sábado, 5 de octubre de 2024

Sábado Mariano: Oración a Nuestra Señora del Rosario


escrito por Editor Mdc

Oración a Nuestra Señora del Rosario
Oremos: Ayúdanos a crecer en el amor a tu divino Hijo, presente en la Eucaristía, y guíanos a Él para que sea nuestra luz, nuestra verdad y nuestro camino
Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre nuestra, Reina del Santísimo Rosario: tus hijos queremos honrarte con todo el fervor de nuestros corazones, y dar testimonio de nuestra gratitud y nuestro amor filial.
Santa María, Madre nuestra, que en cada misterio del Santo Rosario nos brindas al Salvador. Acudimos a ti, necesitados, y alentados por la confianza que nos inspiras, ponemos en tus manos maternales nuestras preocupaciones y temores.
¡Madre nuestra del Rosario! Que tu presencia renueve nuestra vida, alivie nuestro ser agobiado por el sufrimiento y la enfermedad, sostenga nuestra docilidad a la gracia y fortalezca nuestro amor a los demás, convirtiéndonos así en testigos del amor de Dios.
Te pedimos, Madre nuestra, que nos bendigas para que creciendo en devoción hacia Ti, mediante el rezo del Santo Rosario, se afiance en nosotros la fe, la esperanza y la caridad. Ayúdanos a crecer en el amor a tu divino Hijo, presente en la Eucaristía, y guíanos a Él para que sea nuestra luz, nuestra verdad y nuestro camino.
Amén

Evangelio cotidiano / Semana 26ª del tiempo Ordinario

 




 Evangelio según san Lucas 10, 17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron con alegría diciendo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Jesús les dijo: “Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren: les he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada les hará daño alguno. Sin embargo, no estén alegres porque se les someten los espíritus; estén alegres porque sus nombres están inscritos en el cielo”. En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron”.

Palabra del Señor.


“Les he dado poder”

  • El poder en el nombre de Jesús: Los discípulos se asombran de que hasta los demonios se someten a ellos en el nombre de Jesús. Esto nos recuerda que cualquier poder o autoridad que podamos tener como creyentes proviene de Cristo. No es por mérito propio, sino por la gracia y autoridad que Él nos confiere.

  • Humildad y Gratitud: Jesús les enseña a no enfocarse únicamente en los logros terrenales o en los dones que pueden manifestar, sino en la verdad más profunda: que su destino eterno está asegurado en el cielo. Este pasaje nos invita a cultivar la humildad y no caer en la tentación del orgullo espiritual, recordando siempre que la verdadera fuente de gozo es nuestra relación con Dios.

  • Jesús revela a Dios: En los versículos 21-22, Jesús ora, agradeciendo al Padre por haber revelado estas cosas a los "pequeños" en lugar de a los sabios y entendidos. Esto subraya la importancia de la sencillez y la humildad para recibir la revelación de Dios. A menudo, las personas más humildes y sencillas son quienes están más abiertas a las verdades espirituales, mientras que los que confían solo en su sabiduría humana pueden perder la oportunidad de conocer a Dios profundamente.

  • Privilegio de los discípulos: Jesús afirma que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ellos veían y oír lo que ellos oían, pero no lo lograron. Esta es una invitación a valorar el don de la fe y la revelación que hemos recibido. Tener el privilegio de conocer a Jesús y vivir en su gracia es un tesoro que debemos atesorar.

  • viernes, 4 de octubre de 2024

    Los cinco minutos del Espíritu Santo


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    Digamos una vez más que los santos son una alabanza al Espíritu Santo, porque nadie puede ser santo sin la gracia del Espíritu. Él, con su gracia, nos hace parecidos a Jesús. Eso está muy claro en San Francisco de Asís, a quien recordamos hoy.

    El pobre de Asís es uno de los santos que mejor reflejan la pobreza, la alegría y el amor fraterno de Jesús. Pero la hermosura de su corazón podría expresarse sintéticamente como apertura. Todo lo existente era objeto de su amor, de su admiración o de su compasión fraterna, y por eso le cantaba a Dios por la "hermana luna", el "hermano fuego", la "hermana hierba". Así vemos cómo el Espíritu Santo no nos encierra en nosotros mismos, sino que nos pone en comunión fraterna con la realidad.

    Su corazón pacificado no se resistía ni se llenaba de tensiones ante las contrariedades de la vida o de la naturaleza, sino que reaccionaba con un espíritu de feliz aceptación. Eso lo convertía en un modelo de permanente alegría.

    Su mirada de amor cautivaba y exhortaba a vivir de otra manera. No necesitaba insistir ni presionar a los demás para obtener una respuesta generosa. Servía con sencillez el banquete del Evangelio que atrae por sí mismo, por su propia hermosura. Movido por el Espíritu Santo, Francisco salía permanentemente de sí mismo para adorar, para reconocer la belleza de las cosas, para servir con humildad a quien lo necesitara, para perdonar a quien lo ofendía. Su pequeña existencia, por estar completamente apoyada en el "altísimo y buen Señor", era una inestimable combinación de ternura y de vigor.

    Su mensaje y la belleza de su testimonio provocaban conversión y reconciliación fraterna por donde pasaba. El beso que dio a un leproso refleja su capacidad de mirar a los demás con la mirada de Dios. Y el Espíritu Santo lo identificó tanto con Cristo, que le regaló las llagas que recibió en las manos, en el maravilloso encuentro con Jesús que vivió en el monte Alvernia. Es bello dejarse transformar por el Espíritu Santo de esa manera, porque mientras más nos parecemos a Jesús, más alegría podemos experimentar en la vida. Invoquemos al Espíritu Santo para que podamos vivir esa transformación.


    📚 Autor: Mons. Víctor Manuel Fernández. ® Editorial Claretiana.


    Evangelio cotidiano / Semana 26ª del tiempo Ordinario

     




     Evangelio según san Lucas 10, 13-16

    En aquel tiempo, dijo Jesús: “¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Quien a ustedes escucha, a mí me escucha; quien a ustedes rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado”.

    Palabra del Señor.


    La indiferencia frente a la gracia de Dios:


     Jesús pronuncia un "¡Ay!" sobre Corozaín, Betsaida y Cafarnaún, ciudades que fueron testigos de Su presencia y de muchos de Sus milagros, pero no se convirtieron ni mostraron un cambio de corazón. Estas ciudades simbolizan a las personas que, a pesar de recibir gracias y bendiciones, permanecen indiferentes al mensaje de Dios. El pasaje invita a reflexionar sobre cómo respondemos a las oportunidades que Dios nos brinda para cambiar, mejorar o acercarnos a Él. La gracia de Dios es un don valioso que no debe ser ignorado o desperdiciado.


    El arrepentimiento como respuesta al amor de Dios:


     Jesús compara estas ciudades con Tiro y Sidón, conocidas por su falta de fe. Sin embargo, afirma que si estas ciudades paganas hubieran presenciado los mismos milagros, habrían reaccionado con arrepentimiento. Esto nos recuerda que el arrepentimiento es la respuesta adecuada ante la intervención de Dios en nuestra vida. No se trata solo de un sentimiento de culpa, sino de un cambio de dirección hacia el bien, la conversión auténtica. Dios nos llama constantemente a este cambio, y nuestra falta de respuesta puede endurecer nuestros corazones.


    La responsabilidad de escuchar el mensaje de Dios:

     El versículo 16 subraya la importancia de escuchar a los mensajeros de Dios. “Quien los escucha a ustedes, me escucha a mí; y quien los rechaza a ustedes, me rechaza a mí.” Esto implica una gran responsabilidad para quienes han sido llamados a llevar la Palabra de Dios, como los apóstoles y sus sucesores, pero también para cada uno de nosotros. Al rechazar el mensaje de los discípulos, se rechaza a Jesús mismo y, por ende, a Dios Padre. Este versículo invita a estar atentos y abiertos a la verdad que se nos transmite, ya que cada vez que oímos la Palabra de Dios, estamos recibiendo directamente su llamada.


    La justicia de Dios y la oportunidad del cambio: 

    El pasaje también nos habla del juicio. Jesús dice que, en el día del juicio, será más tolerable para ciudades paganas como Tiro y Sidón que para aquellas que recibieron más gracia, pero no la aprovecharon. Esto nos hace reflexionar sobre el hecho de que con mayor conocimiento y gracia viene también una mayor responsabilidad. Dios es justo y misericordioso, pero no podemos caer en la complacencia. La invitación es clara: estamos llamados a la conversión constante, a no dar por sentado el amor y la misericordia de Dios, sino a responder con fidelidad y compromiso.


    jueves, 3 de octubre de 2024

    Los cinco minutos del Espíritu Santo


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    "Espíritu Santo, hay aspectos de mi vida que no están sanados, hay partes de mi ser que no están bien. Hay sectores de mi existencia donde no te he dejado entrar. Por eso mis alegrías siempre tienen manchas. Por eso siempre están dando vueltas las sombras de la tristeza y de la confusión. 
    Ven Espíritu Santo. Hoy quisiera mostrarte todo, sin pretender ocultarte nada. Quisiera que dialogáramos sobre las sombras que llevo dentro. Ven Espíritu Santo, porque quiero descubrir ante tu mirada mis más profundas rebeldías, esas cosas que no acepto de la vida. Quiero sacar afuera, con total sinceridad, esos reclamos y protestas que no me atrevo a expresar, pero que siempre merodean en mi interior revuelto. 
    Apaga mis enojos, aplaca mis quejas más escondidas, serena todo ese mundo inquieto que llevo dentro, cura todo rencor, todo mal recuerdo, toda desilusión. Nada de todo eso vale la pena. Son interferencias en el camino de la felicidad. 
    Por eso, ven Espíritu Santo, tú que puedes liberarme, ven.
    Amén
    ."


    📚 Autor: Mons. Víctor Manuel Fernández. ® Editorial Claretiana.

    Evangelio Cotidiano / Semana 26ª del tiempo Ordinario

      




     Evangelio según san Lucas 10, 1-12

    En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: “La mies es abundante y los obreros pocos; rueguen, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Pónganse en camino! Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saluden a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos su paz; si no, volverá a ustedes. Quédense en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No vayan cambiando de casa en casa.

    Si entran en una ciudad y los reciben, coman lo que les pongan curen a los enfermos que haya en ella, y díganles: “El Reino de Dios ha llegado a ustedes”. Pero si entran en una ciudad y no los reciben, saliendo a sus plazas, digan: “Hasta el polvo de su ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios ha llegado”. Les digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad”.

    Palabra del Señor.



    "La mies es mucha, los obreros pocos"

    Jesús envía a sus discípulos a anunciar el Reino con instrucciones precisas de cómo lo deben hacer (no podemos evitar recordar lo que hizo con sus primeros frailes Nuestro Padre Santo Domingo, sin duda inspirado por el Evangelio). Les manda ir con la paz por delante allá donde entren, a ser agradecidos, a aceptar lo que les den de buen grado, pero también a abandonar el lugar donde no se les reciba con cordialidad. Y en medio de sus palabras nos dice que la mies es mucha y los obreros pocos y que pidamos al dueño de la mies que envíe trabajadores. Creo que estas palabras se comentan por sí solas: la mies es el pueblo de Dios, los obreros son aquellos que difunden la Palabra de Dios, los que se ocupan de las almas de los demás, los que administran los Sacramentos, sacerdotes, religiosos, laicos comprometidos.

    Vivimos tiempos en los que las vocaciones de todo tipo escasean, la sociedad es reacia a las cosas de Dios y anda perdida en muchos aspectos, por eso hacen falta buenos obreros que cuiden de la mies y ahora más que nunca es el tiempo de pedir al Dueño que nos los envíe. Una vez más debemos ponernos en manos de Dios, confiar a Él nuestras preocupaciones (y la falta de vocaciones es una de las grandes) y pedirle con Fe que regale a su Iglesia hombres y mujeres de corazón generoso y espíritu de servicio.

    Tenemos que confiar en el Señor, pedirle CON CONFIANZA, en la seguridad de que nuestra oración será escuchada. Deberíamos hacer el propósito diario de pedir por las vocaciones para que, al igual que Cristo envió a sus discípulos a anunciar el Reino, Dios Padre siga enviando trabajadores a sus campos: buenos sacerdotes, buenas monjas, laicos con ganas de servir, hombres y mujeres de toda condición que sepan escuchar la llamada de Dios y acudan a los campos de mies. El trabajo es mucho y toda ayuda poca, pongamos nuestro grano de arena a través de nuestra oración. Y siempre confiando en el Señor.

    D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP

    D. Luis Maldonado Fernández de Tejada, OP
    Fraternidad Laical de Santo Domingo, de Almagro



    martes, 1 de octubre de 2024

    Octubre


     

    Por una misión compartida – El Video del Papa 10 – Octubre 2024

    Los cinco minutos del Espíritu Santo


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    Hoy recordamos a Santa Teresita de Lisieux. En ella podemos reconocer la generosa ternura que puede infundir el Espíritu Santo en nuestras vidas.

    Ella vivió y creció con una bella conciencia de ser inmensamente amada por Jesucristo. Por eso desde niña ansiaba consagrarse a Dios en la clausura; entonces se hizo carmelita. Pero su amor a Jesús no era sólo un deseo de vivir tranquila, abrazada por el Señor. Porque el Espíritu Santo le hizo ver con claridad que quien ama a Jesús se identifica con su deseo, empieza a desear lo que Jesús desea. Por lo tanto, su pasión era ser un instrumento de Jesús para hacer el bien.

    Teresita no sentía un gran atractivo por la tranquilidad del cielo. Más bien le interesaba que en el cielo podría estar más cerca de Jesús para que su oración fuera más eficaz y pudiera interceder por nosotros con más fuerza. Eso se expresaba en su promesa de que después de su muerte haría caer una lluvia de rosas.

    Pero lo que más se destaca en su vida es la infancia espiritual. No se trata de un infantilismo débil o romántico, sino de una actitud valiente y grandiosa: renunciar a la miserable tentación de creernos dioses todopoderosos, de sentirnos el centro del universo o de pensar que somos más que los demás. Hacerse como niños es confiar sin reservas en el amor de Dios, y así no necesitar más dominar a los demás, aprovecharse de ellos o buscar con desesperación sus elogios y reconocimientos. Teresita vivió a fondo esta actitud gracias a la obra transformadora del Espíritu Santo.

    El Evangelio nos invita a recuperar la actitud de humilde confianza que caracteriza a los niños; el Reino de Dios debe ser recibido con esa confianza, propia del que sabe que solo no puede. Así como un niño que en los momentos de temor reclama sinceramente la presencia de su Padre, el corazón tocado por el Espíritu Santo ha renunciado a su autonomía, sabe que necesita de su poder, que sin él no tiene fuerza ni seguridad, que en él está la única verdadera fortaleza.


    📚 Autor: Mons. Víctor Manuel Fernández. ® Editorial Claretiana.


    Evangelio Cotidiano / Semana 26ª del tiempo Ordinario

     


    Evangelio según san Lucas 9, 51-56

    Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de Él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?”. Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.

    Palabra del Señor.



    Obediente al padre y por amor a los hombres

    “Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”. Con esta decisión, comienza la etapa final, la etapa más importante de su vida. Por esta decisión de Jesús, Jerusalén se va a convertir en el centro geográfico de toda la historia de la salvación. En Jerusalén Jesús nos dará la mayor prueba de su amor al morir en la cruz y asumir así lo más doloroso de nuestras existencias.

    Desde Jerusalén Jesús entrará, por la resurrección, en una vida nueva, vida que Él inaugurará no sólo para Sí mismo sino también para todos nosotros. En Jerusalén nacerá igualmente la Iglesia, la comunidad de los discípulos de Jesús, unida por el Espíritu Santo que Jesús les va a enviar.

    Jesús inicia, pues, el viaje definitivo de su vida: desde Galilea a Jerusalén y al Padre. No hará este viaje solo: lo hará acompañado de sus discípulos. Pidamos al Señor que nosotros también le acompañemos realmente en este viaje suyo compartiendo con Él las mismas esperanzas y las mismas penas.

    Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.

    Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.
    Convento de la Virgen del Camino (León)

    Sábado Mariano: Oración a Nuestra Señora del Rosario

    escrito por Editor Mdc Oración a Nuestra Señora del Rosario Oremos: Ayúdanos a crecer en el amor a tu divino Hijo, presente en la Eucaristía...