domingo, 28 de febrero de 2021

Los Cinco Minutos del Espíritu Santo

 




 "Cada vez que en la oración nos dirigimos a Jesús, es el Espíritu Santo quien, con su gracia preveniente, nos atrae al camino de la oración. Y ya que él nos enseña a orar recordándonos a Cristo, ¿cómo no dirigirnos también a él orando? Por eso, la Iglesia nos invita a implorar todos los días al Espíritu Santo, especialmente al comenzar y terminar cualquier acción importante... El Espíritu Santo, cuya unción impregna todo nuestro ser, es el Maestro interior de la oración cristiana" (Catecismo de la Iglesia Católica, 2670.2672).


DOMINGO IIº DE CUARESMA

  



 

Lectura del libro del Génesis

22, 1-2. 9-13. 15-18

 

Dios puso a prueba a Abraham.

«¡Abraham!», le dijo.

Él respondió: «Aquí estoy».

Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que Yo te indicaré».

Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: «¡Abraham, Abraham!»

«Aquí estoy», respondió él.

Y el Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único».

Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.

Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: «Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, Yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra ya que has obedecido mi voz».

 

Palabra de Dios.

 


¿Seríamos capaces nosotros de semejante abandono en la voluntad de Dios? ¿Somos de hecho capaces, en esta Cuaresma, de renunciar a algo que nos sea muy querido, de sacrificar algún "Isaac", algún aspecto de nuestra vida que apreciamos especialmente, renunciando a él por seguir el camino de Dios? ¿Incluso de renunciar a nuestra propia vida, como hizo Jesús? ¿O sólo le seguimos cuando todo nos va bien, cuando nos consuela, cuando no parece exigimos demasiado? ¿Sólo en Pascua, o también el Viernes Santo? Cuando en la Vigilia Pascual se nos invite a renovar por parte nuestra la Alianza con Dios y nos pregunten si renunciamos al mal y creemos en Dios, ¿será auténtico nuestro "sí, renuncio; sí, creo"?




 

SALMO RESPONSORIAL                                      115, 10.15-19

 

R.    Caminaré en presencia del Señor.

 

Tenía confianza, incluso cuando dije:

«¡Qué grande es mi desgracia!» "

¡Qué penosa es para el Señor

la muerte de sus amigos! R.

 

Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre:

por eso rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,

e invocaré el Nombre del Señor. R.

 

Cumpliré mis votos al Señor,

en presencia de todo su pueblo,

en los atrios de la Casa del Señor,

en medio de ti, Jerusalén. R.

 

 


 

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo

a los cristianos de Roma

 

8, 31b-34

 

Hermanos:

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con Él toda clase de favores?

Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? «Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos?» ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?

 

Palabra de Dios.

 

 

 


    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Marcos

9, 2-10

 

Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.

Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Éste es mi Hijo muy querido, escúchenlo».

De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.

Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos».

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, quiero apartarme del ruido, de mis actividades, de todo lo que pueda distraerme para entrar a dialogar contigo. Pero hoy, en particular, quiero hablar poco, más bien quiero guardar silencio para que Tú me puedas hablar. Ayúdame a poder escucharte.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Dios pone en nuestra vida montañas por conquistar.

Ahora nos trasladamos al Monte de la Transfiguración donde vemos y contemplamos a un Cristo glorioso. Palpamos con claridad el resplandor de su divinidad. Qué podemos hacer ante tantas maravillas sino contemplar, contemplar y tan solo contemplar la belleza del Señor.

Estamos en presencia de un Dios revestido de una blancura celestial. Ésta es la causa de tanta claridad que nos permite ver lo que los ojos terrenales no logran percibir. Cuántas veces tenemos la gracia de poder ver la intimidad de Dios que se nos revela sin pedir nada a cambio.

Es aquí donde las palabras sobran y la imaginación estorba… es aquí donde el silencio y la paz toman gran importancia; un silencio en donde Dios habla desde nuestro interior; una paz interior que trasciende toda preocupación o dificultad.

Aquél a quien tantas veces habíamos visto con indiferencia, con rutina o con cansancio, se nos presenta hoy con majestuosidad. ¿Para qué?… La respuesta Dios la responde de forma personal.

La vida sigue y nos damos cuenta que aún tenemos tantos montes que conquistar. A lo lejos vislumbramos el monte Calvario donde presenciaremos a un hombre vestido al rojo vivo. Ponemos nuestros recuerdos en el pasado y llegamos al monte en donde Cristo nos enseñó las leyes del amor. Tantos montes sobre los cuales hemos caminado y otros tantos que Dios nos invita a conquistar. Pero ahora sólo debemos contemplar…

«La ascensión de los discípulos al monte Tabor nos induce a reflexionar sobre la importancia de separarse de las cosas mundanas, para cumplir un camino hacia lo alto y contemplar a Jesús. Se trata de ponernos a la escucha atenta y orante del Cristo, el Hijo amado del Padre, buscando momentos de oración que permiten la acogida dócil y alegre de la Palabra de Dios. En esta ascensión espiritual, en esta separación de las cosas mundanas, estamos llamados a redescubrir el silencio pacificador y regenerador de la meditación del Evangelio, de la lectura de la Biblia, que conduce hacia una meta rica de belleza, de esplendor y de alegría».
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de agosto de 2017).

sábado, 27 de febrero de 2021

Los Cinco Minutos del Espíritu Santo

 



El Espíritu Santo es Dios. Por eso podemos dirigirnos a él con estas hermosas palabras de los Salmos:


"Señor, qué precioso es tu amor. Por eso los humanos se cobijan a la sombra de tus alas, se sacian con tu hermosura y calman la sed en el torrente de tus delicias" (Salmo 36,8-9). "Dios mío, yo te busco, mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela como una tierra reseca y sedienta... Tu amor vale más que la vida, mis labios te adoran. Yo quiero bendecirte en mi vida y levantar mis manos en tu nombre. Y mi alma se empapará de delicias y te alabará mi boca con cantos jubilosos... Me lleno de alegría a la sombra de tus alas. Mi alma se aprieta contra ti, y tú me sostienes" (Salmo 63,2-9).
"Señor, en ti me cobijo, no dejes que me quede confundido. Recóbrame con tu amor, líbrame" (Salmo 31,2).
"Es bueno darte gracias, Señor, y cantar a tu nombre, anunciar tu amor por la mañana y tu fidelidad cada noche" (Salmo 92,2-3).

Mensaje Espiritual

 




 Lectura del libro del Deuteronomio

 

26, 16-19

 

Moisés habló al pueblo diciendo:

Hoy el Señor, tu Dios, te ordena practicar estos preceptos y estas leyes. Obsérvalas y practícalas con todo tu corazón y con toda tu alma.

Hoy tú le has hecho declarar al Señor que Él será tu Dios, y que tú, por tu parte, seguirás sus caminos, observarás sus preceptos, sus mandamientos y sus leyes, y escucharás su voz.

Y el Señor hoy te ha hecho declarar que tú serás el pueblo de su propiedad exclusiva, como Él te lo ha prometido, y que tú observarás todos sus mandamientos; que te hará superior -en estima, en renombre y en gloria- a todas las naciones que hizo; y que serás un pueblo consagrado al Señor, tu Dios, como Él te lo ha prometido.

 

Palabra de Dios.



Se presenta un particularísimo "pacto": un pacto entre un Dios y un pueblo, entre el Dios fiel e Israel. Es un pacto "teológico" en el que los contrayentes están en distinto plano. La perícopa tiene un claro significado didáctico, y manifiesta la experiencia que Israel tiene de Dios: Dios no es un ser absoluto, lejano, inaccesible; Dios es comunión, es voluntad de salvación para el pueblo que él ha elegido. Es él quien toma la iniciativa de la elección por puro amor gratuito con el pueblo. Es él quien da a Israel leyes y mandatos que constituyen un camino de vida y un modelo de sabiduría para los individuos. Acoger la gracia y corresponder por medio de la obediencia a la voz del Señor es la respuesta fiel que Dios pide a Israel.



 

 

SALMO RESPONSORIAL                   118, 1-2. 4-5. 7-8

 

R.    ¡Felices los que siguen la ley del Señor!

 

Felices los que van por un camino intachable,

los que siguen la ley del Señor.

Felices los que cumplen sus prescripciones

y lo buscan de todo corazón. R.

 

Tú promulgaste tus mandamientos

para que se cumplieran íntegramente.

¡Ojalá yo me mantenga firme

en la observancia de tus preceptos! R.

 

Te alabaré con un corazón recto,

cuando aprenda tus justas decisiones.

Quiero cumplir fielmente tus preceptos:

no me abandones del todo. R.

 

 

 


 

  Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Mateo

 

5, 43-48

 

Jesús dijo a sus discípulos:

Ustedes han oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu enemigo. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.

Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?

Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

«Señor y Padre eterno, haz que se conviertan a ti nuestros corazones a fin de que, viviendo consagrados enteramente a tu servicio, te busquemos siempre a ti y nos dediquemos a la práctica de las obras de misericordia». Amén (Oración de la misa del día).




Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Amar es entregarse. No es solamente un contrato, «dar para recibir». Más bien, quien ama de verdad no espera que le paguen. Dedica su tiempo, aun sabiendo que el tiempo no vuelve, y da su propia vida porque sabe que es un don supremo e irremplazable.

Así ama Dios. Él da a todos la vida, sabiendo que no podemos pagarle un don tan grande. Incluso se da a sí mismo, haciéndose hombre como nosotros. Y más aún: Cristo, Dios y hombre, muere en la cruz por todos, para salvar a los pecadores. Sabe que no todos le aman, y que no todos le agradecen, pero no le importa. Él ama y su alegría está más en dar que en recibir.

Cristo nos invita cada cuaresma a aprender de su manera de amar. Tal vez no nos encontraremos todos los días con enemigos que atenten contra nuestra vida o nos odien seriamente. Pero siempre podemos crecer en la práctica que san Pablo recomienda: «Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo» (Efesios 4, 31-32).

Pidamos a Cristo que nos ayude a amar como Él. Aunque sean cosas pequeñas y sencillas, pidámosle la alegría de amar gratuitamente. Que Él nos conceda la gracia de reproducir su imagen en nuestra vida y en cada una de nuestras acciones.

«Amar es bello, es el camino para ser felices. Pero no es fácil, es desafiante, supone esfuerzo. Por ejemplo, pensemos cuando recibimos un regalo: nos hace felices, pero para preparar ese regalo las personas generosas han dedicado tiempo y dedicación y, de ese modo, regalándonos algo, nos han dado también algo de ellas mismas, algo de lo que han sabido privarse. Pensemos también al regalo que vuestros padres y animadores os han hecho, al dejaros venir a Roma para este Jubileo dedicado a vosotros. Han programado, organizado, preparado todo para vosotros, y esto les daba alegría, aun cuando hayan renunciado a un viaje para ellos. Esto es amor concreto. En efecto, amar quiere decir dar, no sólo algo material, sino algo de uno mismo: el tiempo personal, la propia amistad, las capacidades personales».
(Homilía de S.S. Francisco, 24 de abril de 2016).

Nuestra Señora de Fátima

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