Evangelio diario / Semana 1ª de Adviento
Evangelio según san Lucas 10, 21-24
En aquella hora Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron”.
Palabra del Señor.
" Te doy gracias, Padre”
El evangelista participa de esta alegría pascual en este tiempo de Adviento. Se le contagió la alegría de aquellas comunidades cristianas que fue conociendo y en las que se sentía muy a gusto. Allí pudo comprobar lo que había escuchado a Pablo en Atenas y que él, Lucas, el joven médico, recrea al escuchar a las buenas gentes que creen en Jesús, el Cristo.
Jesús, personaje alegre donde los haya, con algún momento de tristeza, también exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendido, y las has revelado a los pequeños; a los sencillos, a los de corazón abierto y acogedor, ansiosos de salvación y dicha.
Los sabios y entendidos, tan pagados de sí mismos, no necesitan nada, se bastan a sí mismos; lo saben todo. Su prepotencia los alimenta… hasta que… ¡Qué advertencia tan preclara por parte de Jesús! Hemos de tener cuidado de no ser “tan enterados”, sino más sencillos y acogedores, aunque eso no nos exime de saber lo suficiente para explicar y dar testimonio con claridad y sin envoltorios eruditos alambicados. No es de extrañar la exclamación alegre y final de Jesús: ¡Bienaventurados, dichosos, vosotros que veis lo que tenéis que ver, y oís lo que tenéis que oír con capacidad de escucha y de visión clara!
Por eso, en este tiempo de nieblas ideológicas y teológicas, sepamos exclamar y orar con sinceridad: ¡Señor, que vea! ¡Señor, que escuche bien! Amén.
Para preguntarnos: ¿De qué doy gracias a Dios con más frecuencia?
El Mesías, tal como lo describe Isaías, no juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas. ¿Qué te sugieren estas dos ideas en tu vida?
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