lunes, 31 de diciembre de 2018

Lecturas del día



Lectura de la primera carta de san Juan
2, 18-2

Hijos míos,
ha llegado la última hora.
Ustedes oyeron decir que vendría un Anticristo;
en realidad, ya han aparecido muchos anticristos,
y por eso sabemos que ha llegado la última hora.
Ellos salieron de entre nosotros;
sin embargo, no eran de los nuestros.
Si lo hubieran sido,
habrían permanecido con nosotros.
Pero debía ponerse de manifiesto
que no todos son de los nuestros.
Ustedes recibieron la unción del que es Santo,
y todos tienen el verdadero conocimiento.
Les he escrito,
no porque ustedes ignoren la verdad,
sino porque la conocen,
y porque ninguna mentira procede de la verdad.

Palabra de Dios.


¿En este último día del año podemos decirle al cielo, a la tierra y a todo lo que ellos contienen que se alegren? Sí, apoyados en nuestra fe en Jesucristo Señor de la historia, podemos decirle al mundo y a nuestro propio corazón: ¡Alégrate! Aunque de momento estés sufriendo, o cansado, o solo, o triste, o insatisfecho… ¡Alégrate! Es verdad que de entre “nosotros”, de los que constituimos la gran familia humana, han salido hombres y mujeres que usan el poder para enriquecerse, a sus hermanos para negociar con sus cuerpos, a Dios para matar en su nombre; sin embargo como la riqueza de la misericordia es infinita, continúa ungiendo con su Santo a sus elegidos y les sigue dando a conocer la verdad. La Unción del Espíritu y La Verdad, que es su Unigénito, son el tierno abrazo del Padre que quiere que todos nos convirtamos y lleguemos a vivir la felicidad de ser hijos suyos y hermanos de todos los hombres sin distinción. Puede que no sintamos esa alegría ni el abrazo que la contagia. ¡Creámoslo, renovemos la fe en su Palabra, dejemos que su Unción nos penetre e impregne la mente y el corazón, y poco a poco la alegría del Santo aflorará en nuestros rostros y en toda nuestra vida!



SALMO RESPONSORIAL                                                 95, 1-2. 11-14

R.    Alégrese el cielo y exulte la tierra.

Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre,
día tras día, proclamen su victoria. R.

Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque. R.

Griten de gozo delante del Señor,
porque Él viene a gobernar la tierra:
Él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad. R.





    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
1, 1-18

Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.

La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.

Apareció un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz,
sino el testigo de la luz.

La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.

Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de Él, al declarar:
«Éste es Aquél del que yo dije:
El que viene después de mí
me ha precedido,
porque existía antes que yo».

De su plenitud, todos nosotros hemos participado
y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios;
el que lo ha revelado es el Dios Hijo único,
que está en el seno del Padre.

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

 Jesucristo es la Palabra. Dios es Palabra, es comunicación, es relación. Las personas, creadas a su imagen y semejanza, estamos llamadas a relacionarnos, a comunicarnos con Él y con los hermanos. No podemos crecer como personas y como cristianos aislados. ¿Cómo cultivo las relaciones con Dios y con el prójimo? ¿son verdaderas, constructivas, sinceras? ¿Qué le dices a Dios?

Vino a su casa y los suyos no la recibieron. El mundo es la casa de Dios. Tu corazón y el de cada persona es la casa de Dios. La casa que Él ha hecho y en la que ha querido vivir para llenarla de luz y calor. En estos días de Navidad, en este año que acaba ¿cómo has acogido a Jesús? ¿qué le dices?

 A cuantos recibieron la Palabra, les da poder para ser hijos de Dios. El Hijo de Dios se ha hecho nuestro hermano, para que todos seamos hijos de Dios. No estamos llamados solamente a saber que somos hijos de Dios, estamos llamados a sentirlo y a vivirlo. Dios es tu Padre, tu Madre, te ama entrañablemente. Dios susurra a tu corazón continuamente: "Tú eres mi hijo". Ojalá que tus labios, tu corazón y tu vida susurren a Dios "Tú eres mi Padre, mi Madre". Contempla a Jesús recién nacido y silencia tu corazón para escuchar el susurro de Dios. Dile lo que sientes.

domingo, 30 de diciembre de 2018

COMPARTIENDO EL EVANGELIO Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia


(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2018)

Domingo 30 de diciembre de  2018 – FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET
Evangelio según San Lucas 2,41-52

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos no  entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

CUIDEMOS LA FAMILIA

Queridos hermanos, la Sagrada Familia es el ejemplo máximo para todos nosotros, de cómo todos tenemos que vivir, cómo todos tenemos que aprender, cómo todos tenemos que transmitir a los demás. La familia, fundamentalmente, es la primera célula de la sociedad y también de la Iglesia y, ante todo, la familia está por encima del Estado y de cualquier programa que el Estado mismo quiera imponer. La familia es la familia y el Estado es custodio de ella y no juez.

Es importante tratar de cuidar a la familia en los valores más profundos: el valor del padre, de la madre, de los hijos; el valor de los vínculos; el valor de las responsabilidades en el cómo tenemos que cuidar a nuestras familias. Siempre tratar de entender lo que es la verdad frente a todas las ideologías que muchas veces quieran o estén amenazando. Es de vital importancia darnos cuenta que a la familia hay que cuidarla, mantenerla y también transmitirla, proyectarla.

Sé que hay muchas familias rotas, hay muchas veces hijos que no tienen al padre -padres vivos y ausentes- pero no repitamos los mismos errores de siempre. Si alguien no le dio una caricia en el momento oportuno, déselo usted a sus hijos en el día de mañana. Si alguien no se sacrificó por usted, sea usted capaz de sacrificarse, y seguir sacrificándose, por sus hijos. Si alguien los abandonó, usted no abandone a los suyos.

¡FELIZ AÑO NUEVO Y QUE NOSOTROS RESPONSABLEMENTE CUIDEMOS AQUELLO QUE SE NOS HA CONFIADO: LA FAMILIA!

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén


Lecturas del Domingo

LA SAGRADA FAMILIA
DE JESÚS, MARÍA y JOSÉ




Lectura del primer libro de Samuel
1, 20-22. 24-28

En aquellos días, Ana concibió, y a su debido tiempo dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Samuel, diciendo: «Se lo he pedido al Señor».
El marido, Elcaná, subió con toda su familia para ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto. Pero Ana no subió, porque dijo a su marido: «No iré hasta que el niño deje de mamar. Entonces lo llevaré y él se presentará delante el Señor y se quedará allí para siempre».
Cuando el niño dejó de mamar, lo subió con ella, llevando además un novillo de tres años, una mediada de harina y un odre de vino, y lo condujo a la Casa del Señor en Silo. El niño era aún muy pequeño. Y después de inmolar el novillo, se lo llevaron a Elí.
Ella dijo: «Perdón, señor mío, ¡por tu vida, señor!, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti, para orar al Señor. Era este niño lo que yo suplicaba al Señor, y Él me concedió lo que le pedía. Ahora yo, a mi vez, se lo cedo a Él: para toda su vida queda cedido al Señor».
Después se postraron delante del Señor.

Palabra de Dios.


La escena de hoy se entiende a partir de la petición y promesa de Ana hecha al Señor. Ana es la esposa estéril y se ve despreciada por la otra, desahoga su amargura ante el Señor y le promete que, si le da un hijo, se lo entregará en ofrenda (1,9-18). El texto narra la ofrenda del hijo de Ana al Señor: de él será toda la vida. La señal que Ana da de la consagración del niño consiste en que no le cortarán nunca los cabellos. El nacimiento de Samuel prefigura su papel en la historia de Israel; no es sólo fruto de la carne, sino también del designio de Dios, que lo quiere profeta (3,20), juez de su pueblo (7,15) y sucesor del sacerdote-juez Elí (4,18), es decir, jefe religioso y civil del pueblo de Israel. En definitiva, el centro de interés de hoy es el cumplimiento de la promesa que Ana hizo al Señor. El hecho de que Samuel pertenezca al Señor toda la vida, más que a sus padres, ilumina el evangelio de hoy: también Jesús se debe a su Padre.


SALMO RESPONSORIAL                                     83, 2-3. 5-6. 9-10

R.    ¡Señor, felices los que habitan en tu Casa!

¡Qué amable es tu Morada, Señor del Universo!
Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor;
mi corazón y mi carne claman ansiosos
por el Dios viviente. R.

¡Felices los que habitan en tu Casa
y te alaban sin cesar!
¡Felices los que encuentran su fuerza en ti,
al emprender la peregrinación! R.

Señor del universo, oye mi plegaria,
escucha, Dios de Jacob;
protege, Dios, a nuestro Escudo
y mira el rostro de tu Ungido. R.




Lectura de la primera carta de san Juan
3, 1-2. 21-24

Queridos hermanos:
¡Miren cómo nos amó el Padre!
Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,
y nosotros lo somos realmente.
Si el mundo no nos reconoce,
es porque no lo ha reconocido a él.

Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios,
y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste,
seremos semejantes a El,
porque lo veremos tal cual es.

Queridos míos,
si nuestro corazón no nos hace ningún reproche,
podemos acercamos a Dios con plena confianza,
y Él nos concederá
todo cuanto le pidamos,
porque cumplimos sus mandamientos
y hacemos lo que le agrada.
Su mandamiento es éste:
que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo,
y nos amemos los unos a los otros como Él nos ordenó.
El que cumple sus mandamientos
permanece en Dios,
y Dios permanece en él;
y sabemos que Él permanece en nosotros,
por el Espíritu que nos ha dado.

Palabra de Dios.


El amor es la base de la familia; el amor, en palabras de San Pablo a los Colosenses, es el ceñidor de la unidad consumada. Del amor nacen la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión, todas las virtudes que adornan y sostienen la vida del matrimonio y la comunidad. Si falta el amor todo se derrumba. Pero ¿qué es amar? No es "poseer" al otro, no es "utilizar" al otro, no es "servirse del otro". Amar es darse, entregarse, es una "autodonación" de tu propia vida. Es tener al otro como en un pedestal valorando todo lo bueno que tiene y disculpando sus defectos, ¿quién no los tiene? Algunos se empeñan en poner en crisis la institución familiar, sin darse cuenta de que si la familia se viene abajo se derrumba también la sociedad. Pero amor sigue reinando, a pesar de todo. 



    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
2, 41-52

Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de Él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» Ellos no entendieron lo que les decía.
Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.


Palabra del Señor. 


GERMEN DE FE
1. Poco se nos refiere en las páginas evangélicas sobre las vicisitudes y características de la Sagrada Familia. A grandes rasgos nos ha llegado lo elemental: era una comunidad de amor, de fe y de vida. Y eso, en definitiva, es lo importante. Lo que, esta fiesta, intenta trasladar a nuestras respectivas familias sometidas a tantos avatares, presiones o confusiones.
Si Jesús necesitó de la familia para seguir adelante, para madurar, crecer y enfrentarse a su propia vida, no menos lo precisamos nosotros para saber enfocar el futuro de los hijos y, por supuesto, el horizonte que aguarda a la fe. Pretender sustituir el papel de la familia (especialmente de los padres) en planos tan importantes e irrenunciables como la educación moral, el aborto, la sexualidad o la ética, es interferir en algo sagrado y propio de los principales educadores: la familia, los padres.
2.- Qué bueno sería pensar que, si Dios se sirvió de una familia para llevar a cabo su Encarnación, también se vale de nuestras familias para llevar a cabo su reino de santidad, de justicia, de amor y de verdad. La familia, es un trampolín en el que podemos tomar el impulso y la altura idónea para lanzarnos luego a la conquista del mundo profesional, afectivo, cultural o social. La familia, como aquella primera Sagrada Familia, contribuye precisamente a eso: al crecimiento íntegro de todos sus miembros. No mira el interés de unos pocos, de unos particulares, del padre o de la madre, del hijo primero o segundo, va mucho más allá: la familia está llamada a desarrollar la personalidad de todos y cada uno de sus componentes y que se sientan útiles en el servicio a la sociedad.
3. Al contrario de lo que aconteció en la Sagrada Familia, tenemos bastante que mejorar en las nuestras. ¿Cómo está nuestra oración? ¿Y nuestro conocimiento sobre Dios? ¿Y el seguimiento en la educación humana y religiosa de los hijos? ¿Cómo vivimos nuestra fe en familia? ¿Le damos la cobertura que se merece? ¿Es Dios artífice, protagonista, centro de nuestras conversaciones, decoraciones, lecturas…o por el contrario un gran desconocido?
4.- El gran reto de la Iglesia, de Occidente y del futuro de nuestra vida cristiana estriba precisamente ahí: en familias que saben dar un pesebre en sus casas para que Dios pueda seguir encarnándose en Cristo. O dicho de otra manera, la familia, será –sin ninguna duda­– el germen de la irrupción del cristianismo con nuevo vigor, con más fortaleza y con más convencimiento.
 Al contemplar los tres personajes de estas navidades, Jesús, José y María, podemos sacar algunas conclusiones muy prácticas para reavivar nuestras raíces cristianas:
 -En familia tenemos que aprender a vivir los misterios de Dios
 -En familia, con sencillez pero con grandeza de alma, hemos de enseñar a adorar a Dios a cuántos nos rodean o están a nuestro cargo
 -En familia, con oración y confianza, hemos de procurar fortalecer nuestra fe con la escucha de la Palabra, su meditación y la puesta en práctica en las cosas de cada día.

Javier Leoz
www.betania.es

sábado, 29 de diciembre de 2018

Lecturas del día


Lectura de la primera carta de san Juan
2, 3-11

Queridos hermanos:
La señal de que conocemos a Dios,
es que cumplimos sus mandamientos.
El que dice:
«Yo lo conozco»,
y no cumple sus mandamientos,
es un mentiroso,
y la verdad no está en él.
Pero en aquel que cumple su palabra,
el amor de Dios
ha llegado verdaderamente a su plenitud.

Ésta es la señal de que vivimos en Él.
El que dice que permanece en Él,
debe proceder como Él.
Queridos míos,
no les doy un mandamiento nuevo,
sino un mandamiento antiguo,
el que aprendieron desde el principio:
este mandamiento antiguo
es la palabra que ustedes oyeron.

Sin embargo, el mandamiento que les doy es nuevo.
Y esto es verdad tanto en Él como en ustedes,
porque se disipan las tinieblas
y ya brilla la verdadera luz.
El que dice que está en la luz
y no ama a su hermano,
está todavía en las tinieblas.
El que ama a su hermano
permanece en la luz
y nada lo hace tropezar.
Pero el que no ama a su hermano,
está en las tinieblas y camina en ellas,
sin saber a dónde va,
porque las tinieblas lo han enceguecido.

Palabra de Dios.


Juan, exhorta a los creyentes de sus comunidades en Asia Menor a vivir en la Luz. “Dios es Luz, y en Él no hay tiniebla alguna”. La antítesis entre la luz y la tiniebla nos habla del mundo de Dios frente al mundo del pecado, de la vida en comunión con Dios, frente a la vida desordenada, licenciosa y falta de sentido. Los que hemos sido lavados del pecado por la sangre del Hijo, hemos de vivir esta nueva vida en Él. Conocerlo, quererlo, creer en Jesús, participar en su Luz, es cumplir su mandamiento “nuevo” y eterno: como Dios es Luz, Justicia y Amor, el que está unido a Dios ha de llevar una vida de luz, de justicia y amor en Dios. Una vida de comunión con Dios, Padre, que nos exige amor fraterno; de comunidad fraterna en unidad con el Padre, y con el Hijo encarnado Jesucristo. Así nos convertimos también en Luz que alumbra a todos, que es ejemplo y testimonio de fe y esperanza para todo aquel que ve y siente nuestras buenas obras, que nacen de nuestra fe en Jesús.


SALMO RESPONSORIAL                                    95, 1-3. 5b-6

R.    Alégrese el cielo y exulte la tierra.

Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre. R.

Día tras día, proclamen su victoria,
anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos. R.

El Señor hizo el cielo;
en su presencia hay esplendor y majestad,
en su Santuario, poder y hermosura. R.




   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
2, 22-35

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor». También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz,
como lo has prometido,
porque mis ojos han visto la salvación
que preparaste delante de todos los pueblos:
luz para iluminar a las naciones paganas
y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

Simeón aguardaba el Consuelo de Israel. Llevaba esperando muchos años, quizá toda su vida. Esperaba en Dios, esperaba en las promesas que Dios había hecho al pueblo, esperaba al Mesías, esperaba...  Y nosotros ¿esperamos? ¿o queremos las cosas ya, en el momento en el que las deseamos? Tenemos demasiada prisa. Sin embargo, el crecimiento personal y la relación con Dios y con los hermanos requieren tiempo, crecen en la espera.

 Hay deseos y deseos... Simeón esperaba ver al Mesías. Y a ti ¿qué te gustaría ver? ¿qué esperas con todo el corazón? A veces, nuestros deseos son mezquinos. Pedimos a Dios que purifique y ensanche nuestros deseos.

 "Luz para alumbrar a las naciones". Jesús es la luz. Y nosotros cristianos queremos vernos y ver la realidad con la luz de Jesús, desde su evangelio. Sin embargo, en muchas ocasiones utilizamos luces bien distintas...

Nuestra Señora de Fátima

    En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130...