jueves, 30 de septiembre de 2021



 

Los Cinco Minutos del Espíritu Santo

 



Nosotros buscamos al Espíritu Santo, no solamente para vivir bien, sino también para santificarnos, para llegar a lo más alto de la vida espiritual. Ofrezcámonos al Espíritu Santo, hagamos una profunda consagración de nuestras vidas, para que él nos trasforme completamente. Expresemos este deseo con las palabras de Dom Vandeur:


"Espíritu Santo, amor unitivo del Padre y del Hijo, 

fuego sagrado que Jesucristo nuestro Señor trajo a la tierra, 

para quemarnos a todos en la llama del eterno amor. 

Te adoro, te bendigo, y aspiro con toda el alma a darte gloria. 

Con este fin, te hago esta ofrenda con todo mi ser, 

cuerpo y alma, espíritu, corazón, voluntad, 

fuerzas físicas y espirituales.

Me doy a ti y me entrego tan plenamente 

como le sea posible a tu gracia, 

a las acciones divinas y misericordiosas 

de ese amor que eres tú, en la unidad del Padre y del Hijo.

Llama ardiente e infinita de la Santísima Trinidad, 

deposita en mi alma la chispa de tu amor, 

para que la llene hasta desbordar de ti mismo;

para que transformada por la acción de tu fuego en caridad viva, 

pueda, con mi sacrificio, irradiar luz y calor 

a todos los que se me acerquen.

Amén."

Liturgia - Lecturas del día

 



 Lectura del libro de Nehemías

8, 1-4a. 5-6. 7b-12

 

Todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está ante la puerta del Agua. Entonces dijeron a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés que el Señor había dado a Israel. El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todo los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del Libro de la Ley.

Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera, que habían hecho para esa ocasión. Abrió el libro a la vista de todo el pueblo -porque estaba más alto que todos- y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande; y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: «¡Amén! ¡Amén!» Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra.

Los levitas exponían la Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. Ellos leían el Libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura.

Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: «Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren». Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley.

Después añadió: «Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al quien no tiene nada preparado, porque éste es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes.»

Y los levitas serenaban al pueblo diciendo: «¡Tranquilícense! Este día es santo: no estén tristes.»

Todo el pueblo se fue a comer y a beber, a repartir porciones y a hacer grandes festejos, porque habían comprendido las palabras que les habían enseñado.

 

Palabra de Dios.



Tras la vuelta del exilio de Babilonia, el pueblo no reconstruye su propia vida religiosa sólo sobre el templo y los sacrificios, sino que empieza a elaborar una nueva institución: una comunidad que se reúne para leer y orar la Palabra. Esa institución es la Sinagoga. Israel se convierte así en religión del Libro. Según el relato bíblico, como conclusión de la reforma civil y religiosa, Nehemías y Esdras convocan a todo el pueblo para que escuche la lectura de la ley de Moisés. Puede observarse cómo el encuentro de la comunidad con la Palabra de Dios está modelado sobre el ritual y la modalidad de la lectura sinagogal de la Tora, que volvemos a encontrar en la época de Jesús y que también servirá de referencia para el culto de la Palabra en la comunidad cristiana.

 

 

SALMO RESPONSORIAL                              18, 8-11

 

R.    La ley de Señor alegra el corazón.

 

La ley del Señor es perfecta,

reconforta el alma;

el testimonio del Señor es verdadera,

da sabiduría al simpleR.

 

Los preceptos del Señor son rectos,

alegran el corazón;

los mandamientos del Señor son claros,

ilumina los ojos. R.

 

La palabra del Señor es pura,

permanece para siempre;

los juicios del Señor son la verdad,

enteramente justos. R.

 

Son más atrayentes que el oro,

que el oro más fino;

más dulces que la miel,

más que el jugo del panal. R.

 

 

 


 

    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

10, 1-12

 

El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir.

Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero, los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.

Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario.

No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes". Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".

Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad».

 

Palabra del Señor.

 



La Palabra me dice


El anhelo misionero de Jesús se manifiesta repetidamente y de diversas maneras. En el Evangelio de hace pocos días se nos hablaba de una misión anterior confiada a los doce. En este caso, aunque los doce son mencionados explícitamente, Jesús envía también a 72 discípulos. Su preocupación para que el anuncio del Reino pueda llegar a todos es verdaderamente admirable. 72 son los ancianos de Israel y la totalidad de los pueblos según el Antiguo Testamento. Estos discípulos irán llevando la Palabra del Reino, son los nuevos ancianos dotados de la nueva sabiduría.

Ellos irán como corderos en medio de lobos. Jesús no les oculta las dificultades y resistencias que tendrán en el anuncio de su Buena Noticia. El cordero es el que ofrece su lana y su leche cuando está vivo, y carne y piel cuando muere. Esto ocurrió con el “Cordero de Dios” y ocurrirá también con sus discípulos: su entrega deberá ser completa, en la vida y en la muerte. Porque la Palabra es siempre sostenida por el testimonio.

Ellos deberán sembrar siempre, esté la tierra como esté, preparada o no. El sembrador es siempre generoso. A veces, podrá ver el fruto de la siembra y hasta cosechar. Otras veces, podrá ver al menos lo que otros cosechan. Pero, a menudo deberá “sembrar entre lágrimas”, como dice el salmo.

Es tal la dedicación que implica la misión, que deberán estar despojados de todo, incluso de sí mismos. Y también les tocará ser perseguidos. Porque ese fue el destino del mismo Jesús. Siempre el contenido de su anuncio será el amor del Padre, manifestado en Cristo Jesús, evitando cualquier forma de proselitismo barato que quiera disminuir la fuerza ascendente y disruptiva del Evangelio.

Nunca serán suficientes los esfuerzos que se hagan en la Iglesia para crear conciencia sobre la necesidad de la misión. Juan Pablo II ha dicho: “la Iglesia es misión”. Sin embargo, a veces parece que nos cuesta entenderlo. Por eso podemos preguntarnos: ¿Cómo asumimos nuestro compromiso misionero? ¿Cómo nos preparamos y cuánto desprendimiento y generosidad hay en nuestro corazón? ¿Somos conscientes de que vamos como corderos en medio de lobos y a veces sembraremos sin cosechar?


A la Palabra, le digo


Señor Jesús, te damos gracias porque sigues llamando a todos y cada cristiano para prolongar hoy en el mundo tu acción misionera. Te damos gracias porque tu Palabra sigue hoy resonando a través del testimonio, la acción y el sufrimiento ofrecido de muchas personas que se están jugando por tu Reino. Te pedimos que sigas acrecentando la conciencia misionera en tu Iglesia. Amén.





miércoles, 29 de septiembre de 2021

Hoy es la fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel

 




El 29 de septiembre la Iglesia celebra a los Santos Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel. Sus nombres han quedado grabados para siempre en el alma de los cristianos gracias a que aparecen en la Sagrada Escritura, cada uno de ellos, llevando a cabo misiones importantísimas encomendadas por Dios.

“Miguel” en hebreo significa “¡Quién como Dios!”, expresión que evoca la grandeza de Dios, su amor y su justicia infinitas. San Miguel es quien está al mando de los ejércitos celestiales. Su nombre es el grito de guerra en la batalla librada en el Cielo contra el Adversario, Satanás, y su corte de ángeles caídos.

“Rafael” quiere decir “Medicina de Dios” o “Dios ha obrado la salud”. San Rafael es el arcángel amigo de los caminantes y médico de los enfermos.

“Gabriel” significa “Fortaleza de Dios”. A San Gabriel se le encomendó la misión de anunciarle a la Virgen María que sería la Madre del Salvador.

El 29 de septiembre de 2017, el Papa Francisco afirmó: «Hoy celebramos el día de tres de estos arcángeles porque han tenido un papel importante en la historia de la salvación. Y conmemoramos a estos tres porque también tienen un papel importante en nuestro camino hacia la salvación».




 

Los Cinco Minutos del Espíritu Santo

 




Recordemos que "donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad" (2 Corintios 3,17).

Nosotros creemos que somos libres cuando estamos solos, cuando nadie nos molesta, cuando podemos hacer lo que queremos, cuando nos dejamos llevar por nuestras inclinaciones naturales. Una persona que se entrega al alcohol o a la droga se engaña creyendo que es más libre que los que no lo hacen. Pero los demás pueden ver cómo esa persona cada vez está más limitada, cada vez está más dependiente del alcohol y de la droga, cada vez es menos libre para elegir otras cosas, hasta que le resulta imposible vivir sin el vicio. ¿Quién puede ser tan ingenuo como para llamarle libertad a eso?

La libertad es un don que Dios nos da para que vayamos haciendo un camino positivo en la vida, un camino que nos lleve a la felicidad. En ese camino el Espíritu Santo nos va sanando y nos va liberando de las cosas que nos esclavizan, y así cada vez somos más libres: nada se nos hace indispensable, nada se nos hace absoluto, somos realmente libres para elegir porque nada nos domina. Esa es la libertad del Espíritu. Pero en realidad, cuando San Pablo nos habla de la libertad del Espíritu Santo, quiere decir que no nos sentimos obligados a ser buenos y santos, sino que lo hacemos porque estamos inclinados a eso desde lo más profundo de nuestra libertad; vivimos bien porque así lo elegimos con toda libertad. Nadie podrá decirnos que estamos obligados a amar a Dios. El amor es libre o no es amor, porque es imposible obligar a alguien a amar. Esa es la maravillosa libertad del Espíritu Santo.

Liturgia - Lecturas del día

 SANTOS ARCÁNGELES

MIGUEL, GABRIEL y RAFAEL

Fiesta

 

 



 

Lectura de la profecía de Daniel (7,9-10.13-14):


 

Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

 

Palabra de Dios.



A Daniel se le concede la visión de acontecimientos futuros y, de un modo más profundo, se le hace partícipe del juicio de Dios sobre ellos y sobre toda la historia. Más allá de las apariencias, los poderosos de este mundo no son nada; el Señor es el verdadero y único Rey. Una corte inmensa de ángeles le sirve y le asiste en la realización de su designio. Se le concede vislumbrar cuál es ese designio. Ve, en efecto, aparecer un «hijo de hombre» de origen divino (viene, de hecho, sobre las nubes), a quien Dios confía la soberanía universal, un poder eterno y su mismo Reino, que las fuerzas del mal nunca podrán destruir. El «Hijo de hombre» es, por consiguiente, el centro y el fin del proyecto de Dios sobre la historia, pero su cumplimiento -anticipado ahora en la profecía- tendrá lugar en el tiempo establecido y los ángeles colaborarán en ello.


 

 

SALMO RESPONSORIAL                                                     137, 1-5

 

R.    ¡Te cantaré en presencia de los ángeles, Señor!

 

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,

porque has oído las palabras de mi boca.

Te cantaré en presencia de los ángeles

y me postraré ante tu santo temploR.

 

Daré gracias a tu nombre

por tu amor y tu fidelidad,

porque tu promesa ha superado tu renombre.

Me respondiste cada vez que te invoqué

y aumentaste la fuerza de mi alma. R.

 

Que los reyes de la tierra te bendigan,

al oír la palabra de tu boca,

y que celebren los designios del Señor,

porque la gloria del Señor es grande. R.

 

 

 


   Lectura del santo Evangelio

según san Juan

1, 47-51

 

En aquel tiempo:

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Éste es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».

«¿De dónde me conoces?, le preguntó Natanael.

Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».

Natanael le respondió: «Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel».

Jesús continuó: «Porque te dije: "Te vi debajo de la higuera", crees. Verás cosas más grandes todavía».

Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el, Hijo del hombre».

 

Palabra del Señor.




Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, eres mi Creador, mi Redentor y mi Padre. Sé que tienes algo que decirme hoy, pero necesito tu gracia para estar atento y escucharte . Que todos mis pensamientos y mis sentimientos se dirigan hacia ti para alabarte y darte gloria. Y que por mi testimonio los demás se acerquen a ti.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Todos tenemos una parte de nuestra vida que podríamos decir es secreta. Es decir, en nuestro corazón tenemos situaciones, sufrimientos y gozos que muchas personas no conocen y que, incluso, sólo nosotros conocemos. Es por ello que tienen mucho peso y repercusión en nuestra vida para bien y para mal.

Pero realmente creemos que eso permanece oculto a los ojos de Dios. Me refiero, sobre todo, a aquellos pecados o heridas que guardamos en nuestro corazón y que permanecen sin sanar porque creemos que nadie nos podría entender. Pero no es así. Dios, desde que nos creó, sabía del barro que estaríamos hechos y las caídas y las heridas que sufriríamos en nuestro camino por esta vida. Pero aun así nos ama. Y no sólo nos comprende y acepta con todo lo que somos, sino que también nos quiere sanar.

Sólo necesita que le abramos el corazón y aunque Él ya lo sabe lo que necesitamos o anhelamos, quiere escucharlo de nuestros labios. Quiere que confiemos en Él como el niño que se lanza del árbol a los brazos de su padre sabiendo que éste no permitirá que caiga al suelo y se lastime.

María, Madre nuestra, ayúdanos a comprender que sólo en Dios puede descansar nuestra alma. Que sólo con su amor podremos sanar; sólo con su amor podremos ser felices.

«El Señor me espera, el Señor quiere que yo abra la puerta de mi corazón, porque Él está ahí y me espera para entrar. Sin condiciones. Claro que alguno podrá decir: “Pero, padre, a mí me gustaría pero ¡tengo muchas cosas feas dentro!”. “¡Es mejor!” Porque te espera, así como eres, no como te dicen que se debe hacer. Se debe ser como eres tú. Te ama así, para abrazarte, besarte, perdonarte. Ve sin tardanza al Señor y dile: “Tú sabes, Señor, que yo te amo”».
(Cf Homilía de S.S. Francisco, 8 de enero de 2016, en santa Marta).

 


Nuestra Señora de Fátima

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