¡Disfruta, María!
¡Vete! ¡Corre María!
La gloria de Dios te espera.
Cesan las palabras, el llanto, las pruebas,
las incomprensiones, la soledad.
Se acabaron los misterios
porque, allá en el alto cielo,
el Hijo que hizo tanto por el hombre,
sonriente y gozoso te espera.
¡Sube! ¡Sube a lo más alto Virgen Santa!
Y, detrás de ti, deja huella de tu ascenso
porque, también los que te queremos,
los que en Dios creemos y esperamos,
necesitamos encontrar tu mismo camino
para un día, cuando cerremos los ojos,
entrar en él y no perdernos.
¡Disfruta! ¡Canta María!
Porque, bien lo sabes,
tu triunfo es corona que Dios
pone en tus divinas sienes.
Porque, Aquél que te eligió,
te quiere junto a Él, te desea con Él,
no te quiere encerrada y fría en un sepulcro.
¡Dichosa Tú, María!
Encontraste gracia ante Dios
y, en la fiesta de tu Asunción,
el Padre y la Madre se encuentran de nuevo.
La Madre y el Hijo se abrazan de nuevo.
La Virgen que acogió al Espíritu Santo
gozan en la presencia de la Trinidad.
¿Se puede gozar más, oh Madre Inmaculada?
¡Vete! ¡Descansa y guíanos, oh Madre!
Para que ahora, nosotros, tus hijos,
sigamos imitando de Ti,
lo que más agradó a Dios.
Para que ahora, nosotros, tus hijos,
sintamos tu presencia y tu intercesión.
¡Disfruta, oh Virgen, del mismo Dios!
Amén.
P. Javier Leoz
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