Septiembre mes de la Biblia
Propuestas para escuchar la Palabra
1.
La lectura diaria de los textos bíblicos litúrgicos es una excelente
ayuda para profundizar en la Palabra de Dios. De esta manera nos unimos a
toda la Iglesia que ora al Padre meditando los mismos textos. También
nos acostumbramos a una lectura continuada de la Biblia, donde los
textos están relacionados y lo que leemos hoy se continua con lo de
mañana. La lectura diaria de los textos (para lo cual Liturgia Cotidiana
es una excelente herramienta) constituye una "puerta segura" para
escuchar a Dios que nos habla en la Biblia.
2.
- ¿Has leído alguna vez un evangelio entero "de corrido"? Es muy
interesante descubrir la trama de la vida de Jesús escrita por cada
evangelista. Muchos detalles y relaciones entre los textos que cada
evangelista utiliza quedan al descubierto cuando uno hace una lectura
continuada. Este mes es propicio para ofrecerle a Dios este esfuerzo. Te
recomendamos la lectura del evangelio de Marcos. No es muy largo, en
unas horas se puede leer. Al ser el primero de los sinópticos, los otros
(Mateo y Lucas) lo siguen en el esquema general. Por lo tanto es una
muy buena "puerta de entrada" al mensaje de Jesús.
3.
Otra posibilidad para poner en práctica este mes (y tal vez iniciar un
hábito necesario y constructivo) es la oración con los salmos. Los
mismos recogen la oración del pueblo de Dios a lo largo de casi mil años
de caminata del pueblo de Israel. Nos acercan la voz del pueblo que ora
con fe, y la palabra de Dios, que nos señala esta manera de orar para
acercarnos y escuchar sus enseñanzas. En los salmos podemos encontrar
una inmensa fuente de inspiración para la oración. Hay salmos que nos
hablan de la alegría, de las dificultades y conflictos, de la esperanza,
del abatimiento, del dolor, de la liberación y la justicia, de la
creación, de la misma Palabra de Dios (salmo 118, el más largo de
todos). Aprender a rezar con los Salmos es una "puerta siempre abierta"
para el encuentro con el Dios de la Vida.
4.
La lectura orante de la Palabra, realizada en comunidad, nos pone en
sintonía con la voluntad de Dios. Es un ejercicio clave para el
crecimiento en la fe. La fuerza de la comunidad nos alienta para
encontrar en los textos la fuerza del Espíritu. Todos aprendemos juntos y
nos enriquecemos con el aporte de cada uno. Existen muchos métodos de
lectura orante. Simplificando al máximo podemos decir que los siguientes
cuatro pasos son los más comunes:
Lectura
Meditación
Oración
Compromiso
Meditación
Oración
Compromiso
La
lectura orante siempre desemboca en un desafío para vivir. La Palabra
de Dios nos desafía a seguir los pasos de Jesús y cambiar nuestra vida.
La
lectura orante, practicada en comunidad, es una "puerta-espejo" que nos
interpela y nos ayuda a discernir cómo vivir y practicar su Palabra en
nuestros días.
De la la Encíclica Fides et ratioCapítulo V. N´55 (parcial)
"Tampoco
faltan rebrotes peligrosos de fideísmo, que no acepta la importancia
del conocimiento racional y de la reflexión filosófica para la
inteligencia de la fe y, más aún, para la posibilidad misma de creer en
Dios. Una expresión de esta tendencia fideísta difundida hoy es el «
biblicismo », que tiende a hacer de la lectura de la Sagrada Escritura o
de su exégesis el único punto de referencia para la verdad. Sucede así
que se identifica la palabra de Dios solamente con la Sagrada Escritura,
vaciando así de sentido la doctrina de la Iglesia confirmada
expresamente por el Concilio Ecuménico Vaticano II.
La
Constitución Dei Verbum, después de recordar que la palabra de Dios
está presente tanto en los textos sagrados como en la Tradición, afirma
claramente: « La Tradición y la Escritura constituyen el depósito
sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho
depósito, el pueblo cristiano entero, unido a sus pastores, persevera
siempre en la doctrina apostólica ». La Sagrada Escritura, por tanto, no
es solamente punto de referencia para la Iglesia. En efecto, la «
suprema norma de su fe » proviene de la unidad que el Espíritu ha puesto
entre la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la
Iglesia en una reciprocidad tal que los tres no pueden subsistir de
forma independiente.
No
hay que infravalorar, además, el peligro de la aplicación de una sola
metodología para llegar a la verdad de la Sagrada Escritura, olvidando
la necesidad de una exégesis más amplia que permita comprender, junto
con toda la Iglesia, el sentido pleno de los textos. Cuantos se dedican
al estudio de las Sagradas Escrituras deben tener siempre presente que
las diversas metodologías hermenéuticas se apoyan en una determinada
concepción filosófica. Por ello, es preciso analizarla con
discernimiento antes de aplicarla a los textos sagrados."
Juan Pablo II
Fides et ratio
14 de Setiembre de 1998
Fides et ratio
14 de Setiembre de 1998
Para
finalizar, los católicos durante el mes de septiembre debemos dedicarlo
a iniciar el conocimiento y divulgación de los textos bíblicos, ya que
quien se llame cristiano tendría que conocer la historia de la salvación
y la Palabra de Dios, interpretadas auténtica y fielmente por el
Magisterio de la Iglesia.
La
Biblia, para todas las denominaciones cristianas, contiene la
Revelación y es, como todo libro sagrado, la fuente del conocimiento y
el compromiso de vida en lo referente a la fe.
Cada
año, la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, la Iglesia Ortodoxa e
Iglesias Evangélicas celebrarán el Mes de la Biblia.
Cada comunidad celebrará el mes con énfasis de acuerdo a su historia y tradición.
La
Iglesia Católica Romana recordando a San Jerónimo, (a quien
conmemoramos el 30 de septiembre), traductor de la Vulgata, la Biblia en
lengua latina; la Ortodoxa haciendo memoria que fue en idioma griego
que se escribieron los Santos Evangelios y los demás libros del Nuevo
Testamento y las Iglesias Evangélicas conmemorando la publicación, el 26
de septiembre de 1569, de la primera traducción de los Textos Bíblicos a
la lengua española, traducción realizada por Casiodoro de Reina y
conocida como la “Biblia del Oso” ya que en su portada estaba
representado dicho animal.
Muy
pocos saben que esta Biblia, pese a ser fruto del trabajo de un activo
protestante contenía todos los textos propios de la Biblia Vulgata
latina de San Jerónimo, mencionada al inicio, que es el texto oficial de
la Biblia para toda la iglesia católica romana.
Algo de historia
La
palabra Biblia se origina, a través del latín, en la expresión griega
τα βιβλ?α τα ?για (ta biblía ta haguia; los libros sagrados), acuñada
por vez primera en I Macabeos 12:9, siendo βιβλ?α plural de βιβλ?ον
(biblíon, ´papiro´ o ´rollo´, usado también para ´libro´). Se cree que
este nombre nació como diminutivo del nombre de la ciudad de Biblos
(Β?βλος), importante mercado de papiros de la antigüedad.
Esta
frase fue empleada por los hebreos helenizados (aquellos que habitaban
en ciudades de habla griega) mucho tiempo antes del nacimiento de Jesús
de Nazaret para referirse al Tanaj o Antiguo Testamento. Muchos años
después empezó a ser utilizada por los cristianos para referirse al
conjunto de libros que forman el Antiguo Testamento así como los
Evangelios y las cartas apostólicas, es decir, el Nuevo Testamento. Para
ese entonces ya era común utilizar las dos primeras palabras de la
frase, τα βιβλ?α, a manera de título.
Ya
como título, y habiendo perdido el artículo τα, se empezó a utilizar en
latín como biblia sacra (los libros sagrados) y de ahí fue transmitido a
las demás lenguas.
La
Biblia es una compilación de textos que en un principio eran documentos
separados (llamados "libros"), escritos primero en hebreo, arameo y
griego durante un dilatado periodo de tiempo y después reunidos para
formar el Tanaj (Antiguo Testamento para los cristianos) y luego el
Nuevo Testamento. Ambos testamentos forman la Biblia cristiana. En sí la
Biblia fue escrita a lo largo de aproximadamente 1000 años (900 a. C. -
100 d. C.). Los textos más antiguos se encuentran en el Libro de los
Jueces ("Canto de Débora") y en el Pentateuco, que son datadas en la
época de los dos reinos (siglos X a VIII a. C.). El libro completo más
antiguo, el de Oseas es también de la misma época.
El
canon católico romano de la Biblia que conocemos hoy fue sancionado por
primera vez en el Concilio de Hipona en el año 393 de nuestra era, por
la Iglesia Católica. Dicho canon de 73 libros (46 pertenecientes al
llamado Antiguo Testamento, incluyendo 7 libros llamados actualmente
Deuterocanónicos -Tobías, Judit, I Macabeos, II Macabeos, Sabiduría,
Eclesiástico y Baruc- y 27 al Nuevo Testamento) fue confirmado en el
Sínodo de Roma en el año 380, y ratificado en el Concilio de Cartago en
el año 397, y luego nuevamente confirmado por decreto en la cuarta
sesión del Concilio de Trento del 8 de abril de 1546.
Versiones castellanas de la Biblia Católica
Vienen
éstas de la traducción hecha por San Jerónimo (Dalmacia, Yugoeslavia,
342-420) al latín, versión oficial de la Iglesia por casi 15 siglos. El
primer intento estuvo a cargo de la corte del Rey Alfonso X, El Sabio,
en 1280, conocida como la Biblia Alfonsina; en 1430, el Gran Maestre de
la orden de Calatrava, Don Luis de Guzmán, patrocina a Mosé Arragel para
realizar otra traducción, conocida como la Biblia de Alba.
En
1944 se publica la llamada de Nácar-Colunga, publicada por la
Biblioteca de Autores Cristianos que no usa la traducción de la Vulgata
como fuente si no usa los originales.
La Biblia de Jerusalén aparece en 1967, también basada en los textos originales. La primera edición de la Biblia latinoamericana, con el lenguaje propio de la región, es editada por primera vez en 2001. En el año 2005 se presentó, tras 33 años de trabajo, la Biblia de Navarra, para hacerla se tomaron como fuente los textos originales en hebreo, arameo y griego.
La Biblia de Jerusalén aparece en 1967, también basada en los textos originales. La primera edición de la Biblia latinoamericana, con el lenguaje propio de la región, es editada por primera vez en 2001. En el año 2005 se presentó, tras 33 años de trabajo, la Biblia de Navarra, para hacerla se tomaron como fuente los textos originales en hebreo, arameo y griego.
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