Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11, 27-28




Jesús estaba hablando y una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: «¡Feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!»
Jesús le respondió: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».

Palabra del Señor.




 ¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús ama a su madre María porque lo acogió nueve meses en su vientre y porque sus pechos lo amamantaron, pero todavía la valora más por escuchar y cumplir la Palabra de Dios. Para Jesús no valen títulos de sangre, ni los grados académicos, ni la partida de bautismo. Para Jesús, lo importante es escuchar la Palabra de Dios y cumplirla.
         
Escuchar y cumplir la Palabra de Dios requiere un corazón abierto, para poder acoger la sorpresa de Dios, seguros de que sus caminos son distintos (y mucho mejores) que los nuestros.

Escuchar y cumplir la Palabra de Dios es nuestra tarea permanente. Permanente. De cada día. De todos los días.

Gracias, Señor,
porque cuentas con personas pequeñas y humildes,
por fijarte y llamar a María,
por contar conmigo.

Gracias porque jamás avasallas;
propusiste, no impusiste a María la misión de ser Madre de Jesús
y esperaste su respuesta.
También a mí me sugieres una misión
y esperas, a veces muchos años, mi aceptación.

Gracias, Señor,
porque tú haces posible lo imposible,
en María, en mí
y en todas las personas que se fían de ti
y cumplen tu voluntad.

Gracias, Señor,
por tu Espíritu Santo,
el Espíritu creador de vida,
en el alma y en el cuerpo de María,
en nuestra vida, en la Iglesia y en el mundo.

Gracias, María;
por enseñarnos a preguntar a Dios lo que no entendemos;
por fiarte de Él;
por ayudarnos a decir contigo y como tú:
"Hágase en mi según tu palabra".

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