Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 1-9







Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces Él les habló extensamente por medio de parábolas.
Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡EI que tenga oídos, que oiga!» 

Palabra del Señor


 ¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 

El Señor nos dice por medio del profeta Isaías: Como la lluvia y la nieven caen del cielo, y sólo regresan allí después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así será la Palabra que sale de mi boca: no regresará a mí vacía, sino que cumplirá mi voluntad y llevará a cabo mi encargo.
Por la Palabra fueron creadas todas las cosas. Llegada la plenitud de los Tiempos, Dios nos envió a su Hijo (la Palabra), nacido de Mujer, para rescatarnos del pecado y de la muerte. Él no sólo anunció el Evangelio; Él es el Evangelio viviente del Padre, pues por Él no sólo hemos conocido, sino experimentado el amor de Dios.
Pero esa Palabra no sólo debe ser escuchada con los oídos, sino con el corazón, pues está requiriendo de nosotros que la encarnemos y nos convirtamos en el Evangelio viviente del Padre a través de la historia.
Ojalá y seamos ese buen terreno que esté dispuesto a escuchar y a acoger la Palabra de Dios y a ponerla en práctica.




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