Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 35-37
Jesús se puso a enseñar en el Templo y preguntaba: «¿Cómo pueden decir
los escribas que el Mesías es hijo de David'? El mismo David ha dicho,
movido por el Espíritu Santo:
"Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
hasta que ponga
a tus enemigos debajo de tus pies".
Si el mismo David lo llama "Señor", ¿cómo puede ser hijo suyo?»
La multitud escuchaba a Jesús con agrado.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir,
Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús
es crítico con las enseñanzas de los letrados, de los expertos. También
nosotros estamos llamados a ser críticos con lo que escuchamos, con lo que nos
cuentan. No podemos “tragarnos” todo, aunque también es verdad que podemos
aprender de todos. En cambio, la realidad es que a algunas personas les
criticamos todo y a otras les aceptamos cualquier cosa.
¿Cómo lo vives? ¿Qué le
dices a Dios?
La
gente disfrutaba escuchando a Jesús. ¿Disfrutamos nosotros de la Palabra de
Dios, de la celebración de la Eucaristía, del encuentro con los amigos o con la
familia, de buenas lecturas, de la naturaleza, de todas esas cosas buenas que
nos acercan a Dios? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Tu Palabra está viva, Señor.
Quien escucha tu Palabra
se abre al misterio del amor.
Ella ilumina a toda persona en este
mundo.
Señor, que sepamos descubrir tu luz,
ella nace incansablemente de tu
corazón.
En ese momento tú nos estás hablando,
porque nos amas.
Ayúdanos a escuchar la proximidad de
tu voz.
Tu alegría consiste en entregarte
a quien desea oírte.
Tu revelación no tiene límites,
al igual que tu amor.
Tú no te cansas jamás de dirigirte a
nosotras.
Tú deseas entrar en nuestro corazón.
Danos libertad para estar abiertas
a lo que tu palabra nos inspira
y a reconocerla en la historia de cada
día.
Desde siempre tu te vienes ofreciendo
a todo ser humano.
Tu deseo se volvió tan grande y tu
palabra tan entregada,
que se hizo carne en Jesús.
Tu deseabas tanto ser recibido por los
hombres y mujeres
que viniste a habitar entre nosotros.
Y es que lo que tu das lo das
totalmente.
Que te veamos siempre en todos, en
todo,
y en especial, en los hermanos y
hermanas más necesitados,
más débiles, más pequeños.
Tú eres, Señor,
la vida de donde sale el vino bueno
que alegra el corazón.
Tú eres, Señor,
amigo de nuestra vida
y nosotras somos sarmientos.
Si no estamos unidas a ti
no tendremos vida.
Separadas de ti no servimos para nada.
Haznos, Señor,
comprender el gozo de vivir en ti,
unidos a ti,
amigo entrañable de todos nuestros
caminos.
Ayúdanos, Señor,
a que tu savia inunde nuestras vidas.
Si tú te acercas como vid verdadera,
el amor se hará realidad
en nuestra pobre vida de sarmiento de
la viña.
Comentarios
Publicar un comentario