Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 14, 27-31a
MARTES 26 DE ABRIL
Les dejo la paz,
les doy mi paz,
pero no como la da el mundo.
¡No se inquieten ni teman!
Me han oído decir:
«Me voy y volveré a ustedes».
Si me amaran,
se alegrarían de que vuelva junto al Padre,
porque el Padre es más grande que Yo.
Les he dicho esto antes que suceda,
para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes,
porque está por llegar el Príncipe de este mundo:
él nada puede hacer contra mí,
pero es necesario que el mundo sepa
que Yo amo al Padre
y obro como Él me ha ordenado.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
La Paz es un don de la Pascua, de Jesús resucitado. No nos la da como la da el mundo (a cambio de injusticias y sometimientos). La Paz de Jesús es gratis. Jesús nos ofrece la Paz con Dios, la Paz con los hermanos, con la creación, con nosotros mismos.
“En mi corazón Señor hay mucha violencia, dame tu Paz”
“A veces me cuesta aceptarme, perdonarme; dame tu Paz”
“Gracias Señor por el don de la Paz”
Los apóstoles están tristes porque el Maestro les anuncia su marcha. Y Jesús les dice: “Si me amaráis, os alegraríais”. A todos nos cuesta ver cómo se alejan las personas amadas. Pero no tenemos en propiedad a los amigos, ni a la familia. Tampoco pertenecemos a nadie, sólo a Dios. Y Dios respeta nuestra libertad; es más, la multiplica. Tú y yo, y cada persona tiene el derecho y el deber de seguir su camino, de cumplir su vocación.
“Danos Señor un amor limpio, que no provoque dependencias”
“Ayúdanos a encontrar y seguir el camino que nos conduce a Ti”
“Perdona Señor nuestros intentos de dominar, de quitar libertad”
“Gracias por habernos creado libres, por querernos siempre”
“Cura el pecado que hiere y mata la libertad y la felicidad"
Pedimos la Paz del resucitado con esta oración del Obispo Pedro Casaldáliga:
Danos, Señor, aquella Paz extraña
que brota en plena lucha como una flor de fuego;
que rompe en plena noche como un canto escondido;
que llega en plena muerte como el beso esperado.
Danos la Paz de los que andan siempre, desnudos de ventajas,
vestidos por el viento de una esperanza núbil.
Aquella Paz del pobre que ya ha vencido el miedo.
Aquella Paz del libre que se aferra a la vida.
La Paz que se comparte en igualdad fraterna como el agua y la Hostia.”
La Paz es un don de la Pascua, de Jesús resucitado. No nos la da como la da el mundo (a cambio de injusticias y sometimientos). La Paz de Jesús es gratis. Jesús nos ofrece la Paz con Dios, la Paz con los hermanos, con la creación, con nosotros mismos.
“En mi corazón Señor hay mucha violencia, dame tu Paz”
“A veces me cuesta aceptarme, perdonarme; dame tu Paz”
“Gracias Señor por el don de la Paz”
Los apóstoles están tristes porque el Maestro les anuncia su marcha. Y Jesús les dice: “Si me amaráis, os alegraríais”. A todos nos cuesta ver cómo se alejan las personas amadas. Pero no tenemos en propiedad a los amigos, ni a la familia. Tampoco pertenecemos a nadie, sólo a Dios. Y Dios respeta nuestra libertad; es más, la multiplica. Tú y yo, y cada persona tiene el derecho y el deber de seguir su camino, de cumplir su vocación.
“Danos Señor un amor limpio, que no provoque dependencias”
“Ayúdanos a encontrar y seguir el camino que nos conduce a Ti”
“Perdona Señor nuestros intentos de dominar, de quitar libertad”
“Gracias por habernos creado libres, por querernos siempre”
“Cura el pecado que hiere y mata la libertad y la felicidad"
Pedimos la Paz del resucitado con esta oración del Obispo Pedro Casaldáliga:
Danos, Señor, aquella Paz extraña
que brota en plena lucha como una flor de fuego;
que rompe en plena noche como un canto escondido;
que llega en plena muerte como el beso esperado.
Danos la Paz de los que andan siempre, desnudos de ventajas,
vestidos por el viento de una esperanza núbil.
Aquella Paz del pobre que ya ha vencido el miedo.
Aquella Paz del libre que se aferra a la vida.
La Paz que se comparte en igualdad fraterna como el agua y la Hostia.”
lunes, 25 de abril de 2016
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 16, 15-20
Jesús resucitado se
apareció a los Once y les dijo:
«Vayan por todo el mundo,
anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice
se salvará. El que no crea se condenará.
Y estos prodigios
acompañarán a los que crean: arrojarán demonios en mi Nombre y hablarán
nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben
un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los
enfermos y los sanarán».
Después de decirles esto,
el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.
Ellos fueron a predicar
por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los
milagros que la acompañaban.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
San Marcos se dejo seducir por Cristo. El amor de Dios llenaba su corazón de alegría, una alegría que tenía que compartir. Entendió enseguida que ser cristiano es ser anunciador de una Buena Noticia: escribió con sencillez su Evangelio y lo anunció con todas las fuerzas de su alma. ¿Evangelizas? ¿Cómo lo haces? ¿Con qué palabras y con qué gestos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
El que crea y se bautice se salvará, será más feliz, su vida tendrá sentido, su esperanza será más fuerte, tendrá más fuerza para amar, para perdona, para entregar su vida…
“Gracias Señor por el don de la fe y del bautismo”
Echarán demonios: mentiras, injusticias, guerras, discordias… Hablarán lenguas nuevas: el testimonio, la entrega, la dulzura…. Cogerán serpientes y beberán venenos: incomprensiones, rechazos, insultos… y no les hará daño.
Es fácil amar lo amable, rozar lo bello,
admirar brillos y fachadas,
agujero negro de miradas distraídas;
aplaudir lo exitoso,
jalear lo apuesto,
empujar aún más alto
lo que no toca techo.
Difícil es adentrarse en el caos
oculto tras el rostro cordial.
Deambular por las estancias
pobladas por demonios de dentro,
las memorias
que encadenan nuestro vuelo a derrotas pasadas,
los amores difíciles,
las batallas perdidas,
los gritos que, sin darlos,
martillean en cada rincón.
Difícil, pero posible.
Todos necesitamos,
alguna vez,
alguien
que toque, con ternura,
nuestras cicatrices.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
-------------------
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Con estas palabras, Jesús, te diriges a cada uno de nosotros. Quieres que contagiemos la alegría de encontrarte, el gozo de la fe, de sentirnos amados por ti; para que todos te conozcan, te amen y sean más felices. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte.
¿Dónde nos envías, Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envías a todos. El evangelio es para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. También para quien parece más lejano, más indiferente. Tú buscas a todos, quieres que todos sientan el calor de tu misericordia y de tu amor.
Señor, no tengo ninguna preparación especial y a veces soy una calamidad. Como Jeremías, yo también te digo: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». Y tú me dices lo mismo que dijiste a Jeremías: «No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte». «No tengáis miedo», nos dices. Cuando vamos a anunciarte, Tú mismo vas por delante y nos guías. Nunca nos deja solos, nunca dejas solo a nadie. Nos acompañas siempre.
Jesús, no nos has dicho: «Ve», sino «Id». Nos envías juntos, en grupo, en comunidad, en iglesia. Juntos hacemos frente a los desafíos. Juntos somos fuertes. Juntos descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos.
Nos envías para servir. Evangelizar no son sólo palabras, es dejar que nuestra vida se identifique con la tuya, es tener tus sentimientos, tus pensamientos, tus acciones. Y tu vida, Jesús, es una vida para los demás, es una vida de servicio. Ayúdanos a superar nuestros egoísmos, para servir, inclinándonos para lavar los pies de nuestros hermanos, como tú hiciste, como tú haces, Jesús.
Danos un corazón que sepa acoger la fuerza que nos ofreces para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo. Gracias, Jesús, porque, a pesar de nuestras miserias, cuentas con nosotros, cuentas conmigo.
Inspirada en una homilía del Papa Francisco en la JMJ Rio de Janeiro 2013
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
San Marcos se dejo seducir por Cristo. El amor de Dios llenaba su corazón de alegría, una alegría que tenía que compartir. Entendió enseguida que ser cristiano es ser anunciador de una Buena Noticia: escribió con sencillez su Evangelio y lo anunció con todas las fuerzas de su alma. ¿Evangelizas? ¿Cómo lo haces? ¿Con qué palabras y con qué gestos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
El que crea y se bautice se salvará, será más feliz, su vida tendrá sentido, su esperanza será más fuerte, tendrá más fuerza para amar, para perdona, para entregar su vida…
“Gracias Señor por el don de la fe y del bautismo”
Echarán demonios: mentiras, injusticias, guerras, discordias… Hablarán lenguas nuevas: el testimonio, la entrega, la dulzura…. Cogerán serpientes y beberán venenos: incomprensiones, rechazos, insultos… y no les hará daño.
Es fácil amar lo amable, rozar lo bello,
admirar brillos y fachadas,
agujero negro de miradas distraídas;
aplaudir lo exitoso,
jalear lo apuesto,
empujar aún más alto
lo que no toca techo.
Difícil es adentrarse en el caos
oculto tras el rostro cordial.
Deambular por las estancias
pobladas por demonios de dentro,
las memorias
que encadenan nuestro vuelo a derrotas pasadas,
los amores difíciles,
las batallas perdidas,
los gritos que, sin darlos,
martillean en cada rincón.
Difícil, pero posible.
Todos necesitamos,
alguna vez,
alguien
que toque, con ternura,
nuestras cicatrices.
José Mª Rodríguez Olaizola, sj
-------------------
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Con estas palabras, Jesús, te diriges a cada uno de nosotros. Quieres que contagiemos la alegría de encontrarte, el gozo de la fe, de sentirnos amados por ti; para que todos te conozcan, te amen y sean más felices. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte.
¿Dónde nos envías, Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envías a todos. El evangelio es para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. También para quien parece más lejano, más indiferente. Tú buscas a todos, quieres que todos sientan el calor de tu misericordia y de tu amor.
Señor, no tengo ninguna preparación especial y a veces soy una calamidad. Como Jeremías, yo también te digo: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». Y tú me dices lo mismo que dijiste a Jeremías: «No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte». «No tengáis miedo», nos dices. Cuando vamos a anunciarte, Tú mismo vas por delante y nos guías. Nunca nos deja solos, nunca dejas solo a nadie. Nos acompañas siempre.
Jesús, no nos has dicho: «Ve», sino «Id». Nos envías juntos, en grupo, en comunidad, en iglesia. Juntos hacemos frente a los desafíos. Juntos somos fuertes. Juntos descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos.
Nos envías para servir. Evangelizar no son sólo palabras, es dejar que nuestra vida se identifique con la tuya, es tener tus sentimientos, tus pensamientos, tus acciones. Y tu vida, Jesús, es una vida para los demás, es una vida de servicio. Ayúdanos a superar nuestros egoísmos, para servir, inclinándonos para lavar los pies de nuestros hermanos, como tú hiciste, como tú haces, Jesús.
Danos un corazón que sepa acoger la fuerza que nos ofreces para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo. Gracias, Jesús, porque, a pesar de nuestras miserias, cuentas con nosotros, cuentas conmigo.
Inspirada en una homilía del Papa Francisco en la JMJ Rio de Janeiro 2013
DOMINGO 24 DE ABRIL
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 13, 31-33a. 34-35
Durante la Última Cena, después que Judas salió,
Jesús dijo:
Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado
y Dios ha sido glorificado en Él.
Si Dios ha sido glorificado en Él,
también lo glorificará en sí mismo,
y lo hará muy pronto.
Hijos míos
ya no estaré mucho tiempo con ustedes.
Les doy un mandamiento nuevo:
ámense los unos a los otros.
Así como Yo los he amado,
ámense también ustedes los unos a los otros.
En esto todos reconocerán que ustedes son mis
discípulos:
en el amor que se tengan los unos a los otros.
Palabra del Señor.
Comentarios
Publicar un comentario