Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 8-12
Jesús dijo a sus discípulos:
Les aseguro que aquél que me reconozca
abiertamente delante de los hombres, el Hijo del
hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios.
Pero el que no me reconozca delante de los hombres
no será reconocido ante los ángeles de Dios.
Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre
se le perdonará; pero al que blasfeme contra el
Espíritu Santo no se le perdonará.
Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los
magistrados y las autoridades, no se preocupen de
cómo se van a defender o qué van a decir, porque
el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo
que deban decir.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo
puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Dios está de tu
parte. Y tú ¿lo defiendes cuando es atacado en la familia, entre tus amigos?
¿Qué haces cuando se habla mal, se lucha contra Dios y contra su Iglesia? ¿Qué
te dice Dios? ¿Qué le dices?
Respecto al pecado contra el Espíritu Santo dice el Catecismo de la Iglesia
Católica en el número 1648: “No hay límites a la misericordia de Dios, pero
quien se niega deliberadamente a acoger la misericordia de Dios, mediante el
arrepentimiento, rechaza el perdón de sus pecados y la salvación ofrecida por
el Espíritu Santo (Cf. DV 46). Semejante endurecimiento puede conducir a la
condenación final y a la perdición eterna. El pecado contra el Espíritu
Santo consiste, pues, en la negación de parte de la persona, a aceptar la
salvación y el perdón dados por Dios. Cuando el corazón de una persona se
obstina de tal manera que no acepta que necesita arrepentirse de sus pecados y
se resiste a esta gracia, comete el pecado contra el Espíritu Santo el cual
puede llevarlo al infierno. ¿Por qué? No porque la Iglesia y el Señor no puedan
perdonarle, todo lo contrario, sino mas bien porque la persona misma,
voluntariamente ha rechazado este perdón y salvación dadas por
Dios”.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
A veces no nos comprometemos a favor de demás, no nos atrevemos a anunciar
el Evangelio de Dios, porque pensamos que vamos solos. Confiamos poco en el
Espíritu. Él nos enseña lo que debemos hacer y decir.
Si te has sentido alguna vez enseñado o dirigido por el Espíritu, da
gracias a Dios. Si no lo has sentido, pide al Señor que te dé fuerza para
dejarte llevar por su Espíritu.
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