Lecturas de hoy
Lectura del libro del Éxodo
24, 18bc; 31,18; 32,15-24.30-34
Moisés subió al monte Sinaí y allí permaneció cuarenta días y cuarenta noches.
Cuando el Señor terminó de hablar con Moisés, le dio las dos tablas del Testimonio, tablas de piedra escritas por el dedo de Dios.
Moisés emprendió el camino de regreso y bajó de la montaña llevando en sus manos las dos tablas del Testimonio, que estaban escritas de un lado y de otro. Esas tablas eran obra de Dios, y la escritura grabada sobre ellas era escritura de Dios.
Al escuchar el ruido de las aclamaciones que profería el pueblo, Josué dijo a Moisés: «Hay gritos de guerra en el campamento». Pero Moisés respondió: «No son cantos de victoria, ni alaridos de derrota; lo que oigo son cantos de coros alternados».
Cuando Moisés estuvo cerca del campamento y vio el ternero y las danzas, se enfureció, y arrojando violentamente las tablas que llevaba en sus manos, las hizo añicos al pie de la montaña. Después tomó el ternero que habían hecho, lo quemó y lo trituró hasta pulverizarlo. Luego esparció el polvo sobre el agua, y se la hizo beber a los israelitas.
Moisés dijo a Aarón: «¿Qué te ha hecho este pueblo para que lo indujeras a cometer un pecado tan grave?»
Pero Aarón respondió: «Te ruego, Señor, que reprimas tu enojo. Tú sabes muy bien que este pueblo está inclinado al mal. Ellos me dijeron: "Fabrícanos un dios que vaya al frente de nosotros, porque no sabemos qué le ha pasado a Moisés, ese hombre que nos hizo salir de Egipto".
Entonces les ordené: "El que tenga oro que se desprenda de él". Ellos me lo trajeron, yo lo eché al fuego, y salió este ternero».
Al día siguiente, Moisés dijo al pueblo: «Ustedes han cometido un gran pecado. Pero ahora subiré a encontrarme con el Señor, y tal vez pueda expiar ese pecado». Moisés fue a encontrarse nuevamente con el Señor y le dijo: «Por desgracia, este pueblo ha cometido un gran pecado, ya que se han fabricado un dios de oro. ¡Si Tú quisieras perdonarlo, a pesar de esto! Y si no, bórrame por favor del Libro que Tú has escrito».
El Señor le respondió: «Yo borraré de mi Libro al que ha pecado contra mí. Y ahora vete. Lleva a este pueblo hasta el lugar que Yo te indiqué: mi ángel irá delante de ti. Y cuando llegue el momento, los visitaré para castigarlos por su pecado».
Palabra de Dios.
El episodio del «ternero de oro» nos habla de cuánto puede estar expuesto el pueblo de Dios, en todas las épocas, a caer en la idolatría, en cualquiera de sus formas. En realidad, este es el verdadero y único pecado: traicionar al Dios de la Alianza –«el Dios de la gracia»– y terminar adorando una decepcionante o hasta grotesca imitación suya. Esta historia es un vivo recuerdo de la gran apostasía del desierto, pero describe también la situación de Israel en tiempo de los reyes. Emerge aquí, además, el claro contraste entre el “permisivo” Aarón y el “intransigente”, aunque siempre solidario, Moisés.
SALMO RESPONSORIAL 105, 19-23
R. ¡Den gracias al Señor; porque es bueno!
En Horeb se fabricaron un ternero,
adoraron una estatua de metal fundido:
así cambiaron su Gloria
por la imagen de un toro que come pasto. R.
Olvidaron a Dios, que los había salvado
y había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam
y portentos junto al Mar Rojo. R.
El Señor amenazó con destruirlos,
pero Moisés, su elegido,
se mantuvo firme en la brecha
para aplacar su enojo destructor. R.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Mateo
13, 31-35
Jesús propuso a la gente esta parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, ésta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas».
Después les dijo esta otra parábola:
«El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa».
Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin ellas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
"Hablaré en parábolas,
anunciaré cosas que estaban ocultas
desde la creación del mundo".
Palabra del Señor.
El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza
Nosotros, ciudadanos del siglo XXI, vivimos en una sociedad donde predominan las nuevas tecnologías. Jesús vivió en un mundo casi exclusivamente agrícola y muchos de sus ejemplos y parábolas los toma de este mundo. De haber venido a la tierra en nuestra época, seguro que se apoyaría en lo tecnológico para algunos de sus ejemplos.
Y para explicarnos el reino de Dios y su deseada evolución, echa mano de un diminuto grano de mostaza y de cómo va creciendo hasta hacerse un gran arbusto, para indicarnos que esa es la manera en que Dios debe evolucionar e ir creciendo en nuestro corazón.
Así es, si le dejamos, como Jesús, el Hijo de Dios, quiere ir reinando, más y más en nuestro corazón, en nuestra persona. Libremente, porque así lo deseamos, queremos dejarle que reine en todos los rincones y zonas de nuestra persona. Desear y dejarle, que reine en nuestros pensamientos, en nuestros sentimientos, en todas nuestras reacciones ante las distintas circunstancias de la vida.
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