VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA
Lectura del libro del Génesis
1, 1—2, 2
Al principio, Dios creó el cielo y la tierra. La
tierra era algo informe y vacío, las tinieblas
cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía
sobre las aguas.
Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz
existió. Dios vio que la luz era buena, y separó
la luz de las tinieblas; y llamó Día a la luz y
Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una
mañana: este fue el primer día.
Dios dijo: «Que haya un firmamento en medio de las
aguas, para que establezca una separación entre
ellas». Y así sucedió. Dios hizo el firmamento, y
éste separó las aguas que están debajo de él, de
las que están encima de él; y Dios llamó Cielo al
firmamento. Así hubo una tarde y una mañana: este
fue el segundo día.
Dios dijo: «Que se reúnan en un solo lugar las
aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el
suelo firme». Y así sucedió. Dios llamó Tierra al
suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios
vio que esto era bueno. Entonces dijo: «Que la
tierra produzca vegetales, hierbas que den
semilla, y árboles frutales que den sobre la
tierra frutos de su misma especie con su semilla
adentro». Y así sucedió. La tierra hizo brotar
vegetales, hierba que da semilla según su especie
y árboles que dan fruto de su misma especie con su
semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno.
Así hubo una tarde y una mañana: este fue el
tercer día.
Dios dijo: «Que haya astros en el firmamento del
cielo para distinguir el día de la noche; que
ellos señalen las fiestas, los días y los años, y
que estén como lámparas en el firmamento del cielo
para iluminar la tierra». Y así sucedió. Dios hizo
los dos grandes astros —el astro mayor para
presidir el día y el menor para presidir la noche—
y también hizo las estrellas. Y los puso en el
firmamento del cielo para iluminar la tierra, para
presidir el día y la noche, y para separar la luz
de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno.
Así hubo una tarde y una mañana: este fue el
cuarto día.
Dios dijo: «Que las aguas se llenen de una
multitud de seres vivientes y que vuelen pájaros
sobre la tierra, por el firmamento del cielo».
Dios creó los grandes monstruos marinos, las
diversas clases de seres vivientes que llenan las
aguas deslizándose en ellas y todas las especies
de animales con alas. Y Dios vio que esto era
bueno. Entonces los bendijo, diciendo: «Sean
fecundos y multiplíquense; llenen las aguas de los
mares y que las aves se multipliquen sobre la
tierra». Así hubo una tarde y una mañana: este fue
el quinto día.
Dios dijo: «Que la tierra produzca toda clase de
seres vivientes: ganado, reptiles y animales
salvajes de toda especie». Y así sucedió. Dios
hizo las diversas clases de animales del campo,
las diversas clases de ganado y todos los reptiles
de la tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios
vio que esto era bueno.
Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen,
según nuestra semejanza; y que le estén sometidos
los peces del mar y las aves del cielo, el ganado,
las fieras de la tierra, y todos los animales que
se arrastran por el suelo».
Y Dios creó al hombre a su imagen;
lo creó a imagen de Dios,
los creó varón y mujer.
Y los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos,
multiplíquense, llenen la tierra y sométanla;
dominen a los peces del mar, a las aves del cielo
y a todos los vivientes que se mueven sobre la
tierra». Y continuó diciendo: «Yo les doy todas
las plantas que producen semilla sobre la tierra,
y todos los árboles que dan frutos con semilla:
ellos les servirán de alimento. Y a todas la
fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo
y a todos los vivientes que se arrastran por el
suelo, les doy como alimento el pasto verde». Y
así sucedió. Dios miró todo lo que había hecho, y
vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una
mañana: este fue el sexto día.
Así fueron terminados el cielo y la tierra, y
todos los seres que hay en ellos.
El séptimo día, Dios concluyó la obra que había
hecho, y cesó de hacer la obra que había
emprendido.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
103, 1-2a.
5-6. 10. 12-14ab. 24. 35
R.
Señor,
envía tu Espíritu y renueva toda la tierra.
Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Estás vestido de esplendor y majestad
y te envuelves con un manto de luz. R.
Afirmaste la tierra sobre sus cimientos:
¡no se moverá jamás!
El océano la cubría como un manto,
las aguas tapaban las montañas. R.
Haces brotar fuentes en los valles,
y corren sus aguas por las quebradas.
Las aves del cielo habitan junto a ellas
y hacen oír su canto entre las ramas. R.
Desde lo alto riegas las montañas,
y la tierra se sacia con el fruto de tus obras.
Haces brotar la hierba para el ganado
y las plantas que el hombre cultiva. R.
¡Qué variadas son tus obras, Señor!
¡Todo lo hiciste con sabiduría,
la tierra está llena de tus criaturas!
¡Bendice al Señor, alma mía!
R.
2
El sacrificio de Abraham,
nuestro padre en la fe
Lectura del libro del Génesis
22, 1-18
Dios puso a prueba a Abraham. «¡Abraham!», le
dijo.
Él respondió: «Aquí estoy».
Entonces Dios le siguió diciendo: «Toma a tu hijo
único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región
de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la
montaña que Yo te indicaré».
A la madrugada del día siguiente, Abraham ensilló
su asno, tomó consigo a dos de sus servidores y a
su hijo Isaac, y después de cortar la leña para el
holocausto, se dirigió hacia el lugar que Dios le
había indicado. Al tercer día, alzando los ojos,
divisó el lugar desde lejos, y dijo a sus
servidores: «Quédense aquí con el asno, mientras
yo y el muchacho seguimos adelante. Daremos culto
a Dios, y después volveremos a reunimos con
ustedes».
Abraham recogió la leña para el holocausto y la
cargó sobre su hijo Isaac; él, por su parte, tomó
en sus manos el fuego y el cuchillo, y siguieron
caminando los dos juntos.
Isaac rompió el silencio y dijo a su padre
Abraham: «¡Padre!»
Él respondió: «Sí, hijo mío».
«Tenemos el fuego y la leña —continuó Isaac— pero
¿dónde está el cordero para el holocausto?»
«Dios proveerá el cordero para el holocausto»,
respondió Abraham. Y siguieron caminando los dos
juntos.
Cuando llegaron al lugar que Dios le había
indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la
leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el
altar encima de la leña. Luego extendió su mano y
tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el
Ángel del Señor lo llamó desde el cielo:
«¡Abraham, Abraham!»
«Aquí estoy», respondió él.
Y el Ángel le dijo: «No pongas tu mano sobre el
muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que
temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera
a tu hijo único».
Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que
tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces
fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto
en lugar de su hijo. Abraham llamó a ese lugar:
«El Señor proveerá», y de allí se origina el
siguiente dicho: «En la montaña del Señor se
proveerá».
Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a
Abraham desde el cielo, y le dijo: «Juro por mí
mismo —oráculo del Señor—: porque has obrado de
esa manera y no me has negado a tu hijo único, Yo
te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu
descendencia como las estrellas del cielo y como
la arena que está a la orilla del mar. Tus
descendientes conquistarán las ciudades de sus
enemigos, y por tu descendencia se bendecirán
todas las naciones de la tierra, ya que has
obedecido mi voz».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
15, 5. 8-11
R.
Protégeme,
Dios mío, porque en ti me refugio.
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡Tú decides mi suerte!
Tengo siempre presente al Señor:
Él está a mi lado, nunca vacilaré. R.
Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis
entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
R.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna
a tu derecha.
R.
3
Los israelitas entraron a pie en el cauce del mar
Lectura del libro del Éxodo
14, 15—15, 1a
El Señor dijo a Moisés: «Ordena a los israelitas
que reanuden la marcha. Y tú, con el bastón en
alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en
dos, para que puedan cruzarlo a pie. Yo voy a
endurecer el corazón de los egipcios, y ellos
entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así
me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su
ejército, de sus carros y de sus guerreros. Los
egipcios sabrán que soy el Señor, cuando Yo me
cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus
carros y de sus guerreros».
El Ángel de Dios, que avanzaba al frente del
campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse
detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó
también de adelante hacia atrás, interponiéndose
entre el campamento egipcio y el de Israel. La
nube era tenebrosa para unos, mientras que para
los otros iluminaba la noche, de manera que en
toda la noche no pudieron acercarse los unos a los
otros.
Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y
el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte
viento del este, que sopló toda la noche y
transformó el mar en tierra seca. Las aguas se
abrieron, y los israelitas entraron a pie en el
cauce del mar, mientras las aguas formaban una
muralla, a derecha e izquierda. Los egipcios los
persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus
carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos
en medio del mar.
Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor
observó las tropas egipcias desde la columna de
fuego y de nube, y sembró la confusión entre
ellos. Además, frenó las ruedas de sus carros de
guerra, haciendo que avanzaran con dificultad.
Los egipcios exclamaron: «Huyamos de Israel,
porque el Señor combate en favor de ellos contra
Egipto».
El Señor dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el
mar, para que las aguas se vuelvan contra los
egipcios, sus carros y sus guerreros».
Moisés extendió su mano sobre el mar y, al
amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios
ya habían emprendido la huida, pero se encontraron
con las aguas, y el Señor los hundió en el mar.
Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a
los guerreros de todo el ejército del Faraón que
habían entrado en medio del mar para perseguir a
los israelitas. Ni uno solo se salvó. Los
israelitas, en cambio, fueron caminando por el
cauce seco del mar, mientras las aguas formaban
una muralla, a derecha e izquierda.
Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de
los egipcios. Israel vio los cadáveres de los
egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue
testigo de la hazaña que el Señor realizó contra
Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en El y
en Moisés, su servidor.
Entonces Moisés y los israelitas entonaron este
canto en honor del Señor:
Ex 15, 1b-6. 17-18
R.
Cantaré
al Señor, que se ha cubierto de gloria.
Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria:
Él hundió en el mar los caballos y los carros.
El Señor es mi fuerza y mi protección, Él me
salvó.
Él es mi Dios y yo lo glorifico,
es el Dios de mi padre y yo proclamo su
grandeza.
R.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «Señor».
Él arrojó al mar los carros del Faraón y su
ejército,
lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.
R.
El abismo los cubrió,
cayeron como una piedra en lo profundo del mar.
Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza,
tu mano, Señor, aniquila al enemigo. R.
Tú llevas a tu pueblo,
y lo plantas en la montaña de tu herencia,
en el lugar que preparaste para tu morada,
en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.
¡El Señor reina eternamente!
R.
4
Se compadeció de ti con amor eterno tu redentor, el Señor
Lectura del libro de Isaías
54, 5-14
Tu esposo es Aquél que te hizo:
su nombre es Señor de los ejércitos;
tu redentor es el Santo de Israel:
Él se llama «Dios de toda la tierra».
Sí, como a una esposa abandonada y afligida
te ha llamado el Señor:
«¿Acaso se puede despreciar
a la esposa de la juventud?»,
dice el Señor.
Por un breve instante te dejé abandonada,
pero con gran ternura te uniré conmigo;
en un arrebato de indignación,
te oculté mi rostro por un instante,
pero me compadecí de ti con amor eterno,
dice tu redentor, el Señor.
Me sucederá como en los días de Noé,
cuando juré que las aguas de Noé
no inundarían de nuevo la tierra:
así he jurado no irritarme más contra ti
ni amenazarte nunca más.
Aunque se aparten las montañas
y vacilen las colinas,
mi amor no se apartará de ti,
mi alianza de paz no vacilará,
dice el Señor, que se compadeció de ti.
¡Oprimida, atormentada, sin consuelo!
¡Mira! Por piedras, te pondré turquesas
y por cimientos, zafiros;
haré tus almenas de rubíes,
tus puertas de cristal
y todo tu contorno de piedras preciosas.
Todos tus hijos serán discípulos del Señor,
y será grande la paz de tus hijos.
Estarás afianzada en la justicia,
lejos de la opresión, porque nada temerás,
lejos del temor, porque no te alcanzará.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
29, 2. 4-6. 11-12a. 13b
R.
Yo
te glorifico, Señor, porque Tú me libraste.
Yo te glorifico, Señor, porque Tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste
revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
R.
Canten al Señor, sus fieles;
den gracias a su santo Nombre,
porque su enojo dura un instante,
y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría.
R.
Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor.
Tú convertiste mi lamento en júbilo.
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamente!
R.
5
Vengan a mí y vivirán.
Yo haré con ustedes una alianza eterna
Lectura del libro de Isaías
55, 1-11
Así habla el Señor:
¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos,
y el que no tenga dinero, venga también!
Coman gratuitamente su ración de trigo,
y sin pagar, tomen vino y leche.
¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta
y sus ganancias, en algo que no sacia?
Háganme caso y comerán buena comida,
se deleitarán con sabrosos manjares.
Presten atención y vengan a mí,
escuchen bien y vivirán.
Yo haré con ustedes una alianza eterna,
obra de mi inquebrantable amor a David.
Yo lo he puesto como testigo para los pueblos,
jefe y soberano de naciones.
Tú llamarás a una nación que no conocías,
y una nación que no te conocía correrá hacia ti,
a causa del Señor, tu Dios,
y por el Santo de Israel, que te glorifica.
¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar,
llámenlo mientras está cerca!
Que el malvado abandone su camino
y el hombre perverso, sus pensamientos;
que vuelva al Señor, y Él le tendrá compasión,
a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.
Porque los pensamientos de ustedes no son los
míos,
ni los caminos de ustedes son mis caminos
—oráculo del Señor—.
Como el cielo se alza por encima de la tierra,
así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos
a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo
y no vuelven a él sin haber empapado la tierra,
sin haberla fecundado y hecho germinar,
para que dé la semilla al sembrador
y el pan al que come,
así sucede con la palabra que sale de mi boca:
ella no vuelve a mí estéril,
sino que realiza todo lo que Yo quiero
y cumple la misión que Yo le encomendé.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
Is 12, 2-6
R.
Sacarán
aguas con alegría
de las fuentes de la salvación.
Éste es el Dios de mi salvación:
yo tengo confianza y no temo,
porque el Señor es mi fuerza y mi protección;
Él fue mi salvación.
R.
Ustedes sacarán agua con alegría
de las fuentes de la salvación.
Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
anuncien entre los pueblos sus proezas,
proclamen qué sublime es su Nombre.
R.
Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:
¡que sea conocido en toda la tierra!
¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,
porque es grande en medio de ti el Santo de
Israel!
R.
6
Camina hacia el resplandor, atraído por su luz
Lectura del libro de Baruc
3, 9-15. 32—4, 4
Escucha, Israel, los mandamientos de vida;
presta atención para aprender a discernir.
¿Por qué, Israel, estás en un país de enemigos
y has envejecido en una tierra extranjera?
¿Por qué te has contaminado con los muertos,
contándote entre los que bajan al Abismo?
¡Tú has abandonado la fuente de la sabiduría!
Si hubieras seguido el camino de Dios,
vivirías en paz para siempre.
Aprende dónde está el discernimiento,
dónde está la fuerza y dónde la inteligencia,
para conocer al mismo tiempo
dónde está la longevidad y la vida,
dónde la luz de los ojos y la paz.
¿Quién ha encontrado el lugar de la Sabiduría,
quién ha penetrado en sus tesoros?
El que todo lo sabe, la conoce,
la penetró con su inteligencia;
el que formó la tierra para siempre,
y la llenó de animales cuadrúpedos;
el que envía la luz, y ella sale,
la llama, y ella obedece temblando.
Las estrellas brillan alegres en sus puestos de
guardia:
Él las llama, y ellas responden: «Aquí estamos»,
y brillan alegremente para Aquel que las creó.
¡Éste es nuestro Dios,
ningún otro cuenta al lado de Él!
Él penetró todos los caminos de la ciencia
y se la dio a Jacob, su servidor,
y a Israel, su predilecto.
Después de esto apareció sobre la tierra,
y vivió entre los hombres.
La Sabiduría es el libro de los preceptos de Dios
y la Ley que subsiste eternamente:
los que la retienen, alcanzarán la vida,
pero los que la abandonan, morirán.
Vuélvete, Jacob, y tómala,
camina hacia el resplandor, atraído por su luz.
No cedas a otro tu gloría,
ni tus privilegios a un pueblo extranjero.
Felices de nosotros, Israel,
porque se nos dio a conocer lo que agrada a Dios.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
18, 8-11
R.
Señor
Tú tienes palabras de Vida eterna.
La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.
R.
Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.
R.
La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.
R.
Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo del panal.
R.
7
Yo los rociaré con agua pura
y les daré un corazón nuevo
Lectura de la profecía de Ezequiel
36, 17a. 18-28
La palabra del Señor me llegó en estos términos:
«Hijo de hombre, cuando el pueblo de Israel
habitaba en su propio suelo, lo contaminó con su
conducta y sus acciones. Entonces derramé mi furor
sobre ellos, por la sangre que habían derramado
sobre el país y por los ídolos con que lo habían
contaminado. Los dispersé entre las naciones y
ellos se diseminaron por los países. Los juzgué
según su conducta y sus acciones. Y al llegar a
las naciones adonde habían ido, profanaron mi
santo Nombre, haciendo que se dijera de ellos:
“Son el pueblo del Señor, pero han tenido que
salir de su país”. Entonces yo tuve compasión de
mi santo Nombre, que el pueblo de Israel profanaba
entre las naciones adonde había ido.
Por eso, di al pueblo de Israel: “Así habla el
Señor: Yo no obro por consideración a ustedes,
casa de Israel, sino por el honor de mi santo
Nombre, que ustedes han profanado entre las
naciones adonde han ido. Yo santificaré mi gran
Nombre, profanado entre las naciones, profanado
por ustedes. Y las naciones sabrán que Yo soy el
Señor —oráculo del Señor— cuando manifieste mi
santidad a la vista de ellas, por medio de
ustedes.
Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré
de entre todos los países y los llevaré a su
propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes
quedarán purificados. Los purificaré de todas sus
impurezas y de todos sus ídolos.
Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un
espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el
corazón de piedra y les daré un corazón de carne.
Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan
mis preceptos, y que observen y practiquen mis
leyes. Ustedes habitarán en la tierra que Yo he
dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y Yo
seré su Dios”».
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
41, 3. 5bcd; 42, 3-4
R.
Mi
alma tiene sed de Dios.
Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios?
R.
¡Cómo iba en medio de la multitud
y la guiaba hacia la Casa de Dios,
entre cantos de alegría y alabanza,
en el júbilo de la fiesta!
R.
Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas.
R.
Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,
Señor, Dios mío.
R.
EPÍSTOLA
Cristo, después de resucitar, no muere más
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma
6, 3-11
Hermanos:
¿No saben ustedes que todos los que fuimos
bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en
su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con
Él en la muerte, para que así como Cristo resucitó
por la gloria del Padre, también nosotros llevemos
una Vida nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo por
una muerte semejante a la suya, también nos
identificaremos con Él en la resurrección.
Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido
crucificado con Él, para que fuera destruido este
cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos
del pecado. Porque el que está muerto, no debe
nada al pecado.
Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que
también viviremos con Él. Sabemos que Cristo,
después de resucitar, no muere más, porque la
muerte ya no tiene poder sobre Él. Al morir, Él
murió al pecado, una vez por todas; y ahora que
vive, vive para Dios. Así también ustedes,
considérense muertos al pecado y vivos para Dios
en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
117, 1-2. 16-17. 22-23
R. Aleluia,
aleluia, aleluia.
¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!
R.
La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.
R.
La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos. R.
EVANGELIO
Jesús de Nazaret, el Crucificado, ha resucitado
a
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Marcos
16, 1-8
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre
de Santiago, y Salomé compraron perfumes para
ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del
primer día de la semana, cuando salía el sol,
fueron al sepulcro.
Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la
piedra de la entrada del sepulcro?» Pero al mirar,
vieron que la piedra había sido corrida; era una
piedra muy grande.
Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a
la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas
quedaron sorprendidas, pero él les dijo: «No
teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el
Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el
lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir
a sus discípulos y a Pedro que Él irá antes que
ustedes a Galilea; allí lo verán, como Él se lo
había dicho».
Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque
estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada
a nadie, porque tenían miedo.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús murió. Murió condenado por el odio de los sumos sacerdotes, por las burlas de Herodes, por la cobardía de Pilato, por los gritos de la multitud manipulada, por el miedo de sus seguidores...
Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Fue ajusticiado por blasfemia, acusado y condenado por declararse Hijo de Dios, por hereje. Crucificado como un maldito.
Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Aquella tarde parecía que Dios Padre estaba de parte de los enemigos de Jesús.
Pero el silencio del Padre no fue eterno... Al tercer día gritó: VIDA, RESURRECCIÓN. Y RESUCITÓ a Jesús. Esta es la Buena Noticia. Esta es la noticia que los hombres con vestidos refulgentes anunciaron a las mujeres, las mujeres a los apóstoles, y así hasta que la noticia ha llegado a nosotros, a ti.
Dios no callará indefinidamente ante nuestros sufrimientos, ante las cruces que soportan sus hijos, ante la muerte de cualquier persona. Algún día, cuando no lo esperamos, de una forma imprevisible, Dios gratará VIDA, RESURRECCIÓN. y NOS RESUCITARÁ. Y esta esperanza nos resucita ya de nuestros miedos y tristezas. Damos gracias.
¿Cómo reaccionas? Con la fe de las mujeres o con la incredulidad de los apóstoles?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.
Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.
Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.
Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.
Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!
Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.
Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.
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Iniciar una nueva vida
como quien inicia un nuevo día,
feliz y esperanzado al alba,
aunque no sepa qué trae la jornada.
O como quien alza y abre los ojos,
mirando el horizonte a cada hora
porque éste se presenta cambiante
y lleno de sorpresas que baten el aire.
Iniciar una nueva vida
como si fuera primavera
con toda la naturaleza
despierta por dentro y por fuera.
O como si fuese el rocío
que a las flores alimenta
para que muestren su belleza,
sin alborotar y sin soñar en ser río.
Iniciar una nueva vida
soñando con los hermanos,
amando la casa y el trabajo,
y gozando la familia.
Iniciar una nueva vida,
si es preciso, renunciando
al descanso ganado por la edad,
el trabajo y las promesas.
Iniciar una nueva vida
y vivirla con gozo en el tajo,
o donde el corazón te lleve,
para que sea auténtica y rica...
¡Iniciar una nueva vida!,
eso es la Pascua cristiana,
tu Pascua evangélica,
humana y divina.
Florentino Ulibarri
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Jesús murió. Murió condenado por el odio de los sumos sacerdotes, por las burlas de Herodes, por la cobardía de Pilato, por los gritos de la multitud manipulada, por el miedo de sus seguidores...
Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Fue ajusticiado por blasfemia, acusado y condenado por declararse Hijo de Dios, por hereje. Crucificado como un maldito.
Y Dios Padre callaba. No hacía nada.
Aquella tarde parecía que Dios Padre estaba de parte de los enemigos de Jesús.
Pero el silencio del Padre no fue eterno... Al tercer día gritó: VIDA, RESURRECCIÓN. Y RESUCITÓ a Jesús. Esta es la Buena Noticia. Esta es la noticia que los hombres con vestidos refulgentes anunciaron a las mujeres, las mujeres a los apóstoles, y así hasta que la noticia ha llegado a nosotros, a ti.
Dios no callará indefinidamente ante nuestros sufrimientos, ante las cruces que soportan sus hijos, ante la muerte de cualquier persona. Algún día, cuando no lo esperamos, de una forma imprevisible, Dios gratará VIDA, RESURRECCIÓN. y NOS RESUCITARÁ. Y esta esperanza nos resucita ya de nuestros miedos y tristezas. Damos gracias.
¿Cómo reaccionas? Con la fe de las mujeres o con la incredulidad de los apóstoles?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Has resucitado, Jesús,
Tu amor es más fuerte que la muerte.
Venciste a tu muerte y a la nuestra, Jesús
Creemos en una vida nueva para siempre.
Has abierto de par en par las puertas del futuro, Jesús.
Podemos avanzar con esperanza, pase lo que pase.
Has roto los límites de lo posible, Jesús.
Nada de cuanto podamos imaginar es demasiado para Ti.
Nos has contagiado tu vida plena, Jesús
Podemos empezar una existencia de resucitados, ¡cuanto antes!
Tu Espíritu resucitador aletea en el mundo entero, Jesús,
una nueva sociedad es posible, está en marcha.
Contigo resucitó tu Palabra y tu proyecto, Jesús
Podemos llamar Padre a Dios y vivir como auténticos hermanos.
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Iniciar una nueva vida
como quien inicia un nuevo día,
feliz y esperanzado al alba,
aunque no sepa qué trae la jornada.
O como quien alza y abre los ojos,
mirando el horizonte a cada hora
porque éste se presenta cambiante
y lleno de sorpresas que baten el aire.
Iniciar una nueva vida
como si fuera primavera
con toda la naturaleza
despierta por dentro y por fuera.
O como si fuese el rocío
que a las flores alimenta
para que muestren su belleza,
sin alborotar y sin soñar en ser río.
Iniciar una nueva vida
soñando con los hermanos,
amando la casa y el trabajo,
y gozando la familia.
Iniciar una nueva vida,
si es preciso, renunciando
al descanso ganado por la edad,
el trabajo y las promesas.
Iniciar una nueva vida
y vivirla con gozo en el tajo,
o donde el corazón te lleve,
para que sea auténtica y rica...
¡Iniciar una nueva vida!,
eso es la Pascua cristiana,
tu Pascua evangélica,
humana y divina.
Florentino Ulibarri
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