HOMILIA DE MONS. RUBEN FRASSIA EN LA FIESTA PATRONAL DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCION


 
AVELLANEDA – LANUS
15 de agosto 2017
Queridos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas,
Querido pueblo fiel:
 
Señor Intendente interino de Avellaneda, Hugo Barrueco; señor Intendente de Lanús, Néstor Grindetti, agradezco la presencia de ustedes y de todos los que están aquí acompañando esta invitación que nos hace la Virgen, la Madre de Dios y nuestra Madre.
 
Ella nos reúne para darnos cuenta que formamos parte del Pueblo de Dios. Ella nos enseña cómo debemos andar; tenemos que responder, tenemos que escuchar y fundamentalmente su presencia nos muestra que tenemos que vivir como Ella lo hizo en la fe, creyendo en Dios, creyendo todo lo que Él nos dice y nos pide.
 
Celebramos A María, en esta fiesta solemnísima y la más importante, porque es la culminación de su Maternidad Divina. Ella es concebida sin pecado original, es la Inmaculada Concepción en atención a esta Maternidad Divina tiene la Gracia de Dios para que nazca sin pecado original y al recibir esa gracia continúa con esa amistad permanente y unida a la voluntad de Dios, también es ascendida al cielo en la Gloria.
 
Donde está la Gracia está la Gloria y tenemos la certeza que por María nos vino la salvación. Ella, que nos dio a Cristo, al Redentor, al Resucitado, es la primera en ser asumida en cuerpo y alma y nos da la seguridad, sabiendo que somos sus hijos, que jamás va a abandonar a ninguno de sus hijos. ¡Nosotros quizás abandonemos, quizás traicionemos, quizás tratemos con indiferencia a los demás; pero la Virgen jamás nos deja de lado!
 
Yo quisiera que esta tarde -en todas las cosas que estamos viviendo como país, como sociedad, como familia, como Iglesia- podamos sentir esa brisa, esa tierna mano de Dios, a través de la mano maternal de la Virgen; que podamos sentir -ante tantas pero tantas heridas- la ternura, la caricia y el consuelo de Dios por medio de la Virgen, nuestra Madre.
 
Hay mucho cansancio físico, moral, espiritual, y sin embargo Dios nos da una respuesta a cada uno de ellos. Al cansancio nos hace descansar. Al cansancio  moral que cada uno puede pasar en su vida, nos quita del desaliento, del desánimo, del no querer seguir luchando por Dios o por el bien, de no seguir luchando para vivir en gracia, para ser hijos de Dios, para ser fieles, para ser buenos cristianos, para seguir siendo buenas personas; ¡no nos dejemos arrebatar la esperanza para no caer en el desánimo ni en el desaliento! Y algo peor aún, cuando hay una fatiga espiritual puede entrar en nosotros el orgullo y el desprecio. Hay gente que cree que puede ser orgullosa y no se da cuenta que todo lo que tiene lo ha recibido por la bondad de Dios y quizás por sus familias. Todo es gracia y todo es recibimiento.
 
A veces el orgullo nos hace pretender una ilusión vacía, de que uno puede vivir en este mundo sin Dios, prescindiendo de Él, llenándose de cosas donde Él no esté presente en nuestra vida. ¡Ay queridos hermanos!, cuidado con el orgullo, no nos quedemos vacíos. En nuestra vida, en nuestra sociedad, como personas y como cristianos, ¡Dios tiene que estar presente!, pues si Dios no está presente,  estamos incompletos; en nuestra vida personal, en nuestra vida cristiana, en nuestra vida según los ministerios, las vocaciones y misiones que tengamos, Dios tiene que estar presente siempre.
 
En esta tarde quiero decirle a la Virgen: Madre de la Asunción, Virgen María, te pido por nuestra patria y por nosotros, para que volvamos a tener esperanza, alegría, serenidad, paz, solidaridad y servicio; que seamos capaces de salir de nuestros egoísmos para que podamos servir a los demás, y que esta alegría que Dios nos da seamos capaces de compartirla con los demás.
 
Sé que un cristiano que quiere vivir en el amor pasa por la experiencia de la cruz y del sufrimiento; pero esta cruz y este sufrimiento aplíquenlo cada uno de ustedes a su vida, no es una alienación, una destrucción, un impedimento o un obstáculo ¡es el camino para alcanzar la madurez, la plenitud, para que sigamos creciendo, madurando responsablemente!; y responsablemente podamos responder a este mundo, a esta Iglesia, a este país y esta sociedad.
 
Que la Virgen hoy nos dé el consuelo de su cercanía y, como Madre que es, nos ayude a levantar los obstáculos, a caminar por un camino verdadero, serio y bueno; y que nos ayude a encontrarnos y encontrar a los demás porque encontrando a los demás nos encontramos a nosotros mismos. Hay mucha gente que se pierde porque primero ha perdido a Dios, ha perdido a los otros y por lo tanto se pierde a sí mismo.
 
Que Nuestra Señora de la Asunción nos conceda, pidiendo a su Hijo por su intercesión, la gracia de ser hijos de Dios y la gloria de que algún día alcancemos plenamente la vida eterna.
 
Que así sea.-

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