DOMINGO 6º DEL TIEMPO ORDINARIO
Lectura del libro de Jeremías
17, 5-8
Así habla el Señor:
¡Maldito el hombre que confía en el hombre
y busca su apoyo en la carne,
mientras su corazón se aparta del Señor!
Él es como un matorral en la estepa
que no ve llegar la felicidad;
habita en la aridez del desierto,
en una tierra salobre e inhóspita.
¡Bendito el hombre que confía en el Señor
y en Él tiene puesta su confianza!
Él es como un árbol plantado al borde de las aguas,
que extiende sus raíces hacia la corriente;
no teme cuando llega el calor
y su follaje se mantiene frondoso;
no se inquieta en un año de sequía
y nunca deja de dar fruto.
Palabra de Dios.
La enseñanza principal no es la de que vamos a ser maldecidos por confiar en el hombre; aunque por supuesto que así será si nos apoyamos “más” en la palabra de los hombres que en lo que Dios dice, manda y exige, tal cual lo vivió el pueblo de Israel, que fue invadido, destruido y llevado cautivo. Sino que seremos muy bendecidos si confiamos en Dios con todo nuestro corazón y esperamos en sus palabras y promesas independientemente de las circunstancias adversas podremos sobreponernos confiando en su palabra. Señor, conozco esa sensación de desolación, cuando soy arrastrado como una hoja de papel por el viento, sin poder enfrentar los sucesos de cada día. También recuerdo el tiempo en que me sentía junto a Ti, con mi total confianza puesta en Ti, percibiendo las aguas de tu alimento, incluso en tiempos aciagos. Permíteme ser ese árbol plantado junto a agua, dirigiendo mis raíces a la corriente de tu bondad.
SALMO RESPONSORIAL 1, 1-4. 6
R. ¡Feliz el que pone en el Señor su confianza!
¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche! R.
Él es como un árbol plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien. R.
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal. R.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto
15, 12. 16-20
Hermanos:
Si se anuncia que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo algunos de ustedes afirman que los muertos no resucitan?
Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre. Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima.
Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos.
Palabra de Dios.
Si Cristo no ha muerto, nuestra fe no tiene ningún sentido. Cualquiera que pueda estar leyendo esto puede pensar que es absurdo lo que estamos diciendo. ¿Cómo puede ser que el camino por el que nos lleve Cristo nos haga sufrir? ¿Cómo puede ser eso de una vida más allá de la que tenemos aquí en la tierra? ¿Es que podemos esperar algo más de lo que ya tenemos aquí? La verdad es que, si seguimos mirando sólo hacia abajo, al suelo, todo esto que nos propone el Evangelio es un sin sentido. Pero el cristiano no mira al suelo, sino que mira hacia lo alto, hacia el Cielo. Cristo ha resucitado. Ésta es nuestra fe: murió por nosotros y al tercer día resucitó. Esto es lo que da sentido a todo lo demás. Entonces sí podemos entender que una vida de cruz, de sufrimiento, de entrega, puede tener sentido: pues si Cristo ha muerto y ha resucitado, nosotros, si morimos cada día a nosotros mismos también llegaremos a la Vida Eterna con Él. Entonces sí tiene sentido el mensaje de las bienaventuranzas.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas
6, 12-13. 17. 20-26
Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles.
Al bajar con éstos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo:
«¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados!
¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban el nombre de ustedes, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!
¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»
Palabra del Señor.
Dos caminos nos presenta el evangelio de hoy. El de la confianza en Dios, que conduce a la bienaventuranza, y el de la confianza en el hombre, que conduce a la malaventuranza. Lo anticipan el profeta Isaías y el Salmo 1: “quien confía en el Señor es como un árbol plantado junto a la corriente o junto a la acequia, está frondoso y produce buen fruto”. Lucas, mucho más radical que Mateo, ofrece al hombre dos opciones que conducen a la felicidad o a la infelicidad ¿Por cuál optamos? De nosotros depende. Todos buscamos ser felices, dichosos y bienaventurados, ¿por qué no confiamos en las palabras de Jesús que nos señala el auténtico camino de la felicidad en el "Sermón del Llano”? Frente a la felicidad artificial y engañosa que ofrece el mundo, Jesús nos promete y hace realidad en nosotros el Reino de Dios, que nos hace "saltar de gozo". Las bienaventuranzas proponen un ideal de vida que, como todo ideal, es inalcanzable en su totalidad. En la medida en que seamos capaces de "vivirlas" estaremos más cerca de Dios. Pero no debemos desanimarnos si nunca llegamos a la perfección que este ideal sugiere.
Lucas proclama también “las malaventuranzas”. El que acumula bienes injustos, en su interior es un desdichado. Los satisfechos y egoístas que sólo piensan en sí mismos, en el fondo son unos infelices porque han puesto su confianza en sí mismos en lugar de ponerla en Dios. A Lucas le da pena su situación, por eso exclama ¡Ay de vosotros! Jesús invierte el orden de valores de este mundo, lo pone todo al revés. Por eso su mensaje es radical y revolucionario. Muchas veces se ha querido deformar u ocultar la exigencia radical del Evangelio. Pero sus palabras son claras, no hay duda de que el que quiera seguirle tiene que estar dispuesto a vivir de otra manera, pero tiene la seguridad de que va a ser feliz. Le criticarán, se meterán con él, será rechazado…, no importa, peor sería si todo el mundo hablara bien de él. Así hubo muchos falsos profetas en Israel que hacían componendas para salir del paso. El cristiano debe ser valiente y afrontar el riesgo que supone seguir a Jesús de Nazaret. Él es el que nos llena plenamente.
José María Martín OSA
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