MENSAJE DE PASCUA 2014
NO TENGAMOS MIEDO, CRISTO HA RESUCITADO
(CONVOCANDO A LA IIIª ASAMBLEA DEL PUEBLO DE DIOS)
Con
 voz exultante la Iglesia anuncia que Cristo ha resucitado. Dice María 
Magdalena: “he visto al Señor” (Jn. 20, 18). Luego los apóstoles, los 
discípulos y
 los creyentes, los innumerables testimonios de los mártires, los 
confesores, los fieles que han dado la vida por el Señor, en todas las 
épocas y en diferentes situaciones, estaban convencidos de que Cristo es
 “el camino, la verdad y la vida”. Todos ellos dicen, y nosotros 
confesamos con ellos el grito de victoria: “¡Ha resucitado. 
Verdaderamente ha resucitado!”.
La
 muerte que anteriormente era perpetua ha sido debilitada, destruida, y 
fue convertida de eterna en temporal. Si por Adán murieron todos, por 
Cristo todos volverán a la vida. (Cfr. San León Magno, Sermón 8, “Pasión
 del Señor”). Este acontecimiento es original e inaudito. En el cielo, 
todo es paz y regocijo pero, en la tierra, lamentablemente no es así. 
Aquí en nuestro mundo,
 el aleluya pascual contrasta todavía con los lamentos y el clamor que 
provienen de tantas situaciones dolorosas: miseria, hambre, 
enfermedades, guerras, violencias, inseguridades, injusticias, odios, 
mentiras y corrupciones, que comprometen gravemente el bien general. Y 
precisamente Cristo ha muerto y resucitado por esto. Ha muerto a causa 
de nuestros pecados de hoy y ha resucitado también para redimir nuestra 
historia de hoy. Es de desear que Cristo resucitado nos abra el camino 
de la libertad, de la justicia y de la paz.
Su
 presencia victoriosa colma de esperanza nuestra vida y nos ayuda a 
vivir como resucitados; en lo personal, en los social y como iglesia 
diocesana. En la familia, viviendo las virtudes domésticas de respeto, 
amor, consideración y de
 responsabilidad. Como ciudadanos de un pueblo, que conformamos una 
Nación, nuestro comportamiento cívico no puede escindirse ni 
fragmentarse de manera esquizofrénica. Como cristianos tenemos que vivir
 la fe construyendo la unidad y viviendo la vida que el Resucitado nos 
ofrece.
Esta
 fuerza Victoriosa, que surge de la realidad y la verdad de la Pascua de
 Jesús, nos invita una vez más a no tener miedo. El Resucitado ante el 
desafío de vivir nuestra fe personal y comunitariamente nos dice: “¡No 
tengan miedo!”.
Cuántas veces hemos oído esta confortante y
 alentadora exhortación del Señor.
“¡No
 tengan miedo!”, les dice a sus discípulos al enviarlos a proclamar la 
cercanía del Reino de Dios (Mt 10, 28. 31); “¡No tengan miedo!”, les 
dice a los Doce embarcados, revelándoles su divinidad (Mt 14, 27); “¡No 
tengan miedo!”, les repite a las mujeres, el Resucitado, enviándolas a 
compartir la Buena Noticia con sus hermanos (Mt 28, 10).
“¡No
 tengan miedo!, ¡Abran de par en par las puertas a Cristo!” Le decía a 
la Iglesia el beato Juan Pablo II, al iniciar su ministerio petrino. 
“¡No tengan miedo!;
 vale la pena decir Sí a Cristo”, alentaba el Papa Francisco a los 
jóvenes en la última jornada mundial en Brasil.
“¡No
 tengan miedo!”, es la invitación con la que quiero convocar, a cuantos 
conforman esta Iglesia particular de Avellaneda-Lanús,  para reunirnos 
en la IIIª Asamblea del Pueblo de Dios, a realizarse entre el 10 y el 12
 de octubre del corriente año.
A
 dos años de comenzar el nuevo milenio los convoqué a la Iª Asamblea 
Diocesana (2002) en la que asumimos el desafío de consolidar la unidad, 
crecer en solidaridad y en el fervor
 misionero. El plan Diocesano de Pastoral nos permitió acompasar nuestro
 caminar. Poco después del acontecimiento de Aparecida nos volvimos a 
encontrar para celebrar la IIª Asamblea diocesana en la que, desde 
nuestra condición de discípulos misioneros de Jesucristo, renovamos 
nuestro compromiso evangelizador priorizando la atención de los más 
necesitados, de los jóvenes y las familias.
Esta
 IIIª Asamblea diocesana del Pueblo de Dios, a la que convoco, nos 
permitirá hacer un alto en el camino para oír la renovada invitación del
 Señor que nos dice: “Escucha, pueblo mío…” Necesitamos escuchar al 
Señor, prestar oídos a su Palabra y que esta incida de verdad en 
nuestras vidas.
Dios
 nos habla como a amigos, nos invita y nos recibe en su compañía (DV 2);
 necesitamos encontrarnos para encarnar la audaz invitación que nos 
hiciera el Papa Francisco a ser una Iglesia en salida, una comunidad de 
discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, 
que fructifican y festejan (EG 24).
Por
 eso con el Señor Resucitado, Jesús, nuestro Maestro y Pastor, quiero 
decirles, para que lo repitamos juntos: “¡No tengamos miedo!”, 
necesitamos reunirnos para compartir fraternalmente la alegría 
contagiosa del testimonio compartido, necesitamos encontrarnos para 
enriquecernos con
 las experiencias evangelizadoras vividas, necesitamos estar juntos y 
reconocer nuevamente la voz del Señor que nos invita a adentrarnos en la
 profundidad del mar de nuestro realidad, a echar juntos la red de la 
Nueva Evangelización.
Quedan,
 entonces, convocados a participar activamente en la IIIª Asamblea del 
Pueblo de Dios que peregrina en Avellaneda-Lanús. Recemos en nuestras 
comunidades, compartamos los trabajos preparatorios, ayudémonos 
mutuamente a escuchar con atención y discernir lo que el Espíritu está 
diciendo a nuestra Iglesia a través de los signos de los tiempos, ya que
 estamos llamados a asumir decididamente una actitud de permanente 
conversión y renovación misionera (DA 366) en nuestra Diócesis.
Profundicemos
 nuestra comunión con la Iglesia universal, renovemos nuestra comunión 
con el sucesor de Pedro, el querido Papa Francisco, en la persona de su 
Nuncio Apostólico, Mons. Paul Emil Tscherrig. Que la fuerza y la 
Victoria de Cristo Resucitado alumbre esta IIIª Asamblea del Pueblo de 
Dios y que esta Iglesia particular de Avellaneda-Lanús crezca y se 
fortalezca en la conciencia eclesial y en la necesidad de vivir en la 
conversión y el trabajo Misionero.
Nos encomendamos a nuestra Madre, la Virgen de la Asunción y a Santa Teresa, patronas de nuestra Diócesis para que
 juntos hagamos un profundo y fructuoso camino de comunión y misión.
¡Felices Pascuas para todos! Los bendigo como Padre y Pastor.
                                                                                                                                                                &nbs
p;              
                                            +Mons. Rubén O. Frassia - Obispo de Avellaneda-Lanús    

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