Nuestra Señora de Luján
Hacia el año 1630, un cierto portugués, de
nombre Antonio Faría de Sá, hacendado de Sumampa,jurisdicción de
Córdoba del Tucumán, pidió a un amigo suyo, Juan Andrea, marino, que le
trajese del Brasil una imagen de la Concepción de María Santísima con
el propósito de venerarla en la Capilla que estaba fabricando en su
estancia. Juan Andrea cumplió el encargo y le trajo no una, sino dos
imágenes de Nuestra Señora, que llegaron al puerto de Buenos Aires.
Una, según el pedido, era de la Purísima Concepción; la otra, del
título de la Madre de Dios con el niño Jesús dormido entre los brazos.
Desde luego entendieron los arrieros tal disposición del Cielo de que
la imagen de la Virgen encerrada en tal cajón debía quedarse en aquel
paraje y así siguieron con la otra a su destino.
Ambas imágenes fueron colocadas en dos
cajoncillos y subidas a una carreta. Al llegar a las orillas del Río
Luján, en la estancia de Rosendo, los troperos se detuvieron allí para
pasar la noche. Al día siguiente, una clara mañana de Mayo, queriendo
proseguir el camino no pudieron mover la carreta. Admirados de la
novedad pasaron a individualizar la causa y declaró el conductor del
convoy: “Aquí vienen dos cajones con dos bultos de la Virgen, que
traigo recomendados para una capilla de Sumampa”. Cuando abrieron el
cajón, hallaron una bella imagen de Nuestra Señora de la Concepción, de
media vara de alto y con las manos juntas ante el pecho. Luego de
venerar la Santa Imagen la llevaron en procesión a la casa de Rosendo y
sus dueños le levantaron un humilde altar. Fue entonces cuando un
joven negro llamado Manuel- dijo: “Sáquese de la carreta uno de los
cajones y observemos si camina”. Así se hizo, pero en vano. “Truéquense
los cajones”, replicó él mismo. Entonces ocurrió que al cambiar los
cajones y al tirar los bueyes la carreta se movió sin dificultad.
La Imagen de Nuestra Señora estuvo por algún
tiempo guardada y venerada en la pequeña habitación de la casa de campo
del Rosendo, adornada ahí con todo el decoro y respeto posible. Pero
muy pronto los dueños de la estancia quisieron levantar a la milagrosa
Imagen una Capilla que estaría lista hacia mediados de 1633. Fue
abierta a los numerosos peregrinos que allí acudían, atraídos por las
gracias que la Virgen Santísima dispensaba a sus devotos. Su
construcción sería muy rústica y no pasaría de un modesto rancho, con
paredes de barro, techo de paja y piso natural de tierra y por todo
lujo un revoque de blanqueo; y el pequeño altar tendría una sencillez
primitiva y un poco arriba del mismo estaría colocada la Santa Imagen.
La Capilla o Ermita de los Rosendo no tendría más de cinco varas de
largo por tres de ancho.
El mercedario Pedro de Santa María relata: “la
Santa Imagen estuvo en lo de dicho Rosendo, en un Oratorio muy corto y
muy venerada la Imagen de todo el Pago. Y dicho Rosendo dedicó un negro
llamado Manuel al culto de la Imagen, quien cuidaba de la lámpara de
dicha Señora, que incesantemente ardía”.
Hacia el año 1671, Ana de Matos, mujer acaudalada
de Buenos Aires, que conocía de cerca el milagro deLuján, dolorida por
el abandono en que quedaba la Santa Imagen, se acercó al Cura de la
Catedral, Presbítero Juan de Oramas, medio hermano del Pbro. Diego
Rosendo de Trigueros, para pedírsela o comprársela. Debido a la soledad
de los campos y sin materiales convenientes no fue fácil construir una
Capilla por lo que se procuró un modesto Oratorio, junto a la casa de
Doña Matos. Al cuidado del culto fue puesto el Negro Manuel, su fiel
servidor. Hacia el año 1677 empezó la obra de la Nueva Capilla
construida con material de ladrillos cocidos y se concluyó hacia 1685
celebrando la colocación de la Imagen en su nicho.
El traslado, desde la antigua ermita hasta la
casa de doña Matos se cumplió cerca del 8 de diciembre, como
preparación a una nueva celebración de la Purísima Concepción.
Participaron el Obispo de Buenos Aires Cristóbal de la Mancha y Velazco
(1646-1673) y el Gobernador Martínez de Salazar. El 2 de octubre de
1682 doña Ana dona tierras a la Santa Imagen de Luján en estos términos:
“Porque tengo mucho amor a la advocación de Nuestra Señora de la
Limpia Concepción y a su Santa Imagen hago gracia y donación a dicha
Imagen de todo el sitio que necesitare para la fábrica de su capilla…”.
Hace la donación con la condición de que la Imagen ha de estar
perpetuamente en dichas tierras; así se convertía en oficial y pública
la Capilla de Nuestra Señora al pasar al dominio de la Iglesia la
posesión de ese lugar sagrado y también daba origen y fundamento a la
verdadera fundación de la actual ciudad de Luján.
Doña Ana de Matos murió el 25 de enero de 1698
Doña Ana de Matos murió el 25 de enero de 1698
Rosendo dedicó a un negro llamado Manuel al culto
de la Imagen quien había sido testigo del milagro. Hacia el año 1638
contrae matrimonio con una mujer criolla, llamada Beatriz, esclava de la
familia González Filiano. El matrimonio fue celebrado en la humilde
Ermita de la Concepción del río Luján. Beatriz fue una fiel compañera
del negro Manuel y lo secundó plenamente en el empeño por mantener vivo
el culto a la Santísima Virgen en la apartada Ermita de Rosendo. Beatriz
falleció antes de 1670.
Del Negro Manuel, dicen las crónicas hacia el año
1648, que era de “una rara calidez y simplicidad” y que cumplió
fielmente el encargo que recibiera de su primitivo amo, el conductor de
las Santas Imágenes, al decirle “que era de la Virgen y que no tenía
otro amo a quien servir que a la Virgen Santísima”. Por su fe en Dios el
negro Manuel “con el sebo de las velas que ardían en presencia de la
Santa Imagen de María
Santísima obraba prodigiosas curaciones en varios
enfermos que de partes diferentes concurrían a la Capilla”: Tales
curaciones las cumplía el negro esclavo sin llamar la atención de nadie,
más que de la gente sencilla y devota de la Santa Virgen.
Hacia 1681, cuando todavía la Santa Imagen de la
Virgen se hallaba en el Oratorio de Doña Matos y se estaba levantando la
Capilla, ocurren hechos milagrosos sobre el negro Manuel que hallaba a
la Virgen Santísima llena de rocío muchas mañanas, y con abrojos en el
vestuario, y que empezaba él a decirle que qué necesidad tenía de
salirse de su nicho, siendo poderosa para obrar cualquier maravilla, sin
salirse de él. Y también esta otra frase que se le apropia “¿Cómo es
que sos tan amiga de los pecadores, que salís en busca de ellos, cuando
ves que te tratan tan mal?
Su muerte acaeció probablemente en 1686. “Murió
el Negro Manuel en santidad, por cuyo mérito es tradición que logró su
cuerpo sepultura detrás del Altar Mayor del Santuario, descansando a los
pies de su bien amada Imagen de Nuestra Señora de Luján."
“El negro Manuel vestido de un costal a raíz de
las carnes, y criando barba larga a manera de ermitaño, ayudó no poco a
la prosecución de la obra de la Capilla, y después continuó en servicio
de la gran Señora hasta la ancianidad decrépita. Hallándose en la última
enfermedad dijo un día que su Ama le había revelado que había de Morir
en viernes y que el Sábado siguiente lo llevaría a la gloria. En efecto,
su muerte aconteció el día mismo que había dicho.”
Por los años 1684 sucedió que el Padre Pedro
Montalbo enfermó gravemente de unos ahogos asmáticos que en poco tiempo
le redujeron a tísico confirmado. Fue entonces cuando decidió ir a
visitar a Nuestra Señora con ánimo de vivir o morir en su compañía.
Poco antes de llegar a la vivienda de doña
Matos, era tan mal el estado en el que se encontraba que lo dieron por
muerto.Lo llevaron como pudieron y el negro Manuel le ungió en el pecho
con el sebo de la
lámpara y de esa manera volvió en sí. Luego
le dijo que creyese que se iba a sanar perfectamente de su enfermedad,
porque su Ama (así llamaba a la Virgen) lo quería como su primer
Capellán, y que así había de suceder.
Luego, Manuel, tomó de los abrojos que solía
guardar al despearlos del vestuario de la Imagen los mezcló con un poca
de barro que sacudía de sus fimbrias, y realizó un cocimiento. Se lo dio
de beber al Padre Pedro en nombre de la Santísima Virgen y con solo
este remedio quedó libre de sus ahogos y enteramente sano. En
agradecimiento don Pedro se quedó como Capellán de la Virgen y la sirvió
diez años continuos con singular devoción y esmero, asumiendo la
construcción de la capilla.
El nuevo Capellán prosiguió la obra con tal
empeño que en 1685 la Imagen fue colocada en la nueva Capilla, conocida
como la Capilla de Montalbo, ubicada en lo que es hoy la intersección de
las calles San Martin y 9 de julio, a metros de la actual Basílica.
Murió el 1 de febrero de 1701. En sede vacante, el Cabildo Eclesiástico
de Buenos Aires creó el 23 de octubre de 1730, la parroquia de Nuestra
Señora de Luján. Como primer párroco fue nombrado el doctor José de
Andújar, quien ya actuaba como colaborador en esta Capellanía.
Permaneció hasta 1738, año en que pasó a la Catedral de Buenos Aires.
El Alférez real Don Juan de Lezica y Torrezuri, toda una personalidad. Desde 1750, en que ejerció el cargo de Regidor del Cabildo de Buenos Aires, hasta 1776 en que desempeñó las funciones de Juez Comisario de la Real Audiencia, Lezica había ejercido empleos de dignidad. Habiendo recorrido casi toda América, se radicó finalmente en La Paz (Bolivia). Después de haber sido feliz en sus negocios y expediciones, enfermó y se vino a Buenos Aires. Desahuciadopor los médicos, recordó los prodigios de la Virgen de Luján. A Ella acudió con confianza. Recuperó su salud (1737). Curado ya, Lezica volvió a sus negocios. Once años después, nuevamente enfermo, retornó a Luján. Otra vez la Virgen lo curó. Comprendió ahora que tenía una misión de gratitud quecumplir. El entonces Capellán Pbro. Carlos Vejarano le expuso la necesidad de erigir un templo a la Santa Imagen, la que en ese momento se encontraba en un galpón que reemplazaba la Capilla de Montalbo,venida abajo. Lezica se ofreció para ello.Enterado el Obispo de Buenos Aires, Mons. Marcelino y Agramonte de las cualidades y habilidades de este Alférez Real, lo nombró Director Administrador de la obra del nuevo templo, con el título, loshonores y preeminencias que las Bulas pontificias y las leyes españolas le acordaban como Fundador,bienhechor y síndico del Santuario de Nuestra Señora de Luján. Luego de vencer inmunerables dificultades de orden legal, Lezica, asesorado por los arquitectos D. Antonio Mazella y D. Joaquín Marini, comenzó la construcción del nuevo Santuario el 24 de agosto de 1754, cavándose sus cimientos hasta la tosca, y fue argamasado en su mayor parte con cal de Córdoba y una arena gruesa y especial que la tradición atribuye a un milagro de la Virgen que fuese encontrada en las inmediaciones, cuando los maestros de obra se hubieron convencido de que era imposible hacer la mezcla con la tierra de esos parajes.
El 25 de mayo de 1889, el P. Jorge María Salvaire tomaba posesión como Párroco de Luján y Capellánde la Virgen. Después de vencer muchas dificultades, el 4 de mayo de 1890, trazados ya los planos y elegido el estilo gótico,dieron comienzo las obras de la actual Basílica.La aprobación alentadora del Arzobispo, que asumió toda la responsabilidad, lo orientaba a no gastar en la construcción, más de lo que entrara. El entusiasmo creado, propalado por la revista La Perla del Plata-, que había sido fundada el 6 de enero de ese mismo año, fue tal que, sin aportes estatales, con la sola contribución de los fieles, los cimientos se hundieron en la tierra y los nuevos muros empezaron a aflorar y crecer.Planos, dependencias varias -hornos de ladrillos, herrerías, taller de piedras, carpintería, etc. Todo fueprevisto y montado.Cuando la Comisión objetó los planos por lo grandioso de la construcción, dijo el Arzobispo Aneiros.
La Virgen quiere este templo. Y el Pueblo argentino, cuando sabe de qué se trata, es muy generoso.Sabiendo que se trata de elevar a su Madre del Cielo una iglesia digna de Ella, se mostrará generoso. Tres años después, en 1897, León XIII creó el Obispado de La Plata -Monseñores Espinosa y Terrero- continuaron estimulando la colosal empresa. En 1904, en un marco de fervorosa solemnidad, la Sagrada Imagen de Luján fue trasladada desde el Santuario de Lezica al nuevo Camarín. En 1910, Mons. Terrero bendijo solemnemente las naves de la Basílica, habilitándolas para las celebraciones culturales mientras se continuaba la construcción del resto. El grandioso órgano de la Basílica, construido en la casa Cavaillé-Coll de París, de 49 registros reales, fue inaugurado a mediados de 1911.Tricentenario del milagroLa aprobación alentadora del Arzobispo, que asumió toda la responsabilidad, lo orientaba a no
gastar en la construcción, más de lo que entrara. El entusiasmo creado, propalado por la revista -La Perla del Plata-, que había sido fundada el 6 de enero de ese mismo año, fue tal que, sin aportes estatales, con la sola contribución de los fieles, los cimientos se hundieron en la tierra y los nuevos muros empezaron a aflorar y crecer.Con entusiasmo inigualable y en un clima indescriptible de fervor y devoción marianos en todos los niveles, fueron celebrados los trescientos años del Milagro de Luján.Todo el año 1930 fue dedicado a rememorar y agradecer el evento religioso de 1630.
Pero se eligió mes de octubre como tiempo más apropiado. Se consagró una semana entera de solemnidades y celebraciones.Las notas y tañidos del sonoro campanario constantemente invitaban a fiesta. Se abrió la -Gran Semana Lujanense del Tricentenario-, domingo 5 de octubre, con la proclamación de Nuestra Señora de Luján como Patrona de las tres Repúblicas del Plata: Argentina, Paraguay y Uruguay.A principios de 1930, Monseñor Francisco Alberti, Obispo diocesano de La Plata y de Luján, había solicitado en nombre de todo el Episcopado Argentino, Uruguayo y Paraguayo al Papa Pío XI, que se dignara declarar oficialmente a la Virgen de Luján Patrona de las tres Repúblicas.El 5 de octubre el mismo Obispo platense,en ausencia del Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Bottaro, postrado por la enfermedad, asumió la representación de todos los Arzobispos, Obispos de los tres países y proclamó ( por bula de Pío XI, del 8 de setiembre de 1930), a la Virgen de Luján como Patrona Celestial ante Dios.Enfrente de la Basílica, colmando la Plaza Belgrano, Monseñor De Andrea, Obispo Titular de Temnos,enardeció a la multitud con su verbo cálido y vibrante y luego, Monseñor Dionisio Napal, tomó el juramento multitudinario, aceptando a María de Luján como Patrona y Celestial Protectora del Pueblo Argentino. Imponente fue el gesto y el grito.A indicación de Mons. Napal, con la mirada fija en la Basílica y con el brazo derecho en alto, resonó por tres veces el sí juramos de fidelidad a Dios y a la Virgen. Las campanas (fabricadas en Milán), se echaron a vuelo, y la banda entonó los himnos patrios de las tres Repúblicas. Junto al trono de la Madre, los venerables Pastores de las Iglesias Argentina, Uruguaya y Paraguaya, para depositar
allí los anhelos y votos de sus pueblos. El Nuncio Apostólico, Mons. Felipe Cortesi, Delegado Papal para estas solemnidades, celebró el Pontifical. Mons. Aragone, Arzobispo de Montevideo, ocupó la Cátedra Sagrada. Actuó en la parte coral la Sociedad Polifónica Romana, bajo la dirección de Monseñor Rafael Casimiro Casimiri.
La visita del Legado Pontificio a Luján, el 15 de octubre de 1934, Cardenal Eugenio Pacelli, rubricó un día glorioso en los anales de preclaros peregrinos. "Nuestra Señora de Luján fue declarada Patrona Oficial del XXXII Congreso Eucarístico Internacional". A la Virgen de Luján le fue dedicado el sábado 13 de octubre.
Misión de Buenos Aires
En 1960 la Capital Federal, con el Gran Buenos Aires, vivieron días extraordinarios de gracia y misericordia celestiales. Dos mil misioneros argentinos y extranjeros, por mandato de los Obispos se lanzaron con entusiasmo a sembrar la semilla del Evangelio. Pero no fueron solos.
El 28 de septiembre salió de la Basílica de Luján la auténtica Imagen de Nuestra Señora en plan de Misionera. Rodríguez, Morón, Lomas de Zamora, Avellaneda, Quilmes la recibieron con entusiasmo exultante entre aplausos, cantos, bandas de música, lágrimas de emoción... Era la primera vez que llegaba por esos pueblos, semejante Misionera que convocaba multitudes y las dirigía al encuentro y reconciliación con Jesucristo Redentor y Salvador de los hombres.De la periferia, saliendo de Avellaneda, la Santa Imagen se dirigió lentamente en blanco carruaje a la Capital Federal. Imponentes eran las multitudes que en cada barriada la aguardaban.Según los diarios de entonces en algunos momentos del paso de la Virgen por los barrios, pareció que las casas quedaban deshabitadas. Sus moradores se habían volcado prácticamente en los balconesy aceras. Por un momento, estuvieron suspendidas todas las actividades. Peluquerías, bares, talleres mecánicos y carnicerías estaban desiertos. Sus dependientes, clientes y servidores, con sus ropas de trabajo, quisieron verla pasar y se ubicaron en el borde de las aceras.Otra multitud que colmaba la Plaza de Mayo esperaba a la Virgen cuando llegaba a la Catedral Metropolitana . Monseñor Serafini hizo entrega de la S. Imagen al Cardenal Caggiano, Arzobispo de Buenos Aires. El Intendente de la Ciudad pronunció un discurso de bienvenida. Con este acto empezó propiamente la gran Misión llamada de Buenos Aires.La Imagen continuó después visitando parroquias, estratégicamente elegidas, hasta el mes de noviembre. El poder de convocación que tiene la Virgen es verdaderamente asombroso. Así se manifestó en todas partes. Terminada la Gran Misión se pasó a vivir las jornadas del 1º Congreso Mariano Internacional. En los jardines de Palermo se levantó un altar, que fue el epicentro de los principales actos del Congreso.El 14 de noviembre la S. Imagen de Luján, recibida por una inusitada multitud de su propia Ciudad, reingresaba a su querida Basílica.
"Vengo a orar por todos aquellos que han
perdido la vida: por las víctimas de ambas partes; por las familias que
sufren, como lo hice igualmente en Gran Bretaña. Vengo a orar por la
paz, por una digna y justasolución del conflicto armado"
En la estación de ferrocarril, el Santo
Padre fue recibido por el Obispo de Mercedes, Mons. Emilio Ogñenovich.
Al aparecer el Santo Padre sobre la Avenida Ntra. Sra. De Luján se
estremeció la multitud y comenzaron a agitarse las banderas y banderines
entre vítores y aplausos. Luego, Juan Pablo II fue a postrarse ante la
Sagrada Imagen de Luján, bajada expresamente desde su Templete dorado
para ser colocada al lado del altar Papal.
Su Santidad oró ante Ella. Luego se acercó a
la bendita Imagen y le colocó el estuche abierto que contenía laRosa de
Oro que, con admiración inesperada de todos, como obsequio y distinción
excepcional el Santo Padre ofrendaba a Nuestra Señora de Luján.
Hoy terminamos esta peregrinación a la Casa
de la Virgen y como hacemos en cada visita, nos quedamos en silencio
ante su Imagen. La tenemos cerca, nos recibe en la entrada de su Casa
este año, ésta Casa que están terminando de poner linda. Por eso
estamos tan agradecidos a todos aquellos que han puesto su esfuerzo para
esto. Pero lo más importante es que tenemos esta necesidad de rezar y
contarle a nuestra Madre todo lo que compartimos en nuestra vida, y lo
que compartimos con tantos peregrinos en el camino. Ahora, al escuchar
el Evangelio que nos cuenta ese momento sagrado en el que Jesús nos
deja a su Madre para que nos proteja, miramos la cruz y nos aferramos a
su compañía, la compañía de la Virgen y la de Jesús. Nuestros caminos
están protegidos por ellos dos. Nuestra fe está en ellos, nuestra fe
está aquí, esta es la Casa de la fe de nuestra Patria! Por eso ahora
rezamos y sentimos como late nuestro corazón porque estamos en la Casa
de nuestra Madre, en la Casa de la fe de nuestra Patria.
Y hoy, en la Casa de nuestra Madre le
venimos a hacer un pedido: que nos enseñe a trabajar por la justicia.
¿Saben ustedes a quién se le ocurrió hacer este pedido? A ustedes
mismos. Sí, porque en las oraciones que escriben cuando visitan Luján
fue apareciendo esta oración que hoy es el lema: “Madre, enseñanos a
trabajar por la justicia”. Es un lema que late en el corazón de los
peregrinos de la Virgen y que se ha hecho oración. Peregrinos que somos
los hijos de esta querida patria nuestra. Luján es la Casa de todos
los hijos de la Virgen y por eso estamos haciéndole este pedido: que
nos enseñe a trabajar por la justicia, y que nos enseñe a trabajar por
ser personas justas en la vida.
Posiblemente este pedido, hecho aquí en
Luján, haya surgido del corazón de tantos peregrinos después de haber
sido recibidos y escuchados. Porque aquí en Luján, a cada peregrino se
lo recibe y se lo escucha. Y ser recibidos y escuchados es un gran acto
de justicia; y gracias a esto estamos en paz, rezando y nos brotan
cosas muy sinceras en el corazón, en la oración con la Virgen. Y por
eso surge esta necesidad de ser más hermanos, ocuparnos más y mejor
unos de otros. Esto ya es ser justos. Aquí en Luján aprendemos a ser
personas justas, porque con el corazón sereno y perdonado, nos
llenamos del amor de Dios, por eso la mirada es mucho más profunda. Es
mirar la vida desde Dios, es mirar la vida con Dios, que es El justo,
el gran Justo.
Cuánto bien nos hace venir a Luján para
aprender a ser buenos hijos, buenos hermanos, que se ocupan por el bien
de los otros. Por eso aquí hacemos este pedido para todos nosotros,
para toda nuestra Patria. Es el mejor lugar para hacerlo. Que aprendamos
todos a trabajar por la justicia y para esto, que siempre tengamos el
corazón abierto, el corazón grande que nos anime a hacer este pedido.
Que a nadie le falte esa actitud del
corazón, la de tener que aprender cada día a ser más justos en la
vida. Que se nos enseñe dónde habrá que poner una mirada más abierta y
disponible, menos egoísta o interesada, que se nos enseñe a que no
hagamos la nuestra, a que no se diga de cada uno de nosotros: “Este
hace la suya”, sino hacer una mirada, una gran mirada que nos haga
hermanos, que nos preocupemos siempre por los demás.
¿Y cómo puede ayudar la Virgen a trabajar
por la justicia? Lo vamos a pensar juntos durante esta Misa y mirándola
a Ella, en la puerta de la Basílica o mirando la Basílica. Ustedes
vinieron en peregrinación ofreciendo sus vidas por los otros, rezando
por tantas necesidades, las de ustedes o esas que les pidieron que
“trajeran” en el corazón hasta aquí los amigos, los vecinos, los
familiares… Ya que vas a Lujan, llevá una intención mía, pedile a la
Virgen por esto… Al llegar al Santuario vivimos esto tan lindo de ser
recibidos, y esto es lo que nos llena el corazón, nos da esperanza y
así es como podemos continuar la vida: con la bendición de Jesús y de
su Madre.
Y de esta manera, con Jesús y con su Madre,
es como podemos trabajar por la justicia. Porque cuando nos reconocemos
hijos y hermanos, es cuando en nuestro corazón nace esa actitud
generosa por la vida y es cuando buscamos lo mejor y más grande para los
otros. Jesús en la Cruz nos entrega su vida y le pide a la Virgen que
nos cuide. Jesús llegó a la Cruz para que ese gesto fuera
reconciliador, hablara de justicia a todos. ¡El nos hizo justos, El nos
justificó con su vida, con su muerte y su resurrección…! ¡Y si hoy
podemos tener la frente alta, la frente de ser bautizados, la frente de
decir “somos hijos de Dios” es porque El nos justificó, El nos hizo
justos, El no se miró así mismo sino que nos miró a nosotros!. Hagamos
lo mismo: miremos a los demás y ayudémonos a crecer por la justicia.
A la Virgen le pedimos fuerza para trabajar
por la justicia. Le pedimos serenidad cuando haya dificultades. Le
pedimos que seamos hermanos para poder compartir el camino. Y le
pedimos a ella, que es Madre, que no nos falte el silencio de la
oración: no vamos a poder ser justos si no lo rezamos, que no vamos a
poder ser justos si no lo pedimos. Por eso le pedimos que no nos falte
el silencio de la oración y las ganas de peregrinar para ofrecer la
vida por los otros. Que ella nos conceda ésta gracia.
Que así sea.
Luján, 7 de octubre de 2012
Card. Jorge Mario Bergoglio, s.j.
Arzobispo de Buenos Aires
Arzobispo de Buenos Aires
Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.
Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra Patria; hoy alzamos
nuestros ojos y nuestros brazos hacia tí... Madre de la Esperanza, de
los pobres y de los peregrinos, escúchanos...
Hoy te pedimos por Argentina, por nuestro pueblo. Ilumina nuestra patria con el sol de justicia, con la luz de una mañana nueva, que es la luz de Jesús. Enciende el fuego nuevo del amor entre hermanos.
Unidos estamos bajo la celeste y blanca de nuestra bandera, y los colores de tu manto, para contarte que: hoy falta el pan material en muchas, muchas casas, pero también falta el pan de la verdad y la justicia en muchas mentes. Falta el pan del amor entre hermanos y falta el pan de Jesús en los corazones.
Te pedimos madre, que extingas el odio, que ahogues las ambiciones desmedidas, que arranques el ansia febril de solamente los bienes materiales y derrama sobre nuestro suelo, la semilla de la humildad, de la comprensión. Ahoga la mala hierba de la soberbia, que ningún Caín pueda plantar su tienda sobre nuestro suelo, pero tampoco que ningún Abel inocente bañe con su sangre nuestras calles.
Haz madre que comprendamos que somos hermanos, nacidos bajo un mismo cielo, y bajo una misma bandera. Que sufrimos todos juntos las mismas penas y las mismas alegrías. Ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza material y espiritual y que tomados de tu mano digamos más fuerte que nunca: ¡ARGENTINA! ¡ARGENTINA, CANTA Y CAMINA!
Hoy te pedimos por Argentina, por nuestro pueblo. Ilumina nuestra patria con el sol de justicia, con la luz de una mañana nueva, que es la luz de Jesús. Enciende el fuego nuevo del amor entre hermanos.
Unidos estamos bajo la celeste y blanca de nuestra bandera, y los colores de tu manto, para contarte que: hoy falta el pan material en muchas, muchas casas, pero también falta el pan de la verdad y la justicia en muchas mentes. Falta el pan del amor entre hermanos y falta el pan de Jesús en los corazones.
Te pedimos madre, que extingas el odio, que ahogues las ambiciones desmedidas, que arranques el ansia febril de solamente los bienes materiales y derrama sobre nuestro suelo, la semilla de la humildad, de la comprensión. Ahoga la mala hierba de la soberbia, que ningún Caín pueda plantar su tienda sobre nuestro suelo, pero tampoco que ningún Abel inocente bañe con su sangre nuestras calles.
Haz madre que comprendamos que somos hermanos, nacidos bajo un mismo cielo, y bajo una misma bandera. Que sufrimos todos juntos las mismas penas y las mismas alegrías. Ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza material y espiritual y que tomados de tu mano digamos más fuerte que nunca: ¡ARGENTINA! ¡ARGENTINA, CANTA Y CAMINA!
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