martes, 15 de octubre de 2013

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11, 37-41






Un fariseo invitó a Jesús a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer.
Pero el Señor le dijo: «¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro? Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro».

Palabra del Señor.

¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

Para ser realmente personas de fe en Cristo no basta manifestarla mediante ritos puntual y exactamente cumplidos. Ciertamente hay normas litúrgicas en la Iglesia. Pero ellas no son para nosotros motivo de justificación. Si pensamos tener la salvación por nuestras celebraciones externamente bien hechas, pero sin vivir en una estrecha relación personal de amor con el Señor, se nos podrían aplicar aquellas palabras con que Dios recriminaba a los hipócritas: Este pueblo me honra con los labios, mientras su corazón está lejos de Mí.
Dios no puede ser considerado sólo como dueño de exterioridades, sino dueño de todo nuestro ser; por eso hemos de vivir conservando el corazón puro, renovado por Él en nosotros. Esto no sólo nos llevará a darle culto, sino a amarlo sirviendo a nuestro prójimo, socorriéndolo en sus necesidades, entonces realmente quedaremos limpios, pues viviremos con el corazón sólo centrado en Dios y libre de las esclavitudes a lo pasajero.

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