Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15, 3-7
Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta
parábola:
Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no
deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a
buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros,
lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a
sus amigos y vecinos, y les dice: «Alégrense
conmigo, porque encontré la oveja que se me había
perdido».
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más
alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta, que por noventa y nueve justos que no
necesitan convertirse.
Palabra del Señor.
Sólo cuando se tienen entrañas de
amor y de misericordia hacia alguna persona no
sólo se le buscará cuando la hayamos perdido, sino
que se estará dispuesto a dar la vida por ella,
con tal de recuperarla.
Muchas veces nosotros nos hemos dispersado lejos
del Señor. Probablemente al Señor no se le ha
perdido una oveja, sino una buena parte del
Rebaño. Por eso, a quienes nos hemos dejado
encontrar por Él, y nos ha constituido en su
Iglesia, nos envía para que, teniendo en nosotros
el mismo amor de su Corazón, colaboremos
constantemente con Él para ir en busca de las
ovejas descarriadas hasta encontrarlas, y
llevarlas de vuelta al redil, no a golpes ni
regaños, sino con el mismo amor y misericordia con
que el Señor nos ha tratado a nosotros.
Nuestra alegría es estar en torno al Señor, que
nos ama, en esta Eucaristía en la que nos reúne
después de habernos buscado y encontrado, para
traernos y sentarnos a su Mesa.
Del Corazón abierto del Salvador brota para
nosotros la Vida nueva, de la que nos hace
partícipes en esta Eucaristía.
Por eso podemos decir que su Corazón, su amor, se
convierte para nosotros en comida y bebida de
salvación.
Mediante la Eucaristía entramos en comunión de
Vida con el Señor, de tal forma que Él vive en
nosotros, y nosotros en Él.
La fiesta del Sagrado Corazón de Jesús es para
nosotros no sólo motivo de alegría, sino la
oportunidad que el Señor nos ofrece para que sean
nuestros su Amor y su Vida.
Aprovechemos esta oportunidad que el Señor nos
concede.
El Señor nos dice en otra ocasión: Aprendan de mi,
que soy manso y humilde de corazón. Nosotros nos
unimos a Cristo para hacer nuestras su Vida y sus
actitudes, de tal forma que Él continúe amando y
salvando a la humanidad entera por medio nuestro.
Celebrar la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús
nos ha de llevar a convertirnos en motivo de paz y
de alegría para nuestro prójimo. A nosotros
corresponde continuar la obra de salvación de Dios
en el mundo. La iglesia de Cristo debe ser un
signo de Cristo, Buen Pastor, que con amor y
misericordia, busca la oveja descarriada hasta
encontrarla. Y esa oveja descarriada no es sólo
aquella que después podría dejarnos su lana; son
todos aquellos que se alejaron del Señor, que son
víctimas de las maldades y vicios, que han sido
injustamente tratados y heridos por gente
deshonesta y sin piedad.
No sólo hemos de contemplar el Corazón amoroso y
misericordioso de Cristo, sino que hemos de
contemplar el nuestro propio para examinar si
somos fieles en transparentarlo para nuestros
hermanos.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda,
por intercesión de la Santísima Virgen María,
nuestra Madre, la gracia de saber amar a nuestro
prójimo, y de procurar su bien en la misma forma
en que Dios lo ha hecho para con nosotros.
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