Evangelio diario / Semana 5ª de Cuaresma

 




Evangelio según san Juan 8, 12-20

En aquel tiempo, Jesús habló a los fariseos, diciendo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Le dijeron los fariseos: “Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero”. Jesús les contestó: “Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, ustedes no saben de dónde vengo ni adónde voy.

Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado, el Padre; y en la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me ha enviado, el Padre”. Ellos le preguntaban: “¿Dónde está tu Padre?”. Jesús contestó: “Ni me conocen a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre”. Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor.


"Yo soy la luz del mundo"

Jesús nos invita a seguirle, a permitir que su luz ilumine nuestros corazones y nos guíe en cada paso de nuestra vida. Para seguir esta luz, necesitamos estar dispuestos a ver con nuevos ojos, a abandonar las sombras de la incredulidad y el pecado, y a caminar en el camino de la verdad que Él nos ofrece.

Jesús es la respuesta a las preguntas más profundas de nuestro corazón, la luz que ilumina nuestras decisiones, y el Salvador que nos llama a vivir en la plenitud de la vida divina. La verdadera vida se encuentra al caminar con Él, dejando que su luz transforme todo lo que tocamos. ¿Estamos dispuestos a salir de la oscuridad y seguir a Jesús, la luz que nos ofrece vida?

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