Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 14, 1. 7-11



Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:
«Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: "Déjale el sitio", y asÍ, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, acércate más", y así quedarás bien delante de todos los invita- dos. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado».
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús no discrimina a nadie. No tiene problemas para entrar en casa de un recaudador, se acerca a los pecadores y prostitutas, a los enfermos y a los niños… Y en el Evangelio de hoy lo contemplamos en casa de uno de los principales fariseos. Tiene un corazón grande, abierto a todos.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Siempre nos parece que son los otros los que escogen los primeros puestos. Tenemos mucha facilidad para darnos cuenta. Pero ¿estás seguro de que tú no caes en esta tentación? Pide a Dios luz para que te ayude a descubrir la realidad. Recuerda la vida de Jesús:
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios;  al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. (Flp 2)

“Yo cavaré alrededor y echaré estiércol”. A Dios le cuesta dejarnos por perdidos. Nos da muchas oportunidades, nos ayuda una y otra vez. Le damos gracias.
Pero ¡cuidado! Si no acogemos estas oportunidades podemos echar a perder nuestra vida.
Si Dios nos ofrece siempre una nueva oportunidad ¿Cuál debería ser nuestra actitud con las personas que nos rodean? ¿Qué le dices a Dios?

Señor, yo soy como esa higuera que da muy poco fruto. Podría ser más generoso, más abierto, más alegre, más feliz; pero, en muchas ocasiones, sólo pienso en mí, sólo trabajo para mí.

Señor, te doy gracias porque tienes paciencia conmigo. Cavas la tierra endurecida de mi alma, con la fuerza de tu Palabra. Alimentas mi corazón hambriento con el abono de tu amor.

Señor, que la Comunión contigo me ayude a convertirme, a pensar y a trabajar por los pobres y los que me necesitan; a dar fruto, al servicio de la familia y la parroquia, el barrio y el mundo.


Tres años esperó
que aquel árbol bien plantado y altivo
diera higos sabrosos y tiernos.

Tres años de paciencia
aguantando críticas y risas
de expertos, cínicos y amigos.

Tres años de cuidados
abonando y cavando el suelo
con sudor y ternura infinita.

Tres años respetando
los ritmos sabios de la naturaleza
y los consejos de los antepasados.

Tres años ofreciendo
su tiempo, corazón y trabajo
al árbol plantado en su huerto.

Tres años dedicados
a la higuera de sus sueños
para que su apariencia no fuera un engaño.

Tres años temblorosos
sufriendo en silencio su duro desafío
de ser sólo percha de aves de mal agüero.

¡Tres años desgastados!

La cortó, creyendo seguir tus pasos,
y, de repente, vio su corazón verde
y oyó sus gemidos tristes.

Un año más, solo un año,
y hubiera dado el fruto soñado
que en silencio había madurado.

Desde entonces, Señor,
aunque el hortelano sigue contigo,
tiene su corazón herido.

¡Cúrale y enséñale, con ternura,
a esperar como tú esperaste
hasta amar y vencer su resistencia!

Florentino Ulibarri

Comentarios