jueves, 31 de diciembre de 2020

Mensaje Espiritual

 




Lectura de la primera carta de san Juan

2, 18-21

 

Hijos míos,

ha llegado la última hora.

Ustedes oyeron decir que vendría un Anticristo;

en realidad, ya han aparecido muchos anticristos,

y por eso sabemos que ha llegado la última hora.

Ellos salieron de entre nosotros;

sin embargo, no eran de los nuestros.

Si lo hubieran sido,

habrían permanecido con nosotros.

Pero debía ponerse de manifiesto

que no todos son de los nuestros.

Ustedes recibieron la unción del que es Santo,

y todos tienen el verdadero conocimiento.

Les he escrito,

no porque ustedes ignoren la verdad,

sino porque la conocen,

y porque ninguna mentira procede de la verdad.

 

Palabra de Dios.



La Iglesia ha encontrado siempre falsos profetas y maestros, que se han servido del nombre de Cristo para propagar sus propias ideas y doctrinas. A menudo, tales adversarios  han salido de las filas de los creyentes. Hoy no faltan doctores de la mentira, que hacen brillar las tinieblas como luz, desconociendo la verdadera luz de Cristo, portadora de gozo y paz interior. Pertenecer a la Iglesia es un don y un misterio que ningún vínculo externo puede garantizar, sólo la fidelidad a la Palabra de Cristo en la humilde y constante búsqueda de la verdad. Rechazar a la Iglesia es rechazar a Cristo, verdad y vida. Es no creer en el evangelio, es vivir en las tinieblas y en el absurdo. El verdadero discípulo, habiendo recibido la unción del Espíritu Santo, se deja conducir por su acción y por su verdad, reconociendo los caminos de Dios y esperando su venida sin alarmismos ni fantasías. El fin del año civil nos recuerda que la historia está guiada por Dios y a él dirigimos nuestro reconocimiento por los dones recibidos y nuestra súplica por la vida nueva que siempre nos ofrece.

 

 


SALMO RESPONSORIAL                                                        95, 1-2. 11-14

 

R.    Alégrese el cielo y exulte la tierra.

 

Canten al Señor un canto nuevo,

cante al Señor toda la tierra;

canten al Señor, bendigan su Nombre,

día tras día, proclamen su victoria. R.

 

Alégrese el cielo y exulte la tierra,

resuene el mar y todo lo que hay en él;

regocíjese el campo con todos sus frutos,

griten de gozo los árboles del bosque. R.

 

Griten de gozo delante del Señor,

porque Él viene a gobernar la tierra:

Él gobernará al mundo con justicia,

y a los pueblos con su verdad. R.

 

 

 



    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Juan

1, 1-18

 

Al principio existía la Palabra,

y la Palabra estaba junto a Dios,

y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra

y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.

En ella estaba la vida,

y la vida era la luz de los hombres.

 

La luz brilla en las tinieblas,

y las tinieblas no la percibieron.

 

Apareció un hombre enviado por Dios,

que se llamaba Juan.

Vino como testigo,

para dar testimonio de la luz,

para que todos creyeran por medio de él.

Él no era la luz,

sino el testigo de la luz.

 

La Palabra era la luz verdadera

que, al venir a este mundo,

ilumina a todo hombre.

Ella estaba en el mundo,

y el mundo fue hecho por medio de ella,

y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos,

y los suyos no la recibieron.

 

Pero a todos los que la recibieron,

a los que creen en su Nombre,

les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.

Ellos no nacieron de la sangre,

ni por obra de la carne,

ni de la voluntad del hombre,

sino que fueron engendrados por Dios.

Y la Palabra se hizo carne

y habitó entre nosotros.

Y nosotros hemos visto su gloria,

la gloria que recibe del Padre como Hijo único,

lleno de gracia y de verdad.

 

Juan da testimonio de Él, al declarar:

«Éste es Aquél del que yo dije:

El que viene después de mí

me ha precedido,

porque existía antes que yo».

 

De su plenitud, todos nosotros hemos participado

y hemos recibido gracia sobre gracia:

porque la Ley fue dada por medio de Moisés,

pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.

Nadie ha visto jamás a Dios;

el que lo ha revelado es el Dios Hijo único,

que está en el seno del Padre.

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Te pido Señor que me ayudes a redescubrir todos los dones con que me has colmado. Tú me has dado la vida y por eso estoy infinitamente agradecido te pido que me ilumines cada día para que pueda vivir como Tú quieres. Tú me has dado el grandísimo don de ser hijo en tu Hijo, te pido que nunca olvide que soy de verdad tu hijo amado y que siempre estás pensando en mí aunque vaya por valles oscuros.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Dios cristiano es una comunión de personas que existen desde siempre. Dios Padre es el creador de todas las cosas, hizo su obra diciéndoles a cada una: “quiero que existas”. Cristo tiene un lugar especial en la obra creadora del Padre ya que Él se encarnó y nos hizo ver con nuestros propios ojos cómo es Dios. Él es verdadero hombre y verdadero Dios por lo cual todas las cosas las hizo Dios como un Padre que mira a su Hijo y todo lo que hace lo piensa para Él, es así como las cosas que encontramos en la creación adquirieron un tono humano desde que fueron pensadas. Dios hizo todas las cosas viendo a su Hijo. Que gran bendición darnos cuenta de que todo lo creado tiene este elemento de amor infinito pensado para nosotros; por esto, cada cosa con que nos topamos nos revela un poco más el misterio de la divinidad y nos mueve en nuestro interior a maravillarnos y poner nuestra mirada en Dios. Cuando Dios vio a su Hijo también nos vio a nosotros. Ya desde el inicio de la creación Dios estaba pesando en mí por lo que podemos decir que cada uno es querido, pensado y necesario para Él.

El primer don que salta a nuestra vista de la bondad de Dios es nuestra vida, sin ella no seríamos nada y este don nos ayuda a ver cuán necesario es este primer momento de nuestra existencia. Dios desde el inicio me pensó y amó para una misión en mi vida donde soy el único que puedo hacer. Aunque a veces pueda perder de vista lo valioso que soy delante de mi Padre, Él me ilumina con su luz para que recupere esa primera vista y vuelva a mi primer amor.

«Hay otros que caminan pero no saben dónde van: son errantes en la vida cristiana, vagabundos. Su vida es un dar vueltas, por aquí y por allá, y, así, pierden la belleza de acercarse a Jesús en la vida de Jesús. Pierden el camino porque dan muchas vueltas, y muchas veces este dar vueltas, dar vueltas errantes, los conduce a una vida sin salida: dar demasiadas vueltas se convierte en un laberinto y luego no saben cómo salir. Así, al final, pierden la llamada de Jesús, no tienen brújula para salir y dan vueltas, dan vueltas, buscan».
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de mayo de 2016).

miércoles, 30 de diciembre de 2020

Mensaje Espiritual

 




Lectura de la primera carta de san Juan

2, 12-17

 

Hijos, les escribo

porque sus pecados han sido perdonados

por el nombre de Jesús.

Padres, les escribo

porque ustedes conocen al que existe desde el principio.

Jóvenes, les escribo

porque ustedes han vencido al Maligno.

Hijos, les he escrito

porque ustedes conocen al Padre.

Padres, les he escrito

porque ustedes conocen al que existe desde el principio.

Jóvenes, les he escrito

porque son fuertes,

y la Palabra de Dios permanece en ustedes,

y ustedes han vencido al Maligno.

No amen al mundo ni las cosas mundanas.

Si alguien ama al mundo,

el amor del Padre no está en él.

Porque todo lo que hay en el mundo

-los deseos de la carne,

la codicia de los ojos

y ostentación de riqueza-

no viene del Padre, sino del mundo.

Pero el mundo pasa, y con él, sus deseos.

En cambio, el que cumple la voluntad de Dios

permanece eternamente.

 

Palabra de Dios.



Exhortación afectuosa a la comunidad para que sea coherente con el plan de salvación y con las opciones hechas respecto a Dios y al mundo. A los hijos, los invita a reflexionar sobre su situación actual de salvación cristiana en la que viven, porque han obtenido el perdón de sus pecados y han conocido al Padre. A los padres les recuerda que han conocido a Jesús, a través de su Palabra, por lo que se les exige una fe madura para no dejarse seducir por el mundo. A los jóvenes les recuerda que se han adherido a Jesús y han vencido al mal y que su fuerza espiritual, reforzada por la Palabra de Dios los excluye de los compromisos con los fáciles atractivos del mundo. Este proyecto de vida espiritual se resume en una vida apartada de la lógica del mundo, entendido como reino del mal que se opone a Dios. Esta separación del mundo tiene su razón de ser: el cristiano vive en el mundo, pero sabe que Dios permanece, mientras el mundo pasa.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                                  95, 7 -10

 

R.    Alégrese el cielo y exulte la tierra.

 

Aclamen al Señor, familias de los pueblos,

aclamen la gloria y el poder del Señor;

aclamen la gloria del nombre del Señor. R.

 

Entren en sus atrios trayendo una ofrenda,

adoren al Señor al manifestarse su santidad:

¡que toda la tierra tiemble ante Él! R.

 

Digan entre las naciones: «¡El Señor reina!

El mundo está firme y no vacilará.

El Señor juzgará a los pueblos con rectitud». R.

 

 

 


 

    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

2, 22. 36-40

 

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor.

Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él.

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, ayudame a aprender a vivir las cosas ordinarias de forma extraordinaria. Acrecienta mi fe para verte en las cosas que hago y mi confianza para esperar tus designios en mi vida. Así sea.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Este pasaje evangélico nos muestra dos situaciones que presenta la relación personal con Dios en la vida ordinaria: la de la profetisa Ana y la infancia y vida de Jesus. La vida de Ana transcurría sencillamente en el templo al servicio de Dios y motivada por la oración; su vida fue recompensada con ver al Salvador que tanto anhelaba. Dios no abandona a las almas que están cerca de él.

Por otro lado encontramos a Jesús en su infancia y desarrollo donde, como nos dice el evangelio, “iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él”. Dios se hace hombre y aprende a vivir como nosotros. Él se convierte en ejemplo y modelo de como hemos de vivir. Y lo que más sobresalió en su vida fue la relación con el Padre. La oración era lo que alimentaba su alma para cumplir la misión que le había sido encomendada.

Tanto Ana como Jesús, vivieron una vida ordinaria y simple, y esto no le quitaba valor dado que, lo que les alentaba era cumplir la voluntad de Dios. Esto nos enseña el valor fundamental de lo que es nuestra vida ordinaria y nos podemos preguntar, ¿cómo vivo mi vida ordinaria, cómo vivo mi relación con Dios cada día?

«Cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo. La familia puede ser bendición para el mundo. El amor de Dios se hace presente y operante a través de nuestro amor y de las buenas obras que hacemos. Extendemos el reino de Cristo en este mundo. Y al hacer esto, somos fieles a la misión profética que hemos recibido en el bautismo. Durante este año, […], os pediría, como familias, que fuerais especialmente conscientes de vuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesus. Esto significa estar dispuestos a salir de vuestras casas y atender a nuestros hermanos y hermanas más necesitados».
(Homilía de S.S. Francisco, 16 de enero de 2015).

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