raíces, jamás pierdan el contacto con sus familias, con sus comunidades de origen, para que siempre tengan un vínculo profundo y para que sean sinceros, agradecidos, honestos; para que realmente uno sepa de dónde viene, cómo camina y hacia dónde va. Eso es el Espíritu de Dios que los va guiando a cada uno de ustedes.

Cristo, la Iglesia -de la que formamos parte todos nosotros-, es importante que en esta noche y hasta el final de sus vidas tengan la convicción de que hay que amar a Cristo y hay que amar a la Iglesia; porque la Iglesia es la que Cristo se entregó; la Iglesia no es una organización no gubernamental, no es un grupo de gente, ¡es la Iglesia que ha sido conquistada y lavada con el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo!, por ella somos redimidos y tenemos que vivir en esa clave para mostrar que queremos seguir siendo amigos de Jesús.

¡Seremos amigos si no lo traicionamos! ¡Seremos amigos si lo hacemos quedar bien siempre! ¡Seremos amigos si buscamos su voluntad! ¡Seremos amigos si amamos a la gente, si la queremos en serio, ni por populismo, ni por mandarnos la parte, ni por salir en la foto, ni para quedar bien!, porque amar exige la verdad, y en verdad dios nos ama y no nos malcría, no nos manipula, no nos usa. Nos ama, nos respeta y nos espera. 

Ustedes son llamados al sacerdocio ministerial para unirse a Cristo y para amar más. Han renunciado públicamente a una familia particular. Han renunciado públicamente a tener hijos propios, pero el ministerio sacerdotal no les anula la paternidad espiritual que tienen que acrecentar, madurar y desarrollar. Es un proceso, un camino, una finalidad, pero para llegar a ello hay que tener claridad en la implementación de los medios. Ustedes están mandados a rezar por el Pueblo de Dios ¡cumplan con la Liturgia de las Horas!, ¡recen y sostengan a la Iglesia con la oración!, ¡obren en nombre de Cristo a través de los sacramentos!, con ganas, sin ganas, si les toca, si no les toca, si otro no fue no pongan excusas. Siempre, cuando Dios les pide algo a través de un hermano, ¡nunca digan no!

Si tienen fe y tienen amor, van a saber vivir libremente y obedecer al ministerio que esta noche Dios, por medio de la Iglesia, se los confía. Es un regalo y un don ¡no tengan miedo!, pero siempre escuchen, no cierren los oídos, no cierren el corazón, no piensen que ya se sabe muchas cosas, siempre estamos en camino para aprender de Dios y de nuestros hermanos; para crecer, para amar y para servir.

El amor, que es la vocación suprema a la que ustedes están llamados, Dios no los va a abandonar jamás. Lo que puso en ustedes, lo que inspiró en su corazón, lo que les comunicó en su alma, Dios no juega con ninguno de ustedes. Pero sepan que el don merece una respuesta y ustedes tendrán que obrar responsablemente a ese don que esta noche el Señor les confía por medio de la Iglesia.

Hagan más creíble a la Iglesia. Sean ejemplo. Amen a Dios. Recen. Sean sacerdotes siempre. Sean santos sacerdotes, no “más o menos”. Nadie tiene vocación para abastecerse a sí mismo. Están llamados para la entrega, para el servicio, para el sacrificio y para amar más. Sería muy triste que uno se gustara a sí mismo y no entendiera el mensaje de Cristo. Perseveren como amigos, no siervos. “Los llamo amigos” y el amigo hace lo que EL nos dice a cada uno de nosotros.

En esta noche, déjenlo entrar a Dios. Que el Espíritu Santo los marque a fuego pero tengan la capacidad, si fuera necesario, DE dar la vida por el Señor y dar la vida por el Pueblo de Dios. No retiren su mano, no miren para atrás. Amen, sirvan con gozo, con entusiasmo, con fidelidad, con perseverancia y con alegría. Es lo mejor que les ha pasado para amar más.

Que la Virgen, Nuestra Señora de la Asunción, la llena de gracia, la obra cumbre del Espíritu Santo, los ayude e interceda siempre, como decía el Cura Brochero “el ministerio sacerdotal te santifica”.

Que Dios los bendiga y la Virgen los proteja.

Que así sea.-

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 21, 1-4




Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor.



¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

 Jesús mira, mira con profundidad. No se queda en la superficie, en las apariencias. Como dice el primer libro de Samuel 16,7: "La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón".
Parece que no tenemos tiempo para mirar, para contemplar, para descubrir el corazón de las personas. Tenemos mucha prisa y poco amor.  

Las viudas de aquel tiempo normalmente eran pobres de solemnidad y estaban totalmente desprotegidas. Sin embargo, echó todo lo que tenía para vivir. Los cristianos estamos llamados a compartirlo todo, a dar incluso la vida. Pero en la realidad ¿cuánto tiempo, cuanto dinero, cuanta vida compartimos? ¿No se nos habrá pegado demasiado el polvo de la sociedad individualista y consumista en la que vivimos.

¿Por qué nos cuesta tanto compartir? Cada uno conocerá sus razones particulares, pero hay dos que nos afectan a casi todos. Por un lado, confiamos poco en Dios. Si confiáramos más en Dios, no nos apoyaríamos tanto en las seguridades materiales. Por otro, somos poco conscientes de todo lo que Dios ha compartido con nosotros, de todo lo que Dios cada día nos regala. "Todo lo mío es tuyo" dice el padre de la parábola del hijo pródigo, nos dice Dios a cada uno (Lc 15,32). Si fuéramos fuésemos más conscientes, compartir no sería un castigo, sería una necesidad que nace de un corazón agradecido.
Gracias, Señor, por la gente buena y sencilla.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 31-46



 

Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquéllas a su derecha y a éstos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: «Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me alojaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver».
Los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te alojamos: desnudo, y te vestimos? ¿Cuando te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?»
Y el Rey les responderá: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmIgo».
Luego dirá a los de su izquierda: «Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me alojaron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron».
Éstos, a su vez, le preguntarán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, forastero o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?»
Y Él les responderá: «Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmIgo».
Éstos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.
 
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Hoy es el último domingo del tiempo que llamamos ordinario. El próximo comenzaremos el Adviento. Y en este domingo celebramos la fiesta de Cristo Rey, de un rey que no es de este mundo, que no actúa como los reyes de este mundo. Jesús muestra su realeza desde el trono de la cruz, con la corona de espinas. Reina desde el amor, desde la entrega absoluta, desde el servicio, desde el perdón, desde la debilidad, desde el servicio a los más pequeños...
    
 "Señor, que tú seas el Rey de nuestra vida"
     "Danos tu Espíritu para ser reyes-servidores"

En el Evangelio de hoy Jesús nos invita, entre otras cosas, a:

- Descubrirle en los pobres, enfermos, hambrientos y sedientos... en definitiva en todas las personas, porque todos somos pobres. Hay pobres de dinero, de compañía, de esperanza, de fe, de amigos, de salud, de libertad, de cariño... Y hay pobres de todo. Éstos eran los preferidos de Jesús y deben ser nuestros preferidos.
“Señor, dame una mirada contemplativa”

- A dar a cada uno lo que necesita. Y a darlo con amor. Porque dándolo a los hermanos, a Cristo mismo lo ofrecemos.
“Señor, haznos ricos en generosidad”

- A valorar a las personas por su capacidad de amor, de entrega... Y no por otros criterios tan importantes como la inteligencia, el aspecto físico, el dinero, el poder...

“Ayúdanos a valorar según tu corazón”

Señor, te acojo como Rey, como Señor de mi vida, voluntariamente, con entera libertad. No me obligas a abrazar tu bandera; me invitas a seguirte y esperas con paciencia mi respuesta.

No me has prometido dinero, ni honores, ni vida fácil, pero me aseguras la paz y la alegría más grandes.

Tú no eres como los señores de este mundo. No utilizas tu poder para manipular y enriquecerte.

Tu único poder es el Amor, el amor que se entrega para dar vida, vida eterna el amor que sabe sacar el bien del mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto más violento, encender la esperanza en la oscuridad más densa.

Por eso, Señor, con confianza y gratitud y alegría, te acojo como Rey, como Señor de mi vida.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 20, 27-40



 
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: "Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda". Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que son juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección no se casan. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Porque Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para Él».
Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
 
Palabra del Señor.
 ¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

 Los saduceos no creían en la resurrección y plantean a Jesús una pregunta, no para aclarar una duda, sino para ridiculizar a cuantos creían en la resurrección. A veces no nos conformamos con presentar nuestras ideas con sencillez y claridad, y menospreciamos a quienes tienen opiniones y creencias distintas a las nuestras.
     "Señor, hazme sencillo y humilde"
     "Ayúdame a respetar y a amar a los que no piensan como yo"

Jesús aprovecha hasta la mala intención de los saduceos para exponer su doctrina con paciencia: "No es Dios de muertos, sino de vivos". Nosotros creemos en la resurrección. Creemos que un día resucitaremos a una vida nueva de hijos de Dios en plenitud, de fraternidad perfecta. Podemos rezar con la letra de una canción de la Hermana Glenda:

Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar, puedo reír; puedo abrazar a mi mayor enemigo y mirarlo en ti.
Yo creo en tu resurrección, porque tengo paz en mi corazón; porque puedo entregarme, a pesar de todo este dolor.
Yo creo en tu resurrección, porque soy feliz junto a ti; porque me amas tanto, que hasta moriste por mí.-
Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar; porque tengo tanto, tanto, tanto para entregar

Yo creo que tú, Señor, vivirás en mí. Yo creo que tú, Señor, vencerás en mí.
Yo creo que tú, Señor, moraras en mí; para siempre, para siempre, Señor.

Yo creo en tu resurrección, porque ni el dolor ni mi propio error, ninguna angustia podrá separarme de tu amor.
Yo creo en tu resurrección, porque todo lo puedo con tu amor, porque sé que cuidas de mi vida mejor que yo.
Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar, porque puedo entregarme, a pesar de todo este dolor.
Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar; porque tengo, tanto, tanto, tanto para entregar.

Yo creo en ti, Señor. Yo creo en la fuerza de tu vida. Creo que donde sobreabundo el pecado, sobreabundo más tu gracia
Creo en la fuerza de tu pequeña semilla en nuestro corazón, que da el ciento por uno. Creo que vives en nosotros.  Yo creo en ti, Señor.

Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar, porque puedo entregarme, a pesar de todo este dolor
Yo creo en tu resurrección, porque puedo amar, porque tengo tanto, tanto, tanto para entregar
.


La fe en la resurrección no nos desentiende de los problemas de la tierra. Los cristianos no deberíamos tener tanto miedo para entregar la vida por los hermanos, por el Reino de Dios, porque sabemos que recobraremos una vida nueva multiplicada. Los cristianos hemos recibido la misión de "traer el cielo a la tierra", de trabajar para que todos se sientan hermanos e hijos de Dios. ¿Cómo voy a responder a esta misión? Pido a Dios luz y fuerza para hacerlo con generosidad.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 45-48



 
Jesús, al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Está escrito: "Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones"».
Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerla, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
 
Palabra del Señor.
 ¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús no sólo es el hombre dulce y tierno que nos habla de cosas preciosas. Es también el profeta valiente que denuncia la falsedad, que reacciona ante el abuso, que se enfrenta a los poderosos... En nuestra vida se han de combinar dos dimensiones de la vida de Jesús y de los profetas: plantar el amor y arrancar el pecado, el anuncio de la solidaridad y la denuncia del egoísmo, consolar corazones desgarrados y remover conciencias conformistas... En mi vida ¿qué tendría que potenciar a este respecto? Pido a Dios luz y fuerza.

Yo soy la persona más tranquila del mundo.
Soy la personificación de la tranquilidad.
Ciudadano calmado, sin manías, sin extremismos,
tranquilo y pacífico. Ese soy yo.

Si hay miseria a mi alrededor, yo ayudo un poquito
y luego me tranquilizo al saber que pocos hacen lo que yo.
En una época de tanto egoísmo,
yo soy de veras un tipo leal y sincero.
¡Incluso rezo todos los días, cosa que pocos hacen!

Pero tú, Jesús, te has acercado a mí...
y me has pedido ser profeta, para gritar tu verdad,
anunciar tu Buena Nueva, ser testigo ante el mundo.

¡Pero Jesús! ¿Yo?... Tal vez este no sea el mejor trabajo,
no sé si sabré hacerlo, además necesitaré prepararme...
La tarea no es nada fácil, necesito arrojo y valor.
Y yo sólo tengo una cosa: miedo.

Desde luego, ser profeta...
es poner tus palabras en nuestra boca,
tus obras, en nuestros hechos,
es ser como tú fuiste. ¡Y acabaste en la cruz!
Mira Jesús, que todo esto es demasiado...
a mí me gustaría, ¡pero es que...
yo no tengo sangre de profeta!

Jesús, Tú escuchas con paciencia mis excusas,
y me miras con un inmenso cariño.
Tienes paciencia conmigo y me ayudas a entender
que sólo tiene vida el que la arriesgar por amor,
que Tú siempre estarás a mi lado
que tu fuerza será mi fuerza,
que tu sabiduría será la mía,
que todo lo puedo cuando voy contigo. Amén

  Intentaban quitarlo de en medio. El mensaje de Jesús les resultaba peligroso. Y para colmo, se atreve a echar a los vendedores del templo. Les parece intolerable. También nosotros tratamos de quitarnos de en medio a quien nos resulta molesto, al que nos recuerda la verdad, tantas veces molesta... Lo pensamos y pedimos perdón.

Jesús no era un maestro más. Sabía de qué hablaba. Hacía lo que decía. Era coherente hasta el extremo. No era hombre de medias tintas. Conocía los problemas de la gente. Por eso y por muchas cosas más, lo escuchaban con gusto. Nosotros no somos "el Mesías", no somos el Hijo de Dios. Pero estamos hemos recibido el mismo Espíritu de Jesús y estamos llamados a ser anunciadores del Evangelio. Si intentamos seguir a Jesús con autenticidad, aunque estemos envueltos por mil pobrezas, mucha gente estará pendiente de nuestros labios... y de nuestra vida.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 41-44



 

Cuando Jesús estuvo cerca de Jerusalén y vió la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios».
 
Palabra del Señor.
 ¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús lloró. Lo acabamos de leer en este evangelio. Jesús sufre sobre todo con el sufrimiento de las personas. Se deja afectar por los problemas de los demás. No pasa de largo. No se cierra en sus problemas.
     "Gracias Jesús porque sufres por mi, por nuestro mundo"
     "Ayúdame Señor a compartir las alegrías y los problemas de los demás"

  "Si al menos tu comprendieras..." La historia de Jesús es la historia de un incomprendido. No le comprende la gente que lo escucha, ni siquiera sus mismos discípulos. En muchas ocasiones el evangelio nos dice que los más cercanos no le entienden. También a nosotros nos cuesta entender. Hay palabras difíciles de entender y vivir: cruz, sacrificio, perdón, humildad, entrega...
     "Ayúdame Señor a entender tu palabra"
     "Gracias Señor por tener paciencia conmigo"

  Jesús pronuncia las palabras del Evangelio de hoy pocos días antes morir. A pesar de no ser comprendido, Jesús sigue amando, sigue entregándose por aquellos que le rechazan. ¡Cuanto nos cuesta amar a los que no nos entienden y sufrir por aquellos que nos ignoran! Necesitamos la fuerza del Espíritu para avanzar por este camino.
     "Dame Señor un corazón generoso como el tuyo"
     "Gracias Padre por las personas que me aman gratuitamente"
     "Concédeme Señor tu Espíritu de entrega"

Jesús, al acercarte a Jerusalén y ver la ciudad, dijiste llorando: -¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas y no has querido!

Al acercarte a mi vida, me dices llorando: -¡Si al menos tú comprendieras lo mucho que te amo; si al menos tú comprendieras que estoy siempre dispuesto a acompañarte, a escucharte, a consolarte, a darte fuerza; si al menos tú cuidaras a tus hermanos más necesitados!

Señor, sé que tú eres fuego y no me acerco a calentarme; sé que tú eres pan y no me acerco a saciar mi hambre; sé que tú eres paz y no me acerco a curarme de mis inquietudes; sé que tú eres alegría y prefiero quedarme a solas con mi tristeza...

Prefiero hacer otras cosas, acercarme a otras personas, aunque sé que sólo tú puedes colmar el gran corazón que me diste. Señor, que tus lágrimas me conviertan y sepa acercarme cada día a ti, sin prisa, con absoluta confianza, que sepa dejarme cuidar por ti, para vivir como un polluelo, seguro y feliz, bajo las alas de la gallina.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 19, 11-28




Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.
Les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: "Háganlas producir hasta que yo vuelva". Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: "No queremos que éste sea nuestro rey".
Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más". "Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades".
Llegó el segundo y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más". A él también le dijo: "Tú estarás al frente de cinco ciudades".
Llegó el otro y le dijo: "Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado". El le respondió: "Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses".
Y dijo a los que estaban allí: "Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más".
"¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!"
Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia».
Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.

Palabra del Señor.



¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Dios nos ha dado a todos muchos talentos. Algunos talentos son más vistosos, más valorados por nosotros mismos, por la familia, por la Iglesia, por la sociedad. Otros son más discretos, menos visibles, menos valorados y, normalmente, más importantes. ¿Cuáles son mis talentos? ¿cuáles son los que más valoro? ¿cuáles son los que menos?
     "Señor, gracias por todas las capacidades que me has dado"
     "Gracias Padre por confiar en mi"

 A veces no nos damos cuenta ni valoramos los talentos de los demás. Y, por consiguiente, no les ayudamos a desarrollar lo que han recibido. Hay personas que se sienten sin talentos, sin capacidades... El miedo y la falta de confianza las arrincona, van perdiendo lo poco que tienen. En ellos se hacen realidad las palabras de Jesús: "al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene",
     "Dame luz, Jesús, para descubrir los talentos de los pobres, de los ignorantes..."
     "Dame fuerza y sabiduría para ayudar a los demás a desarrollar sus talentos"

 La enseñanza de la parábola es clara: tenemos que trabajar los talentos recibidos. Los tenemos que multiplicar. Y no por miedo a Dios, sino porque cuando desarrollamos las capacidades recibidas nos enriquecemos, enriquecemos a nuestra comunidad y a la sociedad en que vivimos. ¿Qué talentos tendría que desarrollar más? ¿cómo? Pido a Dios luz y fuerza.

Señor, sé que a mí mucho se me ha dado:
la vida, el día a día, tantas capacidades,
tantos talentos, tantos proyectos,
tantas posibilidades, tantas experiencias,
tantas relaciones, tantas oportunidades,
tantas personas, tantas pasiones,
tantas experiencias, tantos dones… tanto.

Señor, sé que a mí mucho me has confiado:
ser hijo tuyo, ser hermano de todos,
ser discípulo tuyo, ser testigo de tu proyecto,
ser profeta en medio del mundo,
ser tu palabra y tus manos… ser desde ti.

Señor, sé que a mí mucho se me ha dado
y mucho se me ha confiado.
Ojalá esté a la altura de las circunstancias,
Mucho me has dado, Señor
mucho quiero regalar y entregar de todo corazón.
mucho quiero darte.

Dame la capacidad necesaria
para agradecerte cuanto soy y tengo,
y la fe necesaria para nunca olvidar
que todo procede de ti y a ti se dirige. Así sea.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Jornada Mundial de los Pobres


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 14-30




Jesús dijo a sus discípulos esta parábola:
El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió.
En seguida, el que había recibido cinco talentos fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos ganó otros dos; pero el que recibió uno solo hizo un pozo y enterró el dinero de su señor.
Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presento otros cinco. «Señor, le dijo, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel, le dijo su señor; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor».
Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: «Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado». «Está bien, servidor bueno y fiel; y  que respondiste fielmente en lo poco, te encargare de mucho mas: entra a participar del gozo de tu señor».
Llegó luego el que había recibido un solo talento. «Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!» Pero el señor le respondió: «Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes».

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Conocemos muy bien esta parábola. Pero no se trata solamente de conocer bien. Se trata de descubrir en cada momento qué nos está queriendo decir Dios en cada momento de la vida.

Nos podemos preguntar:
¿Qué talentos he recibido a lo largo de mi vida? ¿Los valoro y agradezco?
¿Qué hago con los talentos que he recibido?
¿Qué ocurre cuando trabajo los talentos recibidos? ¿Qué ocurre cuando los escondo?
¿Qué me dice Dios en este momento de mi vida? ¿Qué le digo?

Señor, tú nos has confiado muchos talentos, muchas capacidades, muchas posibilidades de crecer y servir. (los recordamos)
Hay talentos muy vistosos: la simpatía, la facilidad de palabra, la fuerza física... Otros talentos están más ocultos: la capacidad de amar, de escuchar, de rezar...
Señor, gracias por todos los talentos he recibido a lo largo de mi vida. Dame sabiduría para reconocer hasta los talentos más ocultos y aquellos que crecen en mí cuando me acerco a ti y a los hermanos.
No permitas que, en vez de agradecer los talentos recibidos, esté continuamente echando de menos los que han recibido otros.
Señor, gracias por todas las personas, por todas las situaciones complicadas que me ayudan a descubrir y desarrollar talentos nuevos, desconocidos.
Gracias por ayudarme a poner mis capacidades al servicio del prójimo y del necesitado, de un mundo más hermoso, de una iglesia más evangélica y evangelizadora.
Te pido perdón porque no he trabajado todos los talentos, porque muchos han acabado escondidos bajo tierra.
Señor, ayúdame a conocer, valorar, agradecer y trabajar los talentos recibidos. Así crecerá la alegría en mis hermanos y en mi corazón y en el tuyo. Amén.

Los cinco minutos del Espíritu Santo

El Espíritu Santo es un manantial generoso, una fuente desbordante que siempre da. Y por eso, siempre nos invita a dar con generosidad. A ve...