Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 18-24
Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros,
Ellas; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado».
«Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy Yo?» Pedro, tomando la
palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios».
Y Él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles:
«El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los
sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al
tercer día».
Después dijo a todos: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo,
que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su
vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará».
Palabra del Señor.
¿Quién es Jesús? ¿Quién es Jesús para ti? ¿un maestro de vida? ¿un amigo al que acudo cuando lo necesito? ¿un hombre excepcional? ¿el Señor que conduce mi vida? ¿el salvador de mis miedos y mis pecados? ¿el Mesías, el Hijo de Dios, que revela el rostro del Padre? ¿el Amado?
No respondas sólo con la cabeza, responde también con la vida.
Piensa también ¿Quién debería ser Jesús en ti? ¿qué pasos tienes que dar para avanzar hacia ese ideal?
Cuando hayas respondido a la pregunta de Jesús, escucha su Palabra: Él tiene que sufrir mucho, morir y resucitar... y sus seguidores han de estar dispuestos a cargar con la cruz cada día, a entregar la vida.
Nos gustaría poder quitar el sufrimiento de la vida y la cruz del cristianismo, pero es imposible.
Sin embargo, para Jesús, la cruz es sólo la otra cara del amor fiel y el camino que nos conduce a una vida más plena, más feliz.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo
al acabar el día su jornada,
y, libres ya mis manos del trabajo,
a hacerte ofrenda del trabajo vengo.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo
cuando las luces de este día acaban,
y, ante las sombras de la noche oscura,
mirarte a ti, mi luz, mirarte puedo.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo,
y aunque me abruma el peso del pecado,
movido por tu amor y por tu gracia,
mi salvación ponerla en ti yo quiero.
Señor, tú eres mi paz y mi consuelo,
muy dentro de mi alma tu esperanza
sostenga mi vivir de cada día,
mi lucha por el bien que tanto espero.
Señor, tú eres mi paz y mi. consuelo;
por el amor de tu Hijo, tan amado,
por el Espíritu de ambos espirado,
conduce nuestra senda hacia tu encuentro.
Amén.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
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