Domingo XXVII del tiempo ordinario

 



Evangelio según San Lucas 17, 5-10

En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos la fe».

El Señor dijo:
«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
“Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería.

¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”?

¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”?

¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid:
“Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

                                                                                                             Palabra del Señor

“ Auméntanos la fe 

En este Evangelio, los apóstoles le dicen a Jesús: “Auméntanos la fe.” Es una súplica sencilla, pero profunda. Ellos comprenden que la fe no es algo que se consigue por esfuerzo propio, sino un don que solo Dios puede hacer crecer en el corazón.

Jesús les responde con una imagen sorprendente: “Si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a este árbol: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y les obedecería.” Con esto nos enseña que no se trata de tener una fe “grande”, sino una fe auténtica, viva, que confía plenamente en el poder y la fidelidad de Dios, aunque parezca pequeña.

Luego, Jesús nos invita a una actitud de humildad en el servicio. Usa el ejemplo del siervo que cumple su tarea sin esperar recompensa. De la misma manera, el discípulo de Cristo debe servir sin buscar méritos ni alabanzas, sabiendo que todo lo que hace es una respuesta de amor a Dios.

Este Evangelio nos deja dos enseñanzas clave:

  1. Pedir cada día más fe, no para ver milagros, sino para vivir confiando en Dios, incluso en medio de la dificultad.

  2. Servir con humildad y gratitud, reconociendo que todo lo que somos y hacemos es gracia de Dios.

Pidamos al Señor una fe que actúe con amor, una fe que transforme nuestra mirada y nos haga decir con sencillez: “Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que teníamos que hacer.”



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