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¡Que no me falte la fe!

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    Si llega la noche oscura, Señor, que la venza con la luz de la fe.   Si me alcanza el pesimismo y la angustia que los supere con la alegría de la fe.   Si me siento acorralado por las dificultades que sepa descubrir el trampolín de la fe.   SI me acechan dudas e incertidumbres que se abra ante mí una hoja con palabras de fe.   ¡Que no me falte, Jesús, la fe! Para responderte con generosidad si, de mí, reclamas atención o compromiso.   Para decirte que, sólo Tú eres el Señor, si ante mí se alzan otros dioses extraños.   Para seguirte, y no perderte, si logro tocar el manto de tu Eucaristía, si alcanzo gustar el manto de la oración, si agarro, con fuerza, el manto de tu Espíritu.   ¡Que no me falte, oh Señor, la fe! Que me posibilita mirar más allá de mí mismo, de mis aflicciones y de mis egoísmos, de mi bienestar y de mis intereses, de mi comodidad o de mi pequeño mundo, de mis proyectos y de mis debilidades.   ¡Que no me falte, Señor...

Liturgia - Lecturas del día

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  Lectura de la profecía de Amós 3, 1-8; 4, 11-12   Escuchen esta palabra que el Señor pronuncia contra ustedes, israelitas, contra toda la familia que Yo hice subir del país de Egipto. Sólo a ustedes los elegí entre todas las familias de la tierra; por eso les haré rendir cuenta de todas sus iniquidades. ¿Van juntos dos hombres sin haberse puesto de acuerdo? ¿Ruge el león en la selva sin tener una presa? ¿Alza la voz el cachorro desde su guarida sin haber cazado nada? ¿Cae el pájaro a tierra sobre una trampa, si no hay un sebo? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado nada? ¿Suena la trompeta en una ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una desgracia en la ciudad sin que el Señor la provoque? Porque el Señor no hace nada sin revelar su secreto a sus servidores los profetas. El león ha rugido: ¿quién no temerá? El Señor ha hablado: ¿quién no profetizará? Yo les envié una catástrofe Como la de Sodoma y Gomorra, y ustedes fueron como un tizón salvado del incendio, ¡pe...
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Los Cinco Minutos del Espíritu Santo escrito por Mons. Víctor Manuel Fernández

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  Si alguna vez logramos quedarnos callados y serenos, dejando que el Espíritu Santo nos haga experimentar su amor, estaremos viviendo una preciosa experiencia mística. Cuando abandonamos nuestras resistencias y nos dejamos tomar por el Espíritu, él toca un centro amoroso donde el ser humano sólo puede depender, porque es una criatura; y lo más íntimo de su realidad es la dependencia, es recibir el ser y la vida, es beber de Dios. Veamos cómo expresan algunos místicos esta dependencia cuando llega a un alto grado de desarrollo: "¡Oh cuán dichosa es esta alma que siente siempre a Dios descansando y reposando en su seno!... Dios está allí de ordinario como si descansara en un abrazo con la esposa, en la substancia de su alma, y ella lo siente muy bien y lo goza habitualmente... Él la absorbe profundísimamente en el Espíritu Santo, enamorándola con primor y delicadeza divina" (San Juan de la Cruz). "Dios toma la voluntad, pero me parece que toma también el entendimiento, po...