Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 51-62
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto,
le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer
fuego del cielo para consumirlos?» Pero Él se dio
vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús:
«¡Te seguiré adonde vayas!»
Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas
y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del
hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
Y dijo a otro: «Sígueme». Él respondió: «Señor,
permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre».
Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos
entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino
de Dios».
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme
antes despedirme de los míos». Jesús le respondió:
«El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia
atrás, no sirve para el Reino de Dios».
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir,
Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Acabar
con los que no nos aceptan, con los que piensan distinto, con los que actúan de
otra manera. Esta es la tentación de Santiago y Juan; y la nuestra. Sin
embargo, Jesús no ha venido a condenar, sino a salvar, a vencer al mal con el
bien, aunque sea a costa de perder la vida.
“Señor, gracias por curar nuestros
males con tu amor”
“No dejes que la venganza domine
nuestro corazón”
“Gracias por las personas que me
aman aún cuando son rechazadas”
Alguna
vez también nosotros hemos dicho: “Te seguiré adónde vayas, Señor”. Pero
¿estamos dispuestos a seguir a Jesús por el camino de la pobreza, sin tener un
lecho donde reclinar la cabeza? ¿Estamos dispuestos a acompañarle hasta la
cruz?
“Te seguiré Señor. Dame tu fuerza para
ser fiel”
Tenemos
buenas intenciones, queremos ser mejores, nos proponemos hacer oración, nos
gustaría comprometernos en la parroquia, en una institución... Pero ¡cuantas
veces lo dejamos para mañana! Cuando no tenemos que enterrar a un muerto,
estamos muy cansados o decidimos dejarlo para mañana.
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