Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 23, 13-22
Jesús habló diciendo:
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de, los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno del infierno que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías ciegos, que dicen: "Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale"! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro? Ustedes dicen también: "Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar". ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él. Jurar por el santuario, es jurar por él y por Aquél que lo habita. Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por Aquél que está sentado en él.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Entrar en el Reino es sentir la cercanía del amor del Padre y el calor de la fraternidad. No entrar en el Reino es una tragedia. Sólo hay una mayor: no dejar entrar a los demás. Todos estamos llamados a entrar y a ayudar a otros para que puedan disfrutar de los dones del Reino.
¿Estoy entrando en Reino, o siempre lo dejo para más tarde?
¿Ayudo o estorbo a los demás para que entren en el Reino?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Los letrados y fariseos no cumplen la ley y, además, no lo reconocen. Es más: buscan y dan razones para convencer a los demás de que hacen lo que deben. A veces hacemos lo mismo: no reconocemos nuestros errores, después los justificamos y terminamos por criticar a los que actúan bien.
Jesús comprende los errores de las personas, pero no pacta con la hipocresía, con el fariseísmo. Por eso rezamos:
Señor, dame luz y fuerza para descubrir y librarme del fariseo que llevo en mi corazón:
Critico a los avaros, pero yo comparto sólo unas migajas y vivo al límite de mis posibilidades económicas.
Critico a los que cierran las fronteras, pero yo cierro mi casa, mi cartera y mi corazón a los que me necesitan.
Critico a los violentos, pero mis palabras y mis gestos, en demasiadas ocasiones, son agresivos.
Critico a autoritarios, pero también yo decido sin consultar, sin valorar las consecuencias de lo que hago.
Critico a los caprichosos, pero yo justifico todos mis excesos y acabo consiguiendo todo lo que se me antoja.
Critico a los que no cumplen con sus responsabilidades, pero también yo me dejo llevar por la pereza.
Critico a los que se alaban a sí mismos, pero a veces también yo busco la manera de publicar mis grandezas.
Critico…
En fin, Señor, Tú sabes y yo sé que en demasiadas ocasiones critico a los demás los fallos que yo también cometo.
Señor, dame misericordia para comprender los errores de los demás y ayudarles a mejorar; dame humildad para reconocer mis errores, y determinación y paciencia para superarlos.
Entrar en el Reino es sentir la cercanía del amor del Padre y el calor de la fraternidad. No entrar en el Reino es una tragedia. Sólo hay una mayor: no dejar entrar a los demás. Todos estamos llamados a entrar y a ayudar a otros para que puedan disfrutar de los dones del Reino.
¿Estoy entrando en Reino, o siempre lo dejo para más tarde?
¿Ayudo o estorbo a los demás para que entren en el Reino?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Los letrados y fariseos no cumplen la ley y, además, no lo reconocen. Es más: buscan y dan razones para convencer a los demás de que hacen lo que deben. A veces hacemos lo mismo: no reconocemos nuestros errores, después los justificamos y terminamos por criticar a los que actúan bien.
Jesús comprende los errores de las personas, pero no pacta con la hipocresía, con el fariseísmo. Por eso rezamos:
Señor, dame luz y fuerza para descubrir y librarme del fariseo que llevo en mi corazón:
Critico a los avaros, pero yo comparto sólo unas migajas y vivo al límite de mis posibilidades económicas.
Critico a los que cierran las fronteras, pero yo cierro mi casa, mi cartera y mi corazón a los que me necesitan.
Critico a los violentos, pero mis palabras y mis gestos, en demasiadas ocasiones, son agresivos.
Critico a autoritarios, pero también yo decido sin consultar, sin valorar las consecuencias de lo que hago.
Critico a los caprichosos, pero yo justifico todos mis excesos y acabo consiguiendo todo lo que se me antoja.
Critico a los que no cumplen con sus responsabilidades, pero también yo me dejo llevar por la pereza.
Critico a los que se alaban a sí mismos, pero a veces también yo busco la manera de publicar mis grandezas.
Critico…
En fin, Señor, Tú sabes y yo sé que en demasiadas ocasiones critico a los demás los fallos que yo también cometo.
Señor, dame misericordia para comprender los errores de los demás y ayudarles a mejorar; dame humildad para reconocer mis errores, y determinación y paciencia para superarlos.
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