sábado, 30 de noviembre de 2019

Lecturas del día





Celebramos hoy la fiesta de San Andrés.


Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma
10, 9-18

Hermanos:
Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: «El que cree en él no quedará confundido».
Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se les envía? Como dice la Escritura: «¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias!»
Pero no todos aceptan el Evangelio. Así lo dice Isaías: «Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación?» La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la palabra de Cristo.
Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: «Por toda la tierra se extiende su voz, y sus palabras llegan hasta los confines del mundo».

Palabra de Dios.


El apóstol hace un notable esfuerzo pedagógico para aclarar su mensaje sobre la salvación que, para todos, nos viene de Cristo Jesús. Echa mano con mucha libertad de pasajes del A.T. para decirnos que la vieja economía salvadora tenía su relativa eficacia porque era suficiente con cumplir la ley para lograr la salvación. Y ahora, Cristo mediante, es aún más fácil.  Basta con aceptar la condición de resucitado de Cristo Jesús, vencedor de la muerte y del pecado, que asumamos su condición divina, que viene a ser lo mismo que tengamos fe en el que nos salvó. La fe no es un privilegio ni un recurso privativo de nadie, pues todos somos iguales en esto de la salvación. El creyente  tiene que confesar esta fe, interiorizarla y asumirla. Por eso debe invocar el nombre del Señor y, por tanto, dejar que Él unifique todos los detalles de nuestra biografía. Y para ello se precisan pregoneros leales, evangelizadores con ímpetu y latido que siembren la palabra salvadora del Maestro. Porque en el hecho de aceptar la Palabra del Señor está la clave de nuestra vida creyente.



SALMO RESPONSORIAL                                          18, 2-3. 4-5

R.    Resuena su eco por toda la tierra.

El cielo proclama la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos:
un día transmite al otro este mensaje
y las noches se van dando la noticia. R.

Sin hablar, sin pronunciar palabras,
sin que se escuche su voz,
resuena su eco por toda la tierra,
y su lenguaje, hasta los confines del mundo. R.





    Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
4, 18-22

En aquel tiempo:
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar, porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, ya su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.
Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

Palabra del Señor.




¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?



En medio de nuestras ocupaciones cotidianas Jesús nos dice «sígueme». San Andrés y los primeros discípulos responden generosamente y dejan las redes. Él mira hoy amorosamente nuestras vidas y nos llama. Él espera tu respuesta. Dios da una vocación a cada persona. La vocación es cómo Dios quiere hacerte feliz. Hay que responder para ser feliz.

¿Cómo saber lo que Dios quiere de mí? Puede que te llame a la vocación matrimonial, a la vida religiosa o sacerdotal... ahí no acaba la cosa. En la oración Dios deja un poso, ahí te dice cómo quiere que le sirvas y te provoca y da fuerzas para que respondas. En tu vida, determinadas personas han sido luz y te han indicado el camino. Dios también habla en los problemas que conmueven tus entrañas: el hambre, las familias rotas, los niños abandonados, los ancianos, los transeúntes... el rostro de Jesús se manifiesta en los hermanos necesitados y te piden una respuesta.

Repasa lentamente algunos de estos momentos en tu vida. ¿A dónde apuntan? ¿Qué giro le pide Dios a tu vida? Pide luz para ver y confianza para responder. Da siempre gracias.

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