¡Que no me falte la fe!

Si llega la noche oscura, Señor, que la venza con la luz de la fe. Si me alcanza el pesimismo y la angustia que los supere con la alegría de la fe. Si me siento acorralado por las dificultades que sepa descubrir el trampolín de la fe. SI me acechan dudas e incertidumbres que se abra ante mí una hoja con palabras de fe. ¡Que no me falte, Jesús, la fe! Para responderte con generosidad si, de mí, reclamas atención o compromiso. Para decirte que, sólo Tú eres el Señor, si ante mí se alzan otros dioses extraños. Para seguirte, y no perderte, si logro tocar el manto de tu Eucaristía, si alcanzo gustar el manto de la oración, si agarro, con fuerza, el manto de tu Espíritu. ¡Que no me falte, oh Señor, la fe! Que me posibilita mirar más allá de mí mismo, de mis aflicciones y de mis egoísmos, de mi bienestar y de mis intereses, de mi comodidad o de mi pequeño mundo, de mis proyectos y de mis debilidades. ¡Que no me falte, Señor...