Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 6, 7-13
Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos,
dándoles poder sobre los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más
que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero;
que fueran calzados con sandalias y que no
tuvieran dos túnicas.
Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den
alojamiento hasta el momento de partir. Si no los
reciben en un lugar y la gente no los escucha, al
salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies,
en testimonio contra ellos».
Entonces fueron a predicar, exhortando a la
conversión; expulsaron a muchos demonios y sanaron
a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.
Palabra del Señor.
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? Pueden ayudar estas
ideas:
Los fue enviando: Poco a poco, pero a todos, Dios
nos llama. Nos agrupa en torno al amor de Dios y al amor mutuo. Y enseguida,
nos envía a todos: sacerdotes, religiosos y laicos. La misión es parte esencial
de nuestra pertenencia a la Iglesia.
Señor, me doy cuenta que
todo lo que me pides es un simple ‘sí’, un simple acto de confianza para que,
de ese modo, la elección que tú haces por mí dé frutos en mi vida.
No quiero estar tan
ocupado con mi forma de vivir, mis planes y proyectos, mis parientes, amigos y
conocidos, que no me dé cuenta siquiera de que Tú estás conmigo, más cerca que
ningún otro. No quiero ser ciego a los gestos de amor que vienen de tus manos,
ni sordo a las palabras amorosas que vienen de tu boca. Quiero verte cuando
caminas conmigo y escucharte cuando me hablas.
Henry Nouwen
De dos en dos. O sea, en comunidad. Los medios
materiales se reducen a los imprescindibles. Todo está centrado en la fuerza
del que envía, Jesús; en los que caminan juntos, que se ayudarán, y en la gente
a la que se envía, con la que hemos de formar nuevas comunidades de amor, de
vida compartida.
Señor, Jesús, haznos una
comunidad abierta,
confiada y
pacífica, invadida por el gozo de tu Espíritu Santo.
Una comunidad entusiasta,
que sepa cantar a la vida,
vibrar
ante la belleza, estremecerse ante el misterio
y
anunciar el Reino del amor.
Que llevemos la fiesta en
el corazón
aunque
sintamos la presencia del dolor en nuestro camino,
porque
sabemos, Cristo resucitado,
que
Tú has vencido el dolor y la muerte.
Que no nos acobarden las
tensiones
ni
nos ahoguen los conflictos que puedan surgir entre nosotros,
porque
contamos -en nuestra debilidad-
con
la fuerza creadora y renovadora de tu Espíritu Santo.
Regala Señor, a esta
familia tuya,
una
gran dosis de buen humor,
para
que sepa desdramatizar las situaciones difíciles
y
sonreír abiertamente a la vida.
Haznos expertos en
deshacer nudos y en romper cadenas,
en
abrir surcos y en arrojar semillas,
en
curar heridas y en mantener viva la esperanza.
Y concédenos ser,
humildemente,
en
un mundo abatido por la tristeza,
testigos y
profetas de la verdadera alegría.
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