Comisión Presidenta Diocesana Élida Aguilar de Zarazaga. Vicepresidente Nora Susana colombo de Quesada. Vicepresidente 2da María Cristina Fassari de Martinolli Tesorera Susana Grela de Salas Secretaria Nélida Ramos de Frati. Asesor espiritual Pbro.Juan Ramón Celeiro. Dirección de la sede Ameghino 954 4222- 0886
sábado, 31 de diciembre de 2022
Oración para despedir el año que termina y recibir el Año Nuevo
Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar este año queremos darte gracias por todo aquello que recibimos de ti.
Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser. Te ofrecemos cuanto hicimos en este año, el trabajo que pudimos realizar, las cosas que pasaron por nuestras manos y lo que con ellas pudimos construir.
Te presentamos a las personas que a lo largo de estos meses quisimos, las amistades nuevas y los antiguos que conocimos, los más cercanos a nosotros y los que estén más lejos, los que nos dieron su mano y aquellos a los que pudimos ayudar, con los que compartimos la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.
Pero también, Señor, hoy queremos pedirte perdón, perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin entusiasmo. También por la oración que poco a poco se fue aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte. Por todos los olvidos, descuidos y silencios, nuevamente te pido perdón.
A pocos minutos de iniciar un nuevo año, detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar y te presento estos días que sólo tú sabes si llegaré a vivirlos.
Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría. Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y paz.
Cierra tú mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes. Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno, que mi espíritu se llene sólo de bendiciones y las derrame a mi paso. Amén.”
Doce velas para el 2023
Cuando se apagan, las últimas horas de este año 2022,
encendemos en lo más hondo de nuestras entrañas los mejores
deseos de paz, bienestar y alegría para el mundo.
¿Por qué no encender –ya desde ahora– doce cirios que reflejen
nuestra confianza y nuestra fe en Dios?
Esperanza para un mundo que se resiste a ser feliz.
La esperanza se siembra allá donde un cristiano trabaja, vive y piensa.
Alegría para el hombre que sube y baja, trabaja y conquista
montañas, pero al cual le cuesta sonreir.
La alegría es sinónimo de un corazón sano y espiritual.
Fortaleza para los momentos de dificultad.
La nochevieja tiene un defecto: nos hace olvidar,
por momentos, que “el día siguiente” existe.
Fe en Dios. El materialismo no da, por sí mismo, la felicidad al hombre.
Nunca, el ser humano se ha visto tan envuelto en el oropel de la riqueza y,
contradictoriamente, tan ansioso e inquieto.
Paz con los que me rodean. Uno de los fallos que tenemos es el pensar,
en la paz que tenemos demasiado lejos.
Volcar nuestros esfuerzos por la fraternidad cerca de nosotros,
está a nuestro alcance.
Conformidad con lo que me acontece y tengo.
Frente al afán de tener, uno vive más feliz, cuando disfruta de verdad
con lo que tiene, no con aquello que nunca podrá alcanzar.
Ilusión por poner, en cada día del año que comienza, una piedra
que vaya edificando algo que merezca la pena. Para nosotros
y también para los demás.
Animo por empezar de nuevo el camino que dejamos inacabado
en la consecución de nuestros proyectos, trabajos o ideales.
Roma no se hizo en un día.
Limpieza de ese baúl de recuerdos ingratos y de trastos inservibles
que, en el año viejo, nos han aportado pesimismo, desazón
o inquietud. El corazón lo agradecerá.
Altruismo sano y divino para hacer más agradable la vida a los demás.
Una vida sin sensación de “hacer algo por alguien” es como una tinaja
que nunca conoció la frescura del agua.
Coherencia para vivir según lo que uno cree y no, desde aquellos
postulados, que los listos de turno nos dictan.
Dar testimonio de nuestra fe, vivirla y defenderla puede ser
un claro síntoma de vivir lo que creemos.
Constancia en aquello que nos deseamos en las primeras horas
de este año. Un defecto que podemos tener es poner la primera piedra
y olvidarnos de seguir levantando el hermoso edificio que puede
ser estos 365 días.
P. Javier Leoz
Día 7º dentro de la Octava de Navidad
Lectura de la primera carta de san Juan
2, 18-21
Hijos míos,
ha llegado la última hora.
Ustedes oyeron decir que vendría un Anticristo;
en realidad, ya han aparecido muchos anticristos,
y por eso sabemos que ha llegado la última hora.
Ellos salieron de entre nosotros;
sin embargo, no eran de los nuestros.
Si lo hubieran sido,
habrían permanecido con nosotros.
Pero debía ponerse de manifiesto
que no todos son de los nuestros.
Ustedes recibieron la unción del que es Santo,
y todos tienen el verdadero conocimiento.
Les he escrito,
no porque ustedes ignoren la verdad,
sino porque la conocen,
y porque ninguna mentira procede de la verdad.
Palabra de Dios.
El Apóstol y Evangelista San Juan, de cara a los “últimos tiempos”, pone en guardia a los discípulos de los falsos maestros, por él reiteradamente catalogados como «anticristos». Antes que él, ya Jesús nos había pedido huir de los «falsos profetas». A estos eternos opositores de su mensaje la Iglesia los encontrará, inevitablemente, a lo largo
de todos los siglos. El aspecto más doloroso es, sin embargo, que –lo mismo en las primeras comunidades cristianas que en las nuestras– muchos de ellos vendrán precisamente de entre las filas mismas de los creyentes.
SALMO RESPONSORIAL 95, 1-2. 11-14
R. Alégrese el cielo y exulte la tierra.
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre,
día tras día, proclamen su victoria. R.
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque. R.
Griten de gozo delante del Señor,
porque Él viene a gobernar la tierra:
Él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad. R.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
1, 1-18
Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
Vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz,
sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de Él, al declarar:
«Éste es Aquél del que yo dije:
El que viene después de mí
me ha precedido,
porque existía antes que yo».
De su plenitud, todos nosotros hemos participado
y hemos recibido gracia sobre gracia:
porque la Ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios;
el que lo ha revelado es el Dios Hijo único,
que está en el seno del Padre.
Palabra del Señor.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros
Rico, muy rico en verdades sublimes este conocido prólogo del evangelio de San Juan. Destaquemos algunas de ellas. La primera y principal, de la que parten las demás, es que la Palabra, Jesús, ha venido hasta nuestra tierra. Todo un Dios que viene hasta nosotros y nos ofrece lo que más necesita nuestra persona. “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”. Vida y luz, una luz que disipa nuestras tinieblas. Lo pasamos mal cuando no vemos claro, cuando las oscuridades prevalecen sobre las claridades. Dios nos ha dotado a los hombres de libertad y usando de ella podemos cometer el enorme error de rechazar a Jesús y la vida y la luz que nos brinda. Pero a cuantos le reciben, y nosotros queremos recibirle “les da el poder de ser hijos de Dios, si creen en su nombre”. Enorme el amor que Jesús nos tiene que le lleva a hacernos hijos de Dios. Dios para nosotros no es en primer lugar el Omnipotente, el Altísimo, sino nuestro Padre, el que nos ama y cuida de nosotros, y al que podemos dirigirnos sin temor, sin miedo porque es nuestro Padre. Toda la vida es distinta y mejor si Dios es nuestro Padre entrañable.
Nuestra Señora de Fátima
En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130...