Evangelio diario / Semana 2ª del tiempo Ordinario

 




Evangelio según san Marcos 2, 18-22

En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?”. Jesús les contesta: “¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto −lo nuevo de lo viejo− y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos”.

Palabra del Señor.


Jesús, medida de todo

Los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunaban. Si los discípulos de Jesús no ayunan es porque esta unión con Dios, a la que aspira toda la humanidad, ya se ha realizado. Está realizada en la persona de Jesús. Por eso, no es el momento de ayunar y entristecerse como si estuviéramos aún lejos de Dios, sino de celebrarlo y alegrarse. El novio está ya entre nosotros. La unión de Dios con nuestra pobre humanidad ya está realizada.

Estas palabras de Jesús nos invitan a pasar de una religión de prácticas humanas, muy dignas de respeto, a una religión de unión personal con el Hijo de Dios, a una religión centrada en el conocimiento de la persona de Jesús y en un deseo de parecernos cada vez más a Él en nuestra forma concreta de vivir. Esta unión con el Hijo de Dios es lo que celebramos sacramentalmente en la Eucaristía.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.

Fr. Carlos Oloriz Larragueta O.P.
Convento de la Virgen del Camino (León)

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