Evangelio diario / Semana 31ª del tiempo Ordinario
Evangelio según san Lucas 14, 25-33
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; Él se volvió y les dijo: “Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Así pues, todo aquel de entre ustedes que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”.
Palabra del Señor.
El que no lleve su cruz en pos de mí, no puede ser discípulo mío
El seguimiento y el discipulado exige renuncia y cruz porque seguimos a un Maestro que se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo…se sometió incluso a la muerte y una muerte de cruz (Flp 2,6-11). El mismo Jesús nos hace reflexionar si somos capaces de vivir según las exigencias de su Evangelio con esos dos ejemplos que nos pone: el que quiere edificar una torre y se sienta a calcular sus posibilidades económicas para acabarla, y el rey que delibera si con su ejército puede enfrentarse al enemigo.
No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria (Sal 115,1) No podemos pensar que es con nuestro esfuerzo y voluntarismo como vamos a ser capaces de renunciar a todo para seguirle. La clave está en ese acto de humildad de enviar una embajada para pedir condiciones de paz. Necesitamos reconocer, humildemente, que no podemos vivir esas exigencias, esas renuncias, y no podemos cargar con la cruz sin Él, sin su ayuda. Él es nuestro “embajador”, nuestro mediador ante el Padre, el que nos alcanza gracia y misericordia que nos auxilian para poder llevar a cabo ese morir a uno mismo, cargar la cruz y ser discípulo.
Oración
Señor, quiero seguirte, quiero ser tu discípula y que nada sea más fuerte en mi vida que tú. Pero siento mi debilidad, me asusta la cruz y me aferro a las personas, a las cosas y hasta a mi propio pecado, por eso, “dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”.
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