Evangelio diario / Jueves 7 de Agosto
Evangelio según san Mateo 16, 13-23
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Ellos contestaron: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”. Él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”. Jesús le respondió: “¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”. Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Mesías. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte”. Jesús se volvió y dijo a Pedro: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios”.
Palabra del Señor.
1. La Pregunta Central: ¿Quién Soy Yo?
Jesús, en el camino hacia la región de Cesarea de Filipo, quiere saber qué piensa la gente de Él. Les pregunta a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" (v. 13). Ellos responden con las opiniones populares: "Unos dicen que eres Juan el Bautista, otros Elías, y otros Jeremías o alguno de los profetas" (v. 14). La gente lo reconoce como alguien grande, un profeta, pero no como quien realmente es.
Pero la pregunta más importante y personal viene a continuación: "Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?" (v. 15). Esta es una pregunta que Jesús nos hace a cada uno de nosotros, no solo a los discípulos. No es suficiente saber lo que otros dicen de Jesús; nuestra fe debe ser personal.
2. La Confesión de Pedro: Tú Eres el Mesías
Simón Pedro, impulsado por el Espíritu Santo, da la respuesta que cambiará la historia de la Iglesia: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." (v. 16).
Esta es una declaración de fe profunda. Pedro no lo dice por su propia inteligencia, sino por una revelación de Dios Padre. Y por esa fe, Jesús le da una promesa y una misión inmensas:
"Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no la vencerá. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos..." (vv. 18-19).
Pedro, que significa "piedra", se convierte en el fundamento visible de la Iglesia. Las "llaves del Reino" simbolizan la autoridad para guiar, perdonar y enseñar. Este pasaje es el fundamento de nuestro papado, del rol de la Iglesia como guía en la fe.
3. La Fragilidad de Pedro: El Tropiezo
Justo después de esta grandiosa revelación, Jesús les habla por primera vez de su Pasión: que deberá ir a Jerusalén, sufrir, morir y resucitar al tercer día. Pedro, con la mejor de las intenciones, intenta evitarlo. Lo toma aparte y lo regaña: "¡Dios no lo permita, Señor! ¡Esto no te sucederá!" (v. 22).
Y aquí viene el momento dramático. El mismo Pedro que hace un momento era la "piedra" de la Iglesia, se convierte en un obstáculo. Jesús, con firmeza, le dice: "¡Retírate, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres." (v. 23).
¡Qué contraste! En segundos, Pedro pasa de ser un instrumento de Dios a un obstáculo. Su amor humano por Jesús lo lleva a rechazar el plan de Dios, que es el de la cruz y la resurrección.
Reflexión para Nuestra Vida
¿Quién es Jesús para mí? Este pasaje nos invita a hacer nuestra la pregunta de Jesús. ¿Es solo una figura histórica? ¿Un buen maestro? O es realmente "el Mesías, el Hijo de Dios vivo" en quien confío mi vida?
La Iglesia es un regalo: La Iglesia, fundada sobre Pedro, es el camino seguro que Jesús nos dejó para llegar a Él. Reconocer a Pedro y a sus sucesores (el Papa) es reconocer el plan de Dios para nosotros.
La fe que lucha: La historia de Pedro es la de todos nosotros. Somos capaces de grandes actos de fe y, al mismo tiempo, podemos caer en la tentación de pensar solo de forma humana. Somos "piedras" y, a la vez, podemos ser "tropiezos". La fe no es perfecta, es un camino que recorremos con ayuda de Jesús.
Aceptar la cruz: Como Pedro, a veces queremos evitar el sufrimiento. Pero el evangelio nos recuerda que el plan de Dios no es siempre el que queremos, sino el que nos salva. El camino de Jesús pasa por la cruz, y nuestro camino, si queremos seguirlo, también.
Que este evangelio nos ayude a renovar nuestra fe en Jesús como nuestro Mesías, a amar a nuestra Iglesia y a pedirle al Señor que nos ayude a pensar con su mente, y no con la nuestra.
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