Toda comunidad debe tener una cabeza y un corazón; la comunidad cristiana tiene a Jesucristo como Cabeza y a María como Corazón.
El corazón es el motor que impulsa y da fuerza; María Santísima fue la que en los primeros días de la Iglesia dirigió a los Apóstoles, los animó, los orientó y les dio las fuerzas que necesitaban para ir por el mundo y evangelizarlo.
Si quieres que tu apostolado sea fecundo y no cansarte en tu acción apostólica, ponte bajo la protección de la Reina de los Apóstoles.
María, alma de la primitiva comunidad, acompaña nuestros pasos y ayúdanos a formar la comunidad cristiana.
Padre Nuestro...
Ave María...
Gloria...
(Padre Alfonso Milagro)
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