Novena Día 3. El corazón de Jesús que desea nuestro amor
todo su corazón y toda su alma.”
Deuteronomio 11.13
Al principio de su relación, los amantes quieren estar juntos siempre. Están tan
enamorados que sólo piensan en la persona a quien aman. Si no pueden estar
juntos físicamente, tienen que estar hablándose por teléfono a cada rato. Para la
gente mayor, ya madura en el amor, estar juntos sin decir una palabra es más que
suficiente.
Dios es así con nosotros. No sólo nació en la tierra para poder estar con
nosotros, sino que sigue viniendo a nosotros una y otra vez a través de los
sacramentos, y siempre permanece con nosotros, en silencio, tanto en la
Eucaristía como en nuestros corazones. Una calcomanía pegada a un carro decía:
“Dios está loco por ti”. Y Dios sólo pide una cosa a cambio: “Hijo mío, atiéndeme,
y acepta de buena gana mis indicaciones.” (Proverbios 23.26).
Fuimos creados sólo porque Dios nos ama. El amor no es verdadero a menos
que sea mutuo. Así que para completar el amor que Dios nos tiene, debemos
corresponderle con nuestro amor. Hay muchas razones por las cuales debemos
amar a Dios. Toma unos minutos y recuerda cinco razones que tienes para amar a
Dios. Por ejemplo, todas las oportunidades que tienes de vivir la vida y de
disfrutarla, alguien que te ama, la alegría de tener amistades, tu salud, tu
felicidad, tu satisfacción propia, algunas cosas buenas que has experimentado,
etc. (pausa)
Oración final
Señor, gracias por el amor que nos has mostrado al venir a este mundo como uno
de nosotros, al morir por nosotros y al quedarte con nosotros aquí en la tierra en
el Santísimo Sacramento. Puesto que sólo nos has pedido que te amemos,
ayúdame a cumplir esa simple petición tuya. Quiero amarte desde lo más
profundo de mi corazón. Haz que reconozca cada vez más lo mucho que te debo
y cuán digno eres de mi amor. Por lo tanto, concédeme la gracia de crecer y
perseverar en tu amor. Amén.
Jesús, dócil y humilde de corazón,
haz que mi corazón sea semejante al tuyo.
Comentarios
Publicar un comentario