Hipócritas, sinvergüenzas, malnacidos. Y el médico un cabrito con pintas
Ayer han venido a pedirme información para un bautizo posiblemente
a finales de septiembre. La abuela, catequista y adoradora nocturna, es
la que se acercó a la parroquia para hablar de estas cosas.
Apenas unos días el chiquitín y me dice que está para comérselo. Nació con un problema, eso sí, en un brazo le faltan la manita y parte del antebrazo. Me contaba que lo supieron a los cuatro meses de embarazo y que estaba ella con los papás cuando el médico les comunicó el problema. Lo terrible fue, me decía, lo que les dijo el médico: “¿qué piensan hacer?” La respuesta de los padres: “quererle mucho”.
¿Nos damos cuenta de lo que se esconde tras ese “qué piensan hacer”? Es una clarísima invitación al aborto, algo así como decir “ya que el niño no es perfecto, usted decide si desea traerlo al mundo”.
Tantos derechos humanos, tanto respeto a los diferentes, tanto no discriminar,
vivan los derechos de todos, hay que respetar. Leyes que protegen al
lince ibérico, el proyecto gran simio para cuidar de los pobrecitos
chimpancés, el horror de las corridas de toros mientras se protegen y
blindan los correbous. La opción por los pobres, la apuesta por los desfavorecidos, el compromiso con los desheredados, el cuidado de los pequeños… Pero ¿qué van a hacer?
Triste sociedad en la que uno no vale por su ser persona humana, por su ser de hijo de Dios. Pena de sociedad donde lo que importa no es lo que eres: un ser humano, un hijo de Dios, sino cómo eres: perfecto o con alguna tara. Igual que un televisor, una videoconsola, el cacharro de moda, el mueble del salón o la tapicería del coche: “que vengo a devolverlo porque tiene una mancha, un rasguño en la esquina, un reflejo raro en la pantalla". Igual con el propio hijo. Igual no, peor. Porque un electrodoméstico con una pequeña tara se vende aunque sea con descuento. Al hijo se le mata. No es perfecto, no tiene derecho a vivir.
Y lo curioso es que encima hay gente que te lo vende como una prueba de amor al hijo, tan grande que los padres prefieren renunciar al hijo antes que traer al mundo a su pequeño para que sufra. Hipócritas, sinvergüenzas, malnacidos.
Qué suerte ha tenido este pequeño al que bautizaré en unas semanas porque ha caído en una familia en la que le quieren mucho. Pobrecito mío. Y qué animal el médico: “el niño viene sin una manita, qué piensan hacer? A gente como a este médico la gente en mi pueblo los llamaba cabritos, cabritos crecidos, y además con pintas.
P. Jorge González Guadalix
Apenas unos días el chiquitín y me dice que está para comérselo. Nació con un problema, eso sí, en un brazo le faltan la manita y parte del antebrazo. Me contaba que lo supieron a los cuatro meses de embarazo y que estaba ella con los papás cuando el médico les comunicó el problema. Lo terrible fue, me decía, lo que les dijo el médico: “¿qué piensan hacer?” La respuesta de los padres: “quererle mucho”.
¿Nos damos cuenta de lo que se esconde tras ese “qué piensan hacer”? Es una clarísima invitación al aborto, algo así como decir “ya que el niño no es perfecto, usted decide si desea traerlo al mundo”.
Triste sociedad en la que uno no vale por su ser persona humana, por su ser de hijo de Dios. Pena de sociedad donde lo que importa no es lo que eres: un ser humano, un hijo de Dios, sino cómo eres: perfecto o con alguna tara. Igual que un televisor, una videoconsola, el cacharro de moda, el mueble del salón o la tapicería del coche: “que vengo a devolverlo porque tiene una mancha, un rasguño en la esquina, un reflejo raro en la pantalla". Igual con el propio hijo. Igual no, peor. Porque un electrodoméstico con una pequeña tara se vende aunque sea con descuento. Al hijo se le mata. No es perfecto, no tiene derecho a vivir.
Y lo curioso es que encima hay gente que te lo vende como una prueba de amor al hijo, tan grande que los padres prefieren renunciar al hijo antes que traer al mundo a su pequeño para que sufra. Hipócritas, sinvergüenzas, malnacidos.
Qué suerte ha tenido este pequeño al que bautizaré en unas semanas porque ha caído en una familia en la que le quieren mucho. Pobrecito mío. Y qué animal el médico: “el niño viene sin una manita, qué piensan hacer? A gente como a este médico la gente en mi pueblo los llamaba cabritos, cabritos crecidos, y además con pintas.
P. Jorge González Guadalix
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