jueves, 11 de abril de 2019

Liturgia - Lecturas del día



Lectura del libro del Génesis
17, 1-9

Cuando Abrám tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo:
« Yo soy el Dios Todopoderoso.
Camina en mi presencia y sé irreprochable.
Yo haré mi alianza contigo,
y te daré una descendencia muy numerosa».

Abrám cayó con el rostro en tierra, mientras Dios le seguía diciendo:
«Ésta será mi alianza contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones. Y ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que Yo te he constituido padre de una multitud de naciones. Te haré extraordinariamente fecundo: de ti suscitaré naciones, y de ti nacerán reyes.
Estableceré mi alianza contigo y con tu descendencia a través de las generaciones. Mi alianza será una alianza eterna, y así Yo seré tu Dios y el de tus descendientes. Yo te daré en posesión perpetua, a ti y a tus descendientes, toda la tierra de Canaán, esa tierra donde ahora resides como extranjero, y Yo seré su Dios».
Después, Dios dijo a Abraham: «Tú, por tu parte, serás fiel a mi alianza; tú, y también tus descendientes, a lo largo de las generaciones».

Palabra de Dios.


Dios tiene “una manía” irresistible, que los hombres puedan gozar de su presencia, de tener relaciones con él. En esta historia, Dios da diversos pasos en su progresivo acercamiento a los hombres. El primero es el que se nos relata hoy. El pacto que establece con Abrán, que, a partir de ese momento, se llamará Abrahám, que significa “padre de multitud”, que es uno de los puntos que Dios le promete y para siempre. El segundo, es el pacto de Dios con el pueblo judío. “Yo seré tu Dios y ustedes seran mi pueblo”. El tercer paso será el que realice a través de Jesús, su propio Hijo, con toda la humanidad y para siempre. Dios no quiere dejarnos solos a nuestra propia suerte. Porque es Dios, nos ama y sabe más que nosotros, quiere acompañarnos las 24 horas del día en nuestro difícil caminar por esta tierra. Nos ofrece su luz, su continua presencia, su amor. Es algo que nos recuerda en cada eucaristía, donde nos sigue ofreciendo su presencia y su amor, regalándonos su cuerpo entregado y su sangre derramada, y se instala en nuestro corazón y se hace el dulce huésped del alma. 



SALMO RESPONSORIAL                               104, 4-9

R.    El Señor se acuerda de su Alianza.

¡Recurran al Señor y a su poder,
busquen constantemente su rostro;
recuerden las maravillas que Él obró,
sus portentos y los juicios de su boca! R.

Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:
el Señor es nuestro Dios,
en toda la tierra rigen sus decretos. R.

Él se acuerda eternamente de su Alianza,
de la palabra que dio por mil generaciones,
del pacto que selló con Abraham,
del juramento que hizo a IsaacR.





    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
       según san Juan
8, 51-59

Jesús dijo a los judíos:
«Les aseguro
que el que es fiel a mi palabra
no morirá jamás».
Los judíos le dijeron: «Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y Tú dices:
"El que es fiel a mi palabra
no morirá jamás".
¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser Tú?»
Jesús respondió:
«Si Yo me glorificara a mí mismo,
mi gloria no valdría nada.
Es mi Padre el que me glorifica,
el mismo al que ustedes llaman "nuestro Dios",
y al que, sin embargo, no conocen.
Yo lo conozco
y si dijera: "No lo conozco",
sería, como ustedes, un mentiroso.
Pero Yo lo conozco y soy fiel a su palabra.
Abraham, el padre de ustedes,
se estremeció de gozo,
esperando ver mi Día:
lo vio y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron: «Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?»
Jesús respondió:
«Les aseguro que desde antes que naciera Abraham,
Yo Soy».
Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.


Palabra del Señor.


 Por la Palabra eterna del Padre fueron creadas todas las cosas. El que sea fiel a las palabras de Jesús, no morirá para siempre. Aquel que es antes de Abraham y de cualquier otra criatura, se ha hecho uno de nosotros para convertirse para nosotros en fuente de vida eterna. Quien lo acepte tendrá la vida, quien lo rechace, la habrá perdido para siempre, pues no hay otro camino de salvación, sino sólo Cristo.
Así la fe de Abraham ha quedado superada por la fe en Cristo. Por eso debemos no sólo escuchar la Palabra de Dios, sino ser fieles a ella. Entonces no sólo conoceremos a Dios, sino que en verdad lo tendremos como Padre nuestro. Y teniendo a Dios con nosotros tendremos vida, y Vida eterna; y, a pesar de que tengamos que pasar por la muerte nuestro destino final estará escondido con Cristo en Dios, con quien viviremos eternamente.

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