Liturgia - Lecturas del día

 



 

Lectura del libro de Job

19, 21-27

 

Job dijo:

¡Apiádense, apiádense de mí, amigos míos,

porque me ha herido la mano de Dios!

¿Por qué ustedes me persiguen como Dios,

y no terminan de saciarse con mi carne?

¡Ah, si se escribieran mis palabras

y se las grabara en el bronce;

si con un punzón de hierro y plomo

fueran esculpidas en la roca para siempre!

Porque yo sé que mi Redentor vive

y que Él, el último, se alzará sobre el polvo.

Y después que me arranquen esta piel,

yo, con mi propia carne, veré a Dios.

Sí, yo mismo lo veré,

lo contemplarán mis ojos, no los de un extraño.

¡Mi corazón se deshace en mi pecho!

 

Palabra de Dios.



Nosotros podemos decir con certeza "sé que mi Redentor vive". Esto ilumina los momentos difíciles y nos ayuda a comunicar a otros nuestra fe y esperanza. Cuando nos encontramos cerca de alguien que sufre, que tal vez se rebela contra Dios, ¿cómo le ayudamos? ¿Cómo los amigos de Job que, en vez de ayudarle, le hunden más? ¿Pretendemos darle argumentos imposibles o le transmitimos ánimos con nuestra presencia y nuestra ayuda? ¿Sabemos infundir esperanza con nuestra cercanía humana y con nuestro testimonio de fe? Jesús, en su crisis de Getsemaní, buscó la amistad y la cercanía de Pedro, Santiago y Juan, pero no la encontró. Estaban dormidos. ¿Nos enteramos de cuándo alguien nos necesita?

 



 

SALMO RESPONSORIAL                                 26, 7-9c. 13-14

 

R.    ¡Contemplaré la bondad del Señor!

 

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,

apiádate de mí y respóndeme!

Mi corazón sabe que dijiste:

«Busquen, mi rostro». R.

 

Yo busco tu rostro, Señor,

no lo apartes de mí.

No alejes con ira a tu servidor,

Tú, que eres mi ayuda. R.

 

Contemplaré la bondad del Señor

en la tierra de los vivientes.

Espera en el Señor y sé fuerte;

ten valor y espera en el Señor. R.

 

 





   Evangelio de nuestro Señor Jesucristo

según san Lucas

10, 1-12



 

El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir.

Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero, los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.

Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario.

No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes". Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: "¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".

Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad».

 

Palabra del Señor.

 

Reflexión


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Para Jesús el mundo no es un negocio a explotar, ni un espectáculo para contemplar, ni un peligro que destruir. Para Jesús, el mundo es una mies, un campo necesitado de trabajadores. ¿Cómo miro el mundo? ¿Cómo miro a las personas?



Ante un mundo que requiere de una luz que le ayude a descubrir el auténtico significado de la vida, todos los cristianos estamos llamados, en primer lugar, a convertirnos en auténticos discípulos de Cristo, no sólo llenándonos de conocimientos acerca de Él, siendo haciendo nuestros su Vida y su Evangelio, de tal forma que, transformados en Él, podamos no sólo hablarle al mundo acerca de Cristo, sino hacerlo presente con todo su poder salvador en medio de todos por medio de su Iglesia.


    "Transforma mi mirada egoísta, Señor"
    "Gracias Señor por compadecerte de mis miserias"
    "Señor, enséñame a mirar como tú me miras"


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