Siete flores con el espíritu para María




1.- El espíritu de la verdad. Como la de Ella. No quiso caminos fáciles
que le alejaran de Dios. Su verdad fue precisamente servir a Dios
con un corazón sincero. Le ofrecemos en este día los Evangelios.
Queremos caminar con el Espíritu Santo, artífice de la verdad suprema.

2.- El espíritu de la fortaleza. No lo tuvo fácil María. Su camino no fue
un sendero de rosas. Las espinas aparecieron en muchos momentos
de su profunda fe. Con esta corona de espinas queremos reflejar,
no aquellas de oro y de plata con las que coronamos su cabeza,
sino el sufrimiento que padeció María por ser fiel a Dios y a Jesús.

3.- El espíritu de la constancia. El “sí” de María no fue “hoy sí”
y “mañana no”. Se comprometió en Nazaret y, pasando por el calvario
o por la mañana de resurrección, su “sí” se mantuvo fiel y sin fisuras
hasta el mismo día de Pentecostés. Con este “SI” manifestamos
nuestro deseo de permanecer fieles en nuestra fe cristiana.

4.- El espíritu de lucha. La imagen que tenemos de la Virgen,
a veces, es demasiado dulce y tierna. Pero lo cierto es que, María,
fue una mujer decidida, con coraje. Estuvo allá donde tuvo que estar
y en el instante preciso. Con esta agenda nos comprometemos
a llevar en todos nuestros días, la presencia del Señor.

5.- El espíritu de superación. Hay una bella fábula de un águila
real que, creciendo por casualidad en un corral, creyó ser gallina.
Hasta que buen día le hicieron caer en la cuenta de aquello
que era en realidad. Con las bienaventuranzas, como María,
queremos superarnos en el camino de la perfección cristiana.
Que no nos conformemos con los mínimos.

6.- El espíritu del agradecimiento. “De buenos hijos es el ser
agradecidos”. Hoy todo son derechos. Parece que, nuestra sociedad,
nos educa para exigir, para no depender de nadie, para ser individualistas.
Con esta palabra “gracias” pedimos a la Virgen que nunca dejemos
de agradecer a Dios el ser sus hijos y el don de la fe

7.- El espíritu de la pobreza. El Señor, cuando en el Evangelio,
enaltece a la pobreza y a los pobres, no nos pide ser mendigos.
Mucho menos el no luchar contra aquellas situaciones injustas
y que dividen a la humanidad en dos: pobres y ricos. María,
aún teniéndolo todo –a Dios- vivió felizmente con lo que Dios
le daba en el día a día. Ofrecemos un pan como símbolo
de aquello que es necesario para vivir.

¡Ven Espíritu Santo! Te esperamos, con María!

P. Javier Leoz

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