Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11, 1-4
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan:
Padre, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino,
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos
a aquéllos que nos ofenden;
y no nos dejes caer en la tentación».
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Pocas explicaciones necesita el Padre nuestro. Te proponemos que los reces despacio una vez y después te centres en aquellas palabras en las que hayas encontrado consuelo, o sentido una llamada, o te hayan provocado alguna resistencia interior.
Acoge el “Hijo mío”, que Dios te reza y después respóndele:
Hijo mío, que estás en la tierra.
Haz que tu vida sea el mejor reflejo de mi nombre.
Adéntrate en mi reino,
en cada paso que des,
en cada decisión que tomes,
en cada caricia y cada gesto.
Constrúyelo tú por mí, y conmigo.
Esa es mi voluntad, en la tierra y en el cielo.
Toma el pan de cada día,
consciente de que es un privilegio
y un milagro.
Perdono tus errores,
tus caídas
tus abandonos…
pero haz tú lo mismo
con la fragilidad de tus hermanos.
Lucha para seguir el camino correcto en la vida,
que yo estaré a tu lado.
Y no tengas miedo,
que el mal no ha de tener, en tu historia,
la última palabra.
Amén.
adaptación del Padrenuestro,
de José Mª Rodríguez Olaizola, sj
Jesús disfruta rezando y los discípulos, al verlo, piden que les enseñé a rezar:
Padre, ayúdame sentir la alegría de ser tu hija y a tratar a los demás como hermanos.
Nuestro, no dejes que me aísle en mi egoísmo.
Que estás en los cielos; tan cerca y tan lejos; te dejas tocar, pero no te dejas atrapar.
Santificado sea tu Nombre; y que yo te ame con todo el corazón, con toda el alma y con todas mis fuerzas.
Venga a nosotros tu Reino. Reina en mi vida y dame fuerza para trabajar para extender tu Reino de justicia, de verdad, de paz.
Hágase tu voluntad y dame confianza para acogerla como camino de vida para mí y para los hermanos.
Danos hoy nuestro pan, danos el pan tierno de tu amor en la Eucaristía. Danos un corazón generoso para compartir con los pobres y con los que sufren, con los que tienen hambre de pan y de esperanza.
Perdona nuestras ofensas y ayúdanos a comprendernos y a comprender, a perdonarnos y a perdonar.
No nos dejes caer en tentación; dame luz y fuerza para descubrir y vencer los engaños que me alejan de ti, de los hermanos, de mi propia felicidad.
Líbranos del mal y ayúdanos a vencerlo sólo a fuerza de bien.
Amén. Así sea, en mí y en todas tus criaturas. Amén.
Pocas explicaciones necesita el Padre nuestro. Te proponemos que los reces despacio una vez y después te centres en aquellas palabras en las que hayas encontrado consuelo, o sentido una llamada, o te hayan provocado alguna resistencia interior.
Acoge el “Hijo mío”, que Dios te reza y después respóndele:
Hijo mío, que estás en la tierra.
Haz que tu vida sea el mejor reflejo de mi nombre.
Adéntrate en mi reino,
en cada paso que des,
en cada decisión que tomes,
en cada caricia y cada gesto.
Constrúyelo tú por mí, y conmigo.
Esa es mi voluntad, en la tierra y en el cielo.
Toma el pan de cada día,
consciente de que es un privilegio
y un milagro.
Perdono tus errores,
tus caídas
tus abandonos…
pero haz tú lo mismo
con la fragilidad de tus hermanos.
Lucha para seguir el camino correcto en la vida,
que yo estaré a tu lado.
Y no tengas miedo,
que el mal no ha de tener, en tu historia,
la última palabra.
Amén.
adaptación del Padrenuestro,
de José Mª Rodríguez Olaizola, sj
Jesús disfruta rezando y los discípulos, al verlo, piden que les enseñé a rezar:
Padre, ayúdame sentir la alegría de ser tu hija y a tratar a los demás como hermanos.
Nuestro, no dejes que me aísle en mi egoísmo.
Que estás en los cielos; tan cerca y tan lejos; te dejas tocar, pero no te dejas atrapar.
Santificado sea tu Nombre; y que yo te ame con todo el corazón, con toda el alma y con todas mis fuerzas.
Venga a nosotros tu Reino. Reina en mi vida y dame fuerza para trabajar para extender tu Reino de justicia, de verdad, de paz.
Hágase tu voluntad y dame confianza para acogerla como camino de vida para mí y para los hermanos.
Danos hoy nuestro pan, danos el pan tierno de tu amor en la Eucaristía. Danos un corazón generoso para compartir con los pobres y con los que sufren, con los que tienen hambre de pan y de esperanza.
Perdona nuestras ofensas y ayúdanos a comprendernos y a comprender, a perdonarnos y a perdonar.
No nos dejes caer en tentación; dame luz y fuerza para descubrir y vencer los engaños que me alejan de ti, de los hermanos, de mi propia felicidad.
Líbranos del mal y ayúdanos a vencerlo sólo a fuerza de bien.
Amén. Así sea, en mí y en todas tus criaturas. Amén.
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