martes, 31 de diciembre de 2019

Liturgia - Lecturas del día



Lectura de la primera carta de san Juan
2, 18-21

Hijos míos,
ha llegado la última hora.
Ustedes oyeron decir que vendría un Anticristo;
en realidad, ya han aparecido muchos anticristos,
y por eso sabemos que ha llegado la última hora.
Ellos salieron de entre nosotros;
sin embargo, no eran de los nuestros.
Si lo hubieran sido, habrían permanecido con nosotros.
Pero debía ponerse de manifiesto
que no todos son de los nuestros.
Ustedes recibieron la unción del que es Santo,
y todos tienen el verdadero conocimiento.
Les he escrito, no porque ustedes ignoren la verdad,
sino porque la conocen, y porque ninguna mentira procede de la verdad.

Palabra de Dios. 


Señor, al finalizar el 2019, lo menos que puedo hacer es un pequeño balance de mi vida a lo largo del año. Y… me inquieta lo que encuentro: manos que no tendí por pereza o dejadez, sonrisas que escatimé, saludos que negué por soberbia o rencor, miradas que desvié, disculpas que no pedí, palabras que no atendí, alegrías que no compartí, lágrimas que dejé correr, verdades omitidas o a medias… tantas cosas que me alejaron de ti, tantas veces que llamaste a mi puerta y no te abrí, tantas oportunidades perdidas… ¡Cuántos anticristos se cruzaron en mi camino! ¡Cuántos anticristos ante los que sucumbí! Pero me encuentro, también, con unos ojos que me miraron con ternura, con muchas manos que se adelantaron para estrechar la mías, con palabras y sonrisas de aliento, con el tiempo que otros me dedicaron, con la salud, con el trabajo, con el descanso, con mi familia, con mis amigos, con los fracasos, desilusiones y tristezas, de los que aprendí y me empujaron a seguir en el camino… y contigo en todos ellos, con tu amor, con tu calor en todos ellos. Y entonces pienso que… verdaderamente… estoy ungido por aquel que es Santo.



SALMO RESPONSORIAL                                                95, 1-2. 11-14

R.    Alégrese el cielo y exulte la tierra.

Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre,
día tras día, proclamen su victoria. R.

Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque. R.

Griten de gozo delante del Señor,
porque Él viene a gobernar la tierra:
Él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad. R.




    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
1, 1-18

Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz,
sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de Él, al declarar:
«Éste es Aquél del que yo dije:
El que viene después de mí
me ha precedido,
porque existía antes que yo».

De su plenitud, todos nosotros hemos participado
y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios;
el que lo ha revelado es el Dios Hijo único,
que está en el seno del Padre.

Palabra del Señor.

lunes, 30 de diciembre de 2019

Lecturas del día



Lectura de la primera carta de san Juan
2, 12-17

Hijos, les escribo
porque sus pecados han sido perdonados
por el nombre de Jesús.
Padres, les escribo
porque ustedes conocen al que existe desde el principio.
Jóvenes, les escribo
porque ustedes han vencido al Maligno.
Hijos, les he escrito
porque ustedes conocen al Padre.
Padres, les he escrito
porque ustedes conocen al que existe desde el principio.
Jóvenes, les he escrito
porque son fuertes,
y la Palabra de Dios permanece en ustedes,
y ustedes han vencido al Maligno.
No amen al mundo ni las cosas mundanas.
Si alguien ama al mundo,
el amor del Padre no está en él.
Porque todo lo que hay en el mundo
-los deseos de la carne,
la codicia de los ojos
y ostentación de riqueza-
no viene del Padre, sino del mundo.
Pero el mundo pasa, y con él, sus deseos.
En cambio, el que cumple la voluntad de Dios
permanece eternamente.

Palabra de Dios.


El mensaje va dirigido a la comunidad, cada cosa que indica a los sucesivos grupos, es extensible a todos los integrantes de la familia cristiana. Y dentro de la comunidad seguidora de Jesús el tener conciencia de ser hijos es una de las experiencias más gratificantes, al reconocer así que hemos nacido de Dios, que Él nos ha llamado a la fe y a nuestro Dios lo reconocemos como Padre.  Añade el texto, el mundo, como realidad opuesta a los planes de un Dios entregado a la causa de los hombres. Llamada de atención para no bajar la guardia ante los que dicen no a la Palabra, ni pretender la comunidad cristiana servir a dos señores, pues así hacemos un camino de muerte. Los hijos de Dios somos caminantes hacia la vida y por el amor de un Dios que es Padre permaneceremos para siempre.


SALMO RESPONSORIAL                                  95, 7 -10

R.    Alégrese el cielo y exulte la tierra.

Aclamen al Señor, familias de los pueblos,
aclamen la gloria y el poder del Señor;
aclamen la gloria del nombre del Señor. R.

Entren en sus atrios trayendo una ofrenda,
adoren al Señor al manifestarse su santidad:
¡que toda la tierra tiemble ante Él! R.

Digan entre las naciones: «¡El Señor reina!
El mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud». R.




    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
2, 22. 36-40

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor.
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él.

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús es todavía un niño, un niño débil, indefenso, amenazado... pero Ana, hija de Panuel, comienza a dar gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a cuantos esperaban la liberación de Israel. La oración y los ayunos habían afinado tanto la sensibilidad de esta mujer que es capaz de darse cuenta de que aquel niño es el Enviado de Dios para liberar a su pueblo.

Si rezásemos más y ayunemos de todo aquello que nos aleja de Dios, también nosotros sabríamos descubrir la presencia de Dios en nuestro mundo, en nuestra vida.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

La gracia de Dios acompañaba a Jesús. La gracia de Dios te acompaña a ti para que crezcas cada día más en entrega, en felicidad, en esperanza, en sabiduría, en fe...
            “Señor, acompáñame, aunque a veces te olvide”
            “Ayúdanos a descubrir tu cercanía”
            “Enséñanos a ser buenos acompañantes”

Nuestra Señora de Fátima

    En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130...