¿Lo mejor? ¡Los Santos!
Sobresalieron en lo que el mundo despreciaba. Lucieron con las luces que la tierra cortocircuitaba. Levantaron la mano, por aquellos que la escondieron. Hablaron, cuando muchos callaban. ¿Lo mejor de la Iglesia? ¡Los Santos! En tiempos de cobardía, fueron valientes para profesar la fe. En horas amargas, Cristo fue dulce en su paladar. En el calvario de muchos ellos, apenas dos palabras pronunciaron: Los perdono. ¿Lo mejor? ¡Si! ¡Los Santos! En la oscuridad, pasaron como estrellas refulgentes. En la mediocridad, intentaron alcanzar la perfección. En la incomprensión, miraban a la cruz del gran incomprendido. En la persecución, recordaban –una y otra vez- la advertencia del Evangelio. ¿Lo Mejor? ¡Por supuesto que los Santos! En el fondo del mar eclesial, son la mejor perla preciosa. En la azotea de nuestras iglesias, la joya más valiosa. En el testimonio vivo del Evangelio, las páginas más conmovedoras. En la sencillez que alc...