DOMINGO 19° DEL TIEMPO ORDINARIO - agosto 12, 2018


Lectura del primer libro de los Reyes

19, 1-8

El rey Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había pasado a todos los profetas al filo de la espada. Jezabel envió entonces un mensajero a Elías para decirle: «Que los dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú hiciste con la de ellos». Él tuvo miedo, y partió en seguida para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su sirviente.
Luego Elías caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: «¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!» Se acostó y se quedó dormido bajo la retama.
Pero un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come!» Él miró y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo.
Pero el Ángel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: «¡Levántate, como, porque todavía te queda mucho por caminar!»
Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb.

Palabra de Dios.



El profeta cede a un sentimiento de temor y huye. Muchos profetas antes que él, habían sido asesinados. En el camino nace el desaliento y este cede al cansancio. El que era todo un campeón, se siente desfallecer, y un ángel del Señor le trae comida y bebida y se siente reconfortado con ese pan bajado del cielo, recuperando las fuerzas y el gusto por la vida. Así sigue su camino hasta el Horeb donde le espera Dios. Como Elías, también nosotros podemos sentir desaliento en la lucha diaria. Se dice que el cristianismo es religión para valientes. El mal, en sus muchas formas, se nos puede cruzar en el camino; nuestro compromiso cristiano nos puede, en determinados momentos, pesarnos, y nuestra vida cristiana que comenzaba un día luminoso se nos convierte en rutina cansina. Sentimos entonces la tentación del cansancio. Un sentimiento de fracaso y de perdida de tiempo nos atenaza. Es el momento de una segunda vocación o de nuestra segunda conversión. Recibimos entonces la confianza interior que nos hace fuertes y seguimos el camino.


Salmo Responsorial         33, 2-9

R.    ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloria en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: Él me respondió
y me libró de todos mis temores. R.

Miren hacia Él y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

El Ángel del Señor acampa
en tomo de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en Él se refugian! R.




Lectura de la carta del Apóstol san Pablo
a los cristianos de Éfeso
4, 30—5, 2

Hermanos:
No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención.
Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad.
Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.
Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos.
Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.

Palabra de Dios.

San Pablo sigue animando a los fieles de Éfeso a vivir en comunidad cristiana y fraterna, tal como el Señor Jesús se lo había recomendado. Una comunidad cristiana en la que no reine el amor no es verdadera comunidad cristiana, porque no es una comunidad presidida por el Espíritu de Cristo, que es espíritu de amor. Los consejos concretos que da San Pablo a los primeros cristianos de Éfeso siguen siendo hoy tan válidos como entonces. Es suficiente con que los recordemos literalmente: “desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo”. Más resumido y mejor no se puede decir.

Gabriel González del Estal



Evangelio


  Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Juan
6, 41- 51

Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo». Y decían: «¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: “Yo he bajado del cielo?”»
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí,
si no lo atrae el Padre que me envió;
y Yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas:
"Todos serán instruidos por Dios".
Todo el que oyó al Padre
y recibe su enseñanza
viene a mí.

Nadie ha visto nunca al Padre,
sino el que viene de Dios:
sólo Él ha visto al Padre.
Les aseguro
que el que cree tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.

Sus padres, en el desierto,
comieron el maná y murieron.
Pero éste es el pan que desciende del cielo,
para que aquél que lo coma no muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
El que coma de este pan vivirá eternamente,
y el pan que Yo daré
es mi carne para la Vida del mundo.

Palabra del Señor.


¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Insiste el Evangelio de San Juan en recordarnos la importancia de la fe. La fe no sólo nos conduce a la vida eterna, la fe nos da vida eterna ya, en esta tierra, en este momento, aunque sea de forma parcial.
            “Gracias Señor, por la vida, por la esperanza, por el amor”

Nadie puede presumir de la fe frente a los demás. La fe es un regalo de Dios: “Nadie puede venir a mí, si el Padre no lo atrae”. Dios atrae a todos; en todos ha puesto la sed de la vida eterna, el hambre de su amistad. Pero podemos resistirnos a esta atracción. Podemos acallarla, podemos dejarla para mañana...
           
 “Señor, gracias por el don de la fe, por atraernos hacia Ti”
            “Muchos no reconocen tu llamada, no sienten tu atracción,
              enséñanos a ayudarles para que puedan disfrutar de tu vida”
            “Tú nos atraes hacia ti y nosotros no nos acercamos. Perdónanos”

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