Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 47-51
En aquel tiempo:
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Éste es un verdadero israelita,
un hombre sin doblez».
«¿De dónde me conoces?, le preguntó Natanael.
Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando
estabas debajo de la higuera».
Natanael le respondió: «Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey
de Israel».
Jesús continuó: «Porque te dije: "Te vi debajo de la higuera", crees.
Verás cosas más grandes todavía».
Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de
Dios subir y bajar sobre el, Hijo del hombre».
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dios nos ha enviado a su propio Hijo para que quienes, por
medio de la fe, entremos en comunión de vida con Él, vivamos como
verdaderos hijos de Dios sin doblez.
Dios sabe de nuestra cercanía a Él. Él nos contempla aún antes de que
iniciemos nuestro camino que nos lleve a encontrarnos y a unirnos a Él.
Esforcémonos continuamente en escuchar con fidelidad su Palabra para
que, en verdad, seamos dignos de contemplar y gozar lo máximo que Dios
puede ofrecernos: su Gloria como hijos en el Hijo.
Jesús se ha convertido para nosotros como en la Scala Sancta (Escalera
Santa) por la cual podemos llegar a la posesión de los Bienes que
nuestro Padre Dios ha reservado para lo que le viven fieles.
Fuera de Jesús no hay otro Camino que nos conduzca al Padre, no hay otro
camino que nos haga conocer el amor de Dios. Por Él suben los mensajeros
divinos para experimentar el amor de Dios y volver después a sus
hermanos para proclamarles lo que sus ojos vieron, lo que sus oídos
oyeron, lo que sus manos tocaron, lo que en su vida experimentaron
acerca del Hijo de Dios, acerca del amor que Dios nos tiene, y acerca de
los bienes que Dios ha reservado para nosotros.
Nadie puede pretender convertirse en mensajero de la Buena Nueva, si
antes no ha subido a Dios mediante la oración, meditación y experiencia
de su Palabra, pues sólo quienes vienen del Desierto Sonoro, donde sólo
se ha vivido en intimidad con Dios, pueden darnos testimonio de Él, ya
que no son los sabios conforme a los criterios de este mundo, sino los
santos quienes pueden colaborar para que la salvación llegue a nosotros.
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