HOMILIA DE MONSEÑOR RUBEN FRASSIA BASILICA NUESTRA SEÑORA DE LUJAN


PEREGRINACIÓN DIOCESANA
AVELLANEDA-LANÚS


LEMA: “MADRE AYÚDANOS A VIVIR COMO HERMANOS”
2 de septiembre de 2017


Queridos hermanos:
Es una gran alegría poder concelebrar con ustedes sacerdotes, diáconos; también que estén presentes los seminaristas, religiosas y el querido pueblo fiel, que son de todas nuestras comunidades. Quisiera que hoy pudiéramos, en estos minutos, pensar algunas consideraciones.
 
La primera es que Dios ha querido estar con nosotros para darnos su gracia, para hacernos sus hijos y para pertenecer al Pueblo Santo de Dios; que eligió a una mujer de nuestra raza, la Virgen María, para que fuera el puente para entregarnos a Dios a los hombres y que los hombres puedan llagar a Dios a través de Jesucristo.
 
¿Por qué Dios la eligió? Es uno de los misterios más grandes. La eligió por ser mujer, la eligió para ser madre y por medio de ella nos da al verdadero Dios y verdadero Hombre, Jesucristo. Por eso están unidos real y místicamente el Hijo con la Madre y la Madre con el Hijo.
 
En nuestros pueblos al considerar de una manera sapiencial y al reconocer la presencia de la Virgen, en pueblos y naciones, es porque tiene un alcance muy grande el reconocimiento que Dios quiere por medio de María y dársenos a nosotros.
 
Hoy venimos como peregrinos para pedirle a la Virgen que la Gracia de Dios esté presente en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestros pueblos. Que Ella nos ayude a vivir en la esperanza porque muchas veces nosotros, sus hijos, tropezamos, nos caemos, nos desanimamos, nos desalentamos, perdemos fuerza; por eso queremos recuperar por manos de María el amor, la belleza y el candor de Dios. Que volvamos a enamorarnos de Dios. Que Dios no sea “algo más” en nuestra vida. ¡Y que la fe, parte esencial de nuestra historia, marque, incida, esté presente en la verdad, en el compromiso y en la vida! ¡Que el pecado no tenga cabida en nosotros, que no nos divida, que no nos haga vivir con máscaras, de manera doble; y sobre todo negando la verdad y la objetividad!
 
¡Cuántas confusiones hay hoy! ¡Cuántos gestos que se pueden entender de una manera o de otra! En nuestro país, en los acontecimientos de ayer, en las cosas que han pasado, donde se reclama algo importante, pero también se tiene la excusa de provocar y hacer violencia y desorden. Realmente ¡qué poca capacidad de verdad, a veces, tenemos! Diríamos dos palabras: negación y mentira.
 
Queremos vivir en serio y en paz. Pidamos a la Virgen que nos ayude a recuperarla, a anhelarla, a no tener miedo, a que nunca digamos  que el mal pueda prevalecer en nosotros. Ella, que nos comprende, nos acompaña, nos anima, nos levanta. Que tengamos un encuentro muy profundo para nuestras vidas. ¡Que hoy ninguno de nosotros salga de aquí derrotado, sin esperanza, pensando que no va a poder  cambiar su vida!, ¡pensemos que darle la vida a Dios, en el servicio a los demás, es lo mejor que nos puede pasar!, ¡que vivamos como rescatados, como cristianos y como buenas personas, pero nunca como derrotados!
 
Es cierto la cruz estará siempre, pero la cruz es victoria y no derrota. ¡Que ninguno salga de aquí derrotado! Que la Virgen Madre nos ayude a vivir de nuevo en Gracia, a vivir como Ella quiere que vivamos; quiere que seamos sus hijos y que nos amemos como hermanos. Por eso nuestro lema, es un pedido: “MADRE AYÚDANOS A VIVIR COMO HERMANOS”
 
Todos tenemos una misión que cumplir, será posible con la ayuda de Dios y con la intercesión de María. Será imposible si dejamos a Dios o a la Virgen de lado. Ella nos va a seguir ayudando: “Hijito mío, no tengas miedo, Yo soy tu Madre”, y que Ella, como Madre nos ayude a cuidar a los demás.
 
Que nuestras comunidades parroquiales tengan vida; que no sean cerradas; que tengan fuerza; que nos acompañemos mutuamente entre fieles, laicos y sacerdotes; sacerdotes con los fieles, pero que nos ayudemos mutuamente a vivir en la santidad de Dios; que no nos quitemos gracia; que no dejemos de ayudarnos y que tengamos la dicha y el honor de decir “somos una familia y estamos unidos por el Espíritu Santo”
 
Ofrezco esta misa por todos los sacerdotes que están presentes, en especial por los cinco sacerdotes enfermos de nuestra diócesis, algunos muy seriamente. Recogemos también los pedidos que nos han acercado en estos días y se los ofrecemos a Dios por medio de la Virgen. A tantas personas que me han pedido les dije “estarán presentes en la patena” y allí estarán ustedes espiritualmente. Esta es la familia y este es el lugar de encuentro donde Dios nos humaniza, nos ayuda y nos envía para la misión.
 
Que la Virgen de Luján esté muy presente en el corazón de cada uno de nosotros y de nuestras comunidades.
 
Que así sea.

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