Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 22, 34-40
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús
había hecho callar a los saduceos, se reunieron
con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley,
le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál
es el mandamiento más grande de la Ley?»
Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu
espíritu. Éste es el más grande y el primer
mandamiento. El segundo es semejante al primero:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».
Palabra del Señor.
"La Vida del hombre de fe y su
fidelidad a los mandatos divinos han de
interpretarse a la luz del amor. Amor a Dios,
Creador y Señor de todo, pues sin Él nada somos y
nada podemos hacer. Amor al prójimo; pues no es la
simple compasión la que nos ha de llevar a tender
la mano a los desprotegidos, y a perdonar a
quienes nos ofenden, y a proclamarles el
Evangelio. Mientras el amor fraterno no esté en
nosotros, todo lo que hagamos por los demás se
quedará en débiles esfuerzos a favor de ellos, y
el egoísmo impediría que hiciésemos más de que
aquello que realmente debemos hacer por ellos,
como es el amarlos hasta dar, no sólo nuestros
bienes, sino incluso nuestra propia vida, con tal
de que ellos se vean libres de sus miserias en
todos los niveles. Como dice Madre Teresa de
Calcuta: Nuestro amor sólo será sincero cuando nos
duela. Por tanto nuestro amor no será verdadero
cuando al hacer el bien nos quedemos despegados de
la cruz y sin la señal de los clavos, pues no sólo
hemos de dar lo que nos sobra, o lo que nos
permite continuar asegurando nuestro futuro, sino
que hemos de llegar a amar hasta el extremo, en la
misma medida en que nosotros hemos sido amados por
Dios."
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