Evangelio cotidiano / Semana 2ª de Adviento
Evangelio según san Mateo 17, 10-13
Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?”. Él les contestó: “Elías vendrá y lo renovará todo. Pero les digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos”. Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.
Palabra del Señor.
“Debe venir a poner en orden todo”
Hoy, 14 de diciembre, estamos ya casi terminando la 1ª parte del Adviento, el llamado escatológico. Es la preparación a la llegada definitiva del Señor, al final de los tiempos, cuando vendrá para coronar definitivamente su obra redentora, dando a cada uno según sus obras. La Iglesia nos invita a esperar en este tiempo con la certeza de que, cuando esto ocurra, será para la felicidad eterna del hombre que aceptó a Jesús como su salvador.
Cuando en estos días oramos diciendo: ¡Ven, Señor Jesús!, no nos referimos tanto a esa venida que celebraremos en Navidad, cuanto a su venida gloriosa al final de los tiempos. Es lo que diariamente exclamamos en la eucaristía después de la Consagración: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús!”
Y es en este encuadre litúrgico donde encuentran sentido las lecturas de este día.
Tres profetas: Elías, Juan, Jesús.
La persona de Juan el Bautista, del que Jesús habla en el evangelio, es prefigurada por el profeta Elías, uno de los personajes más importantes del A.T.
El elogio del profeta Elías en el libro del Eclesiástico concluye con una alusión a su venida al final de los tiempos para preparar los corazones de los hombres. En el Evangelio se aplica esto a Juan Bautista, que vino en el espíritu y poder de Elías para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
Un profeta semejante al fuego, por la palabra ardiente como el horno encendido. De esta manera, por el celo ardiente, es presentado Elías, pero ¿no podría decirse esto mismo de Juan Bautista y del propio Jesús? Y, tal vez, ¿no debería decirse esto mismo de todos los cristianos hechos profetas desde el bautismo? Ardor en nuestro corazón y por eso en nuestras palabras, sin por ello dejar de ser palabras que botan de un corazón manso y humilde.
Elías ya ha venido, pero no le reconocieron. En la tradición bíblica el profeta Elías había de venir. Elías ya vino, dice el Señor y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así, también el Hijo del Hombre va a padecer en manos de ellos.
Cuando dijo esto el Señor, sus discípulos entendieron que se refería a Juan el Bautista. Todo profeta es tal en relación con Cristo. Le prepara el camino ante los hombres con su predicación y su testimonio de vida. Está dispuesto a desaparecer cuando Él llegue. Ha de percatarse de que su misión está cumplida. Sobre todo, le imitará en su conducta. Como Jesús, y como los antiguos profetas que lo anunciaron, el profeta de hoy y de todos los tiempos sabe que le espera la incomprensión, el sufrimiento, y…
Las lecturas de hoy nos sitúan a todos ante una alternativa. ¿Sabemos leer los signos de los tiempos, sabemos distinguir la presencia de los profetas y de Jesús mismo en nuestra vida? ¿la aceptamos?
Demos gracias al Señor porque a nuestro alrededor hay muchos – profetas- testigos de Dios, hombres y mujeres que dan testimonio de Cristo y de su Evangelio, personas fieles que sin actitudes espectaculares están demostrando que sí es posible vivir según las bienaventuranzas de Cristo.
Comentarios
Publicar un comentario