Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 5, 33-36
Jesús dijo a los judíos:
Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan el Bautista, y él ha dado testimonio de la verdad.
No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes.
Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que Yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que Yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, da testimonio de sí mismo. Jesús da testimonio del Padre, realiza las obras del Padre. La Iglesia tampoco debe dar testimonio de sí misma. Los cristianos tampoco debemos dar testimonio de nosotros mismos. Nuestras palabras y nuestras vidas tienen que dar testimonio del amor, de la ternura, de la fuerza de Dios. Lo que dices y lo que haces ¿es para manifestar la gloria de Dios, o para exhibir tus capacidades, buscando el reconocimiento de los demás? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Sabemos que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Sabemos que Él es Enviado por el Padre para traernos la paz. Sin embargo, no acabamos ir a Él con decisión, nuestra fe en Él es débil, no lo recibimos en lo más profundo de nuestro corazón. ¿Qué podríamos hacer acogerle con más decisión y alegría en esta “recta final” del adviento? ¿Qué le dices a Dios? ¿Qué le dices?
Te damos gracias, Padre, por Jesucristo, tu Hijo.
Te damos gracias, Padre, por Juan Bautista.
Juan es el amigo, Cristo es el Esposo.
Juan es la voz, Cristo es la Palabra.
Juan es la lámpara, Cristo es la Luz.
Juan es el precursor, Cristo es el Mesías.
Juan es el mensajero, Cristo es el Mensaje.
Juan anuncia la necesidad de allanar el camino, Cristo es el Camino.
Juan bautiza con agua, Cristo bautiza con Espíritu Santo y fuego.
Te damos gracias, Padre, porque cuentas con nosotros,
para continuar la misión de Juan Bautista.
Que nuestra vida y nuestra voz griten que Tú estás cerca,
en el desierto de aldeas, pueblos y ciudades,
en el desierto del vacío interior de muchas personas.
Que con nuestro compromiso, Señor, Tú allanes los senderos,
eleves los valles de depresión, la desilusión y la desconfianza,
rebajes montes de orgullo y colinas de injusticia,
y endereces deseos y sentimientos torcidos.
Padre nuestro, danos la fuerza de tu Espíritu,
para seguir el estilo de vida de Juan Bautista,
para abrazar su pobreza y su austeridad,
para defender la verdad con palabras directas y certeras,
para ser humildes y no pretendamos grandezas humanas,
para que nunca queramos ser salvadores de nada y de nadie,
para que en nuestro corazón el pecado mengüe y Cristo crezca.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, da testimonio de sí mismo. Jesús da testimonio del Padre, realiza las obras del Padre. La Iglesia tampoco debe dar testimonio de sí misma. Los cristianos tampoco debemos dar testimonio de nosotros mismos. Nuestras palabras y nuestras vidas tienen que dar testimonio del amor, de la ternura, de la fuerza de Dios. Lo que dices y lo que haces ¿es para manifestar la gloria de Dios, o para exhibir tus capacidades, buscando el reconocimiento de los demás? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
Sabemos que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Sabemos que Él es Enviado por el Padre para traernos la paz. Sin embargo, no acabamos ir a Él con decisión, nuestra fe en Él es débil, no lo recibimos en lo más profundo de nuestro corazón. ¿Qué podríamos hacer acogerle con más decisión y alegría en esta “recta final” del adviento? ¿Qué le dices a Dios? ¿Qué le dices?
Te damos gracias, Padre, por Jesucristo, tu Hijo.
Te damos gracias, Padre, por Juan Bautista.
Juan es el amigo, Cristo es el Esposo.
Juan es la voz, Cristo es la Palabra.
Juan es la lámpara, Cristo es la Luz.
Juan es el precursor, Cristo es el Mesías.
Juan es el mensajero, Cristo es el Mensaje.
Juan anuncia la necesidad de allanar el camino, Cristo es el Camino.
Juan bautiza con agua, Cristo bautiza con Espíritu Santo y fuego.
Te damos gracias, Padre, porque cuentas con nosotros,
para continuar la misión de Juan Bautista.
Que nuestra vida y nuestra voz griten que Tú estás cerca,
en el desierto de aldeas, pueblos y ciudades,
en el desierto del vacío interior de muchas personas.
Que con nuestro compromiso, Señor, Tú allanes los senderos,
eleves los valles de depresión, la desilusión y la desconfianza,
rebajes montes de orgullo y colinas de injusticia,
y endereces deseos y sentimientos torcidos.
Padre nuestro, danos la fuerza de tu Espíritu,
para seguir el estilo de vida de Juan Bautista,
para abrazar su pobreza y su austeridad,
para defender la verdad con palabras directas y certeras,
para ser humildes y no pretendamos grandezas humanas,
para que nunca queramos ser salvadores de nada y de nadie,
para que en nuestro corazón el pecado mengüe y Cristo crezca.
4. Termino la oración
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.
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